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Nuevo disco de Artic Monkeys, la clásica fórmula del indie inglés

Aparecieron en el 2006 y a poco más de un año son ídolos en Europa. Artic Monkeys hace lo mismo que Franz Ferdinand: mantiene lo cánones ingleses del pop. Se visten con ropa que parece ser usada, pero les sienta. ¿Por qué será que sonido »british» no pasa de moda? ¿Será la era del buen reciclaje?


En el segundo y reconocido disco de la banda inglesa Artic Monkeys hay de todo. Simplemente se puede disgregar por la llamativa rítmica que a instantes se repite (sin que se note) para transformarse en el sonido de moda que parece ser la raíz de muchos grupos sumergidos en el "indie" y que, al mismo tiempo, parece fácil de hacer. Pero la cosa no es tan sencilla, aunque le cuenten el mito de que para tocar punk sólo se necesitan dos acordes.



No. El secreto está en saber reciclar. Eso ocurre con este grupo de High Green, un barrio de Sheffield en Inglaterra, que irrumpió con "Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not" , su álbum debut editado en 2006 y que recurrió a la misma fórmula de los entonces famosos Franz Ferdinand o Supergrass, o una sonoridad que también comparten otros grupos fuera del Reino Unido, como The Heves.



Artic Monkeys, junto a otras bandas, comparte la sangre joven del rock de Europa que se esfuerza, como en los 80, por distinguirse aunque no lo quiera. Piensa y se comporta como un ente, porque sería simplemente incorrecto no asemejarse a la mística de Pulp, el histrionismo físico y mental de una máquina de dinero como Blur y la rabia de Oasis para ser más rockero y su siempre tributo "beatleleano" dentro y fuera del escenario.



Todo eso sucede en "Favourite Worst Nightmare", su segunda placa fechada en 2007 y que logra ser alucinante en varios pasajes, inyectando, con la sutileza de lo implícito, en cada milímetro esa tradición pop de los ingleses.



Como se advertía antes, Artic Monkeys tiene un don: el del reciclaje. Y aquí se logra con resultados atinados, a momentos demasiado alucinógenos, como el preponderante intro de guitarra en "Brianstorm", tema inicial y que induce a un letargo en sus baladas como "Only ones who know", una sugerente melodía, para descansar de interesantes canciones anteriores (Teddy Pecker, D Is for dangerous).



Los primeros cuatro temas parecen un set de experimentación, donde las guitarras lideradas por Alex Turner, compartidas por Jamie Cook, logran la complicidad necesaria para lograr ese sonido "britsh", herencia de The Clash, con melodías que se cruzan y que producen el sueño del rock star.



Mención especial merece "Fluorescent adolescent", una canción que llega como única excusa a las críticas que señalan que no son capaces de crear canciones que permanezcan como un carné de identidad del grupo. Es ésta la que marca sonoramente la mitad del disco. De ahí para adelante, se tranquiliza con "Do me a favour", que mantiene el valium necesario antes de explotar con la irónica «This house is a Circus».



Canciones que son ideales para sentirse un rock star, caminar por las calles con las manos en los bolsillos y decir «wow!». Porque al final de cuentas es rock entretenido, sin la necesidad de presumir, gracias a la fórmula -nada de secreta- de intercalar guitarras y que funciona y muy bien. Un disco recomendable para estos fríos días de invierno, con "phones" y calles húmedas.



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