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‘Busco dejar testimonio de una historia que el Chile de hoy prefiere borrar’

Quien fuera el jefe de las milicias de resistencia del MIR durante la dictadura militar, relata cómo sobrevivió al envenenamiento masivo de presos de la ex Cárcel Pública, en 1981, en el libro »Hacia el final de la partida». El texto también hace un recorrido sobre idealismo que tuvieron detrás los movimientos revolucionarios formados en la década del ’60.


Sentado en una banca en las afueras de un café en calle José Miguel de La Barra, en pleno barrio Lastarria de Santiago, Guillermo Rodríguez espera la llegada de El Mostrador.cl, para conceder una entrevista. Junto a él, una pila de libros, copias de "Hacia el final de la partida", un texto que narra cómo un encuentro fortuito desencadena un cambio vertiginoso en la vida de un ex preso político.



El protagonista, personificado en 217 páginas, emana de la propia vida de Rodríguez, un hombre con una historia ligada a la utopía que significó el gobierno de la Unidad Popular, pero que atravesó momentos difíciles, como el envenenamiento del que fue víctima en la ex Cárcel Pública en 1981, junto a otros presos, por parte de agentes de la dictadura militar.



Con 54 años a cuestas, una historia de militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y serias secuelas respiratorias, producto del intento de asesinato que sufrió con bacterias desarrolladas en laboratorios clandestinos, decide contar en un relato novelado detalles de una vida marcada por ideales, con el fin, dice, "de dejar una testimonio de una historia que el Chile de hoy prefiere borrar".



La última cena



La ex Cárcel Pública de Santiago fue el recinto penitenciario que concentró mayor cantidad de presos políticos en sus celdas a partir de 1980. Los diversos Consejos de Guerra realizados en el país por las autoridades militares condenaron a varios militantes del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario), el GAP (Grupo de amigos personales del Presidente Salvador Allende) y del FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez).



Entre las costumbres de los presos, tanto políticos como la población común de reos del penal, se encontraba la práctica de compartir los alimentos, dada la escasez que existía de abastecimiento alimentario.



Aprovechando esa situación, los organismos represivos, que a fines de los años 70 y comienzos de los 80 experimentaban armas biológicas, decidieron eliminarlos inyectando una peligrosa y mortal bacteria llamada botulina a trozos de carne.



«Este fue un envenenamiento masivo a presos políticos», asegura Rodríguez. «Yo fui detenido el 16 de agosto de 1981. El Consejo de Guerra me lo hicieron el 8 de octubre y el envenenamiento lo hacen el 19 de diciembre del mismo año", recuerda.



-¿Cómo se produjo este envenenamiento masivo?
-Se inyectó con botulina una carne con la que preparábamos nuestra alimentación, y el resultado de esa acción fueron dos personas muertas (Víctor Corvalán Castillo y Enrique Garrido Cevallos).



-¿Compañeros de lucha?
-No, fueron reos comunes. En la cárcel los alimentos solían compartirse por la escasez. Los presos políticos lograron resistir los efectos de la toxina, porque básicamente, estábamos mejor alimentados y contábamos con mejores condiciones físicas gracias al entrenamiento y pudimos resistir.



-Después de esto, ¿qué ocurrió con usted?
-Bueno esto significó para mí estar un año y medio internado en el Hospital San José y en la Clínica Alemana, entre otros centros hospitalarios. La bacteria dejó graves secuelas en mis compañeros y en mí también, sobre todo a nivel respiratorio.



-Si estaban presos y condenados, ¿cuál fue el sentido de esta operación?
-El sentido que la CNI (Central Nacional de Inteligencia) ve en esta acción es muy claro. Primero, amedrentar el movimiento popular, castigarme por ser un dirigente público, porque al mismo tiempo en esos años fue muy difundida una defensa política que yo hice frente al Consejo de Guerra.



-¿Y el segundo motivo?
-Esa acción que está en el marco de la investigación del juez Alejandro Madrid. Está vinculada a la existencia de un Batallón del Ejército especializado en la confección de armas químicas, colectivo de personas vinculadas, además de mi caso, en la muerte de Eduardo Frei, Carmelo Soria y otros casos más, llevados a cabo por el ex químico Eugenio Berríos.



