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Editan libro fotográfico que rescata cultura popular urbana de Santiago

Se trata de un compilado de 150 imágenes de Juan Francisco Somalo, obtenidas en distintos barrios sobre picadas, iconografías, personajes y objetos. »En la cultura del alambrito, si la taza Fanaloza se picaba, tenía otros usos como macetero de planta o cenicero», cuenta autor.


"En 1982 observé una foto en blanco y negro, de un viejito de espaldas que tiraba un carretón con balones de gas por la calle. La tomó Juan Domingo Marinello, Me picó el bichito con ese tipo de imágenes y ese concepto de barrio, de identidad que siempre me ha gustado", recuerda el periodista y fotógrafo Juan Francisco Somalo, a modo de justificación y motivo para su nuevo proyecto editorial.



Se trata de "Santiago gráfico", un compendio de 150 imágenes que rescatan la identidad de una ciudad y su gente, que significó dejar los pies, dedos y mirada en calles, locales y esquinas de la capital. "Anduve por casi todo Santiago, me metí en Matucana, avenida Matta, San Diego, Portugal, Brasil. Allí se pueden encontrar otros elementos, como las antiguas calcomanías, ésas que decían Cambio lola de 30 por dos de 15, o Dios es mi copiloto, Sin aceite no. Ésas eran las calcomanías que salían en las micros amarillas».



La investigación tuvo giros y sumó más personas en su desarrollo. "Quería hacer un libro propiamente de fotografías, pero Teresa Vial, editora del libro, me pidió incorporar nuevos personajes, otras situaciones. Se sumaron diseñadores, una historiadora y periodistas que empezaron a incorporar investigaciones, textos y diseños. El libro que iba a ser de fotos terminó en un documento integral, patrimonial, algunas fotos salieron y entraron otras de objetos, elementos, y creo que fue mejor".



¿Cómo fue la experiencia?
-Las picadas hablan de nuestra identidad, es algo que traspasa a los diferentes estratos sociales, es propio de nosotros como ciudadanos, se sale de la estandarización de restaurantes y cadenas internacionales donde tú vas y es lo mismo. La picada es tradicional, individual, cada dueño aporta lo suyo. Por mi trabajo (lleva 23 años en El Mercurio) conozco muchas picadas, cada cual tiene sus características. Siempre es rico hacer una parada en la calle, ir al Bar Nacional o comer un par de empanadas y una Coca-Cola en El Rápido.



En la publicación aparecen instantáneas de clásicos como El Hoyo, La Piojera, Los Canallas, La Unión Chica y Franklin, además de añosas boticas de barrio y almacenes. Capítulo aparte son las tradicionales iconografías que aún sobreviven en 10 de Julio. "Traté de rescatar lo que más pude dentro de lo que se llevó el Transantiago. Muchas personas han fotografiado las micros amarillas, pero no de una manera metódica, sistemática, que lo convierte en patrimonial".



Somalo valora los objetos de culto del Santiago de barrio. Inolvidable son los perros de madera (para colgar la ropa), la marraqueta (o pan francés) y la clásica taza blanca con rayas verdes. "En el caso de la taza Fanaloza, si se picaba, tenía otros usos como macetero de planta o cenicero", dice reconociendo que esto se debe a la "cultura del alambrito" propia nuestra: "Soy de una generación a la que le contaban que en Estados Unidos, te encontrabas un televisor bueno en la calle, era impensable creer que había cementerios de automóviles porque en Chile todo se arreglaba. La llamada cultura del alambrito, pero ahora que estamos más cerca del primer mundo, todo se desecha. Si un tostador de pan se echa a perder, se bota, porque sale más caro arreglarlo que comprar uno nuevo".



Entre los personajes urbanos, destacan el afilador de cuchillos, el lustrabotas, el chinchinero, el capitán de buquecito manicero, el cargador de la vega, el rey del mote con huesillos, pero también faltaron otros, como reconoce Juan Francisco Somalo: "No está el tipo característico que se viste de mujer, que anda con carrito de supermercado en Lastarria. Hay otro que no pudimos encontrar, ése que grita Gloria Dios en el centro de Santiago".



La edición "Santiago gráfico" va acompañada por el aporte literario y reflexivo de personalidades de diversos ámbitos. "A la frase Una imagen vale más que mil palabras, el semiólogo Roland Barthes decía que si la imagen no iba acompañada de un buen texto informativo, el mensaje se pierde, no te llega. Soy un convencido de eso, valoro el trabajo multidisciplinario", agrega el periodista-fotógrafo.



Hay textos del diseñador gráfico Pedro Álvarez, quien plantea que "el hombre se mantiene vivo mientras no pierda su capacidad de soñar un mundo mejor"; del guionista de "La fiebre del loco" Gilberto Villarroel que describe a los "oficinistas apurados, burócratas varios, tinterillos, secretarias y estudiantes que se apretujan en un muy bien coreografiado ballet de hora-punta en locales"; de la historiadora Olaya Sanfuentes que se pregunta "¿Es nuestra ciudad la Plaza de Armas con su monumental homenaje al indígena?"; y de Eduardo Castillo, autor de "Historia del cartel chileno", que se pasea entre los elementos más paradójicos para describir objetos y espacios públicos.

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