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El juicio de la crítica al último representante de la generación de ’38

Mundo de literatura califica al convaleciente escritor como un autor comprometido con su realidad y gran investigador, aunque señala como un punto negativo la omisión de Gabriela Mistral en su antología poética.


A los 16 años, Volodia Teitelboim se unió a las Juventudes Comunistas y a los 19 ya contaba con una publicación. Su "Antología de Poesía Chilena", escrita en 1935 junto al poeta y Premio Nacional de Literatura 1988 Eduardo Anguita, no sólo incrementó las diferencias y desencuentros entre autores como Neruda, De Rokha y Huidobro, sino que también abrió polémicas a raíz de la exclusión de Gabriela Mistral.



"Fue todo un hito en la poesía nacional, aún cuando tiene como gran responsabilidad el haber dejado fuera a Mistral por un tema de machismo", dice la crítica literaria y docente de las universidades de Chile y Católica Patricia Espinosa. Algo que Teitelboim reivindicó en 1991 con la publicación del libro "Gabriela Mistral, pública y secreta", una revisión que pretende dar una mirada completa e integral al Nóbel de Literatura de 1945.



Para la Premio Nacional de Periodismo 2007, Faride Zerán, la importancia literaria de Teitelboim radica en los aportes que ha hecho "en torno a enriquecer la memoria y el patrimonio cultural de los chilenos, cuando se plantea en tanto biógrafo y testigo de su tiempo y época, cuando se propone escribir las biografías de Neruda y Huidobro y más tarde con sus memorias".



Las contribuciones continúan para Zerán con el rescate que el intelectual realiza de la novela social-testimonial, "que tiene en ‘Hijo del Salitre’ su máxima expresión". Publicado en 1952, el texto narra la historia del otrora candidato presidencial comunista Elías Laferte y las injusticias que sufrió con otros trabajadores del salitre. "Es una tremenda novela, épica y literariamente muy buena, que se ha ido olvidando con el paso del tiempo", asegura Espinosa.



Calificaciones con las que concuerda el poeta y escritor Armando Uribe, quien destaca este mismo título entre los múltiples publicados por Teitelboim