-¿Esta investigación tiene un norte claro que va más allá de encontrar a los ejecutores, entonces?
-Hasta donde yo sé, que no es mucho, lo que se ha detectado que este batallón estaba intentando vender esta arma química hacia el exterior, me imagino que Irak o Irán, Quién sabe y eso es materia de la investigación actual. Con esto queda de manifiesto el daño que estas personas estaban tratando de diseminar.



-¿La investigación, a su juicio, está dejando en evidencia una aspecto de la dictadura poco conocido?
-Es así y lo más dramático es que la transición a la democracia aún no logra develar el origen de los recursos millonarios que, por ejemplo, le incautaron a Pinochet y que, sin duda provenían y se sabe que venían de estos negocios macabros. Pero no sólo Pinochet se llenó los bolsillos con este comercio de la muerte, también lo hizo Carlos Cardoen con su "bomba racimo", y Famae y la producción ilegal de armas.



Los años de juventud e ideales



«Hacia el final de la partida» no sólo se centra en las experiencias transfiguradas de la ex Cárcel Pública, los envenenamientos y la represión de la dictadura. También hace un recorrido por las personalidades de jóvenes idealistas que a partir de mediados de los 60, forman grupos políticos revolucionarios como el MIR.



«Inicialmente esta novela se llamaba Por siempre azul", cuenta el autor. "Estaba vinculada con una serie de muchachos que en sus inicios habían sido fanáticos del club deportivo de la Universidad de Chile".



– ¿Por qué decidió cambiar el nombre?
-Porque pensé que podría ser muy sesgado y no representaría temáticamente la novela. Este libro habla de las esperanzas, las utopías, sobre un proyecto histórico social que queda interrumpido, derrotado y que para muchos es el final de la partida.



-¿Cuál es el objetivo central de este libro? ¿Traer de regreso a la memoria esas utopías hoy un tanto perdidas?
-Creo que sí. Lo que yo relato es un intento más entre miles. En el fondo la lucha continúa, eso sí, de otras formas, a través de otros métodos y mecanismos.



-¿Cuándo comienza su propia partida?
-Comienza con las juventudes populares en las poblaciones de Santiago, movimientos a los que pertenecí, finales del gobierno de Frei, cuando empieza a decaer ese tipo de Estado. De ahí en adelante, nos enfrentamos a una nueva forma de ver la vida desde un aspecto político, social y económico.



-¿Por qué le interesa retratar a esas juventudes poblacionales un tanto olvidadas o quizá nunca recordadas?
-Esos jóvenes son quienes estaban en la población, quienes iban a los liceos a estudiar. Lo que nutrió a los profesores en los 70, ahí nació la idea de tomarse el Estado. Son jóvenes sin militancia previa que despiertan ante una crisis, que querían vivir la experiencia del "Che" Guevara y que, en momentos de crisis, estuvieron luchando por todos lados. Creo que son personajes de los cuales se ha hablado poco y merecen salir a la luz de nuestra memoria como país.



– ¿Cómo son estos personajes que vienen de estas poblaciones y que recalan en su libro?
-Hay de todo y no hay que imaginar que sólo hay jóvenes revolucionarios, sino también gente que estuvo al servicio de la dictadura, algo poco estudiado y analizado en este país. Por ejemplo, está el juez que hace una carrera muy silenciosa, que está al tanto de todo y que termina siendo un aparato más del Estado represor en el futuro. También está el sujeto que toma derechamente el camino del oportunismo, la masa fascista, el que se convirtió en secreto espía de la dictadura. En este contexto, lo que describo es un grupo de jóvenes que se abría camino en distintos campos, algunos que proviene del lumpen, otros que siguieron robando, otros que se forman como dirigentes y avanzan a movilizaciones mayores, revolucionarios, torturadores, etc.



-¿Qué pasa con todos esos actores que usted describe en su libro hoy en día?
-Deambulan como inadaptados por Chile, muchos sufriendo de esquizofrenia, enfermedad, problemas psicológicos, porque la sociedad en la que vivimos ahora, absolutamente individualista, no calza o no da cabida a esos proyectos e ideales de los que los revolucionarios fueron parte.



-¿Podría decirse que son revolucionarios caminando por Santiago sin rumbo?
-Sí, de alguna manera sí, porque cuando estás encerrado en una cárcel por 12 años, sales al mundo y te encuentras con un país distinto, en el cual no participaste como actor de su construcción.

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