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Ángela Becerra, la «idealista mágica» de la literatura colombiana

Colombia no sólo cuenta con el realismo mágico ideado por Gabriel García Márquez. Otras de las hijas de ese país, Ángela Becerra, es considerada una de las creadoras del »idealismo mágico» contemporáneo, una forma distinta de trabajar los sentimientos humanos en la literatura y que plasma perfectamente en su más reciente trabajo.


Hace cinco años, Ángela Becerra tomó una de las decisiones más importantes de su vida, dejar su dilatada carrera en publicidad para dedicarse enteramente a escribir novelas. Un oficio que ahora desarrolla desde su propio nicho y que por varios críticos ha sido etiquetado como "idealismo mágico".



Una curiosidad tratándose de una colombiana que triunfa este 2007 con su más reciente título «Lo que le falta al tiempo»), mismo año en que una de las obras cumbres de su país se encuentra de aniversario junto con su autor, nada menos que Gabriel García Márquez, padre del denominado "realismo mágico".



Una comparación que hace reír a Ángela Becerra. "El realismo mágico no deja de ser esa maravillosa realidad. Creo que idealismo y realismo no están al mismo nivel, son dos cosas distintas. Hay una especie de situaciones que pasan en mis novelas, pero no sé con precisión como denominar estas instancias", cuenta en entrevista con El Mostrador.cl.



-¿Cómo podría definir al idealismo mágico y cómo se traduce ese contexto en su trabajo literario?
-Lo del idealismo mágico parte a raíz de mi primera novela (Los amores negados) y hay un crítico, junto a otros, que concuerdan en que esta novela pertenece a la línea del idealismo mágico. Fue entonces cuando comencé a analizar este concepto, esta voz literaria compuesta por tus raíces tu idiosincrasia, que mezcla poesía, que fue lo que comencé a hacer en literatura. Después descubrí que en el siglo XVI este concepto se usa para tratar de definir las emociones que salen de los personajes y terminan siendo plausibles. Con esos antecedentes comienzo a mirar mi trabajo y me he dado cuenta que las emociones, en mis libros, están muy remarcadas, manifestándose de una forma explícita.



-¿Es cómoda esta etiqueta?
-Está bien, pero tampoco quiere decir que eso es todo lo que aparece en el libro.



-¿No existen similitudes con el realismo mágico de García Márquez?
-No, hay sendas diferencias. En el realismo mágico se está buscando la realidad, que se hace maravillosa por la manera en que está contada, pero no incide tanto en las emociones de los personajes, es más interiorizado en cada uno de los elementos que intervienen en la historia.



-Muchos son los escritores que han declarado su fanatismo por este estilo de literatura que parte con García Márquez, reconociendo influencias y marcando una tendencia literaria. ¿Ocurre lo mismo con el idealismo mágico?
-La verdad es que no hay un movimiento o por lo menos yo no lo conozco. Estas cosas pasan y uno no se da cuenta cuando se sube a un carro que ya se encuentra etiquetado. Pero eso no significa que haya una contraposición al realismo mágico. Personalmente admiro a Gabo (García Márquez), me parece que su trabajo es magistral y es impresionante que no se le haya reconocido mucho antes. Él es el responsable de pasear la literatura colombiana por el mundo. Gabo es parte de la vida de mucha gente y sobre todo de los colombianos. El primer libro que me obligan a leer en mi adolescencia fue "Cien años de soledad", un libro que en ese entonces, producto de mi juventud, no entendí, pero más tarde me deslumbró.



Extra-polarización temática


La escritora colombiana Ángela Becerra, considerada precursora del «idealismo mágico».

La indagación en las emociones de los seres humanos (definición sencilla del idealismo mágico), se ha transformado en una verdadera fascinación para Ángela Becerra, al punto de generar situaciones para experimentar aún más con sus textos. Este es el caso de "Lo que le falta al tiempo", un relato que juega con las emociones de los personajes, hasta confrontarlos con el fin de conocer el resultado de la ecuación.



Mazarine es una joven estudiante de pintura que vive sola en el Barrio Latino de París. En su casa encierra un valioso secreto que ha sido conservado a través de generaciones y puede cambiar el rumbo del arte. Su vida se verá conmocionada por la aparición de Cádiz, un genio de la pintura, creador de un movimiento revolucionario que despierta en ella una pasión sin límites.



Con este argumento, Becerra penetra en lo más hondo del alma de los personajes y lleva al límite la eterna dualidad humana extrapolando los sentimientos y colocándolos en un mismo escenario. Una historia magnética y al mismo tiempo conmovedora que desborda la pasión y la razón, la inocencia y la lujuria, lo material y lo espiritual, la inquietud y la calma.



-¿Cuál es el sentimiento más importante en la novela?
-Sin duda la frustración, por unos lamentos históricos que están incidiendo. Esa sensación de frustración se dilata en el tiempo y se extiende por 64 años.



-¿Esa frustración pasa a ser parte de la dualidad sentimental que propone como novedad en este texto?
– Centralmente esa frustración se confronta con otras sensaciones gracias a esta dualidad protagonizada por un hombre de más de sesenta años, con una vida vivida, confrontada con la juventud de la muchacha, con toda una vida por delante, con su creatividad a punto de florecer, la pasión descargada que al otro lado ya se encuentra retenida. También hay una dualidad en el personaje oscuro que va circulando en la novela, la vida de la santa que también aparece en la historia.



-¿Esa santa a la cual hace alusión en la novela existe?
-Claro que sí. Es algo muy extraño que me ocurrió. Todo fue producto de la historia que me contó una amiga acerca de su primer recuerdo de infancia, el de una niña santa de unos trece años que yacía muerta en un cofre de vidrio en un armario de su casa, historia que resultó ser totalmente cierta.



-¿Pudo ver el cuerpo?
-Claro, de hecho ese cuerpo estuvo conviviendo con nosotros hasta hace una semana, cuando fue devuelto a la iglesia Católica.



-¿Cómo llega a manos de su amiga?
-Se trata de una mártir que recibió un antepasado de ella. Esta niña luchó en las cruzadas y la iglesia Católica la retribuyó con el título de Santa Clara mártir en el siglo XII.



-¿En qué condiciones se encontraba ese cuerpo?
-En perfectas condiciones. Era una muchacha muy bella, muy pequeñita, vestida con hábito y de un color amarillo muy intenso. Tan buenas eran las condiciones que incluso hasta tenía masa muscular al interior de este cofre de vidrio sellado.



-¿Qué rol juega esta santa en su transfiguración a personaje en la novela?
-No quise que tuviera ninguna connotación religiosa, tampoco que fuera una mártir católica. Me costó muchísimo hacerla calzar en la novela, hasta que encontré la forma ideal de introducirla en el texto, rescatando aspecto de la realidad de la familia que la mantuvo en su casa por generaciones, permitiéndome ir al pasado para lograr explicar una historia del presente.

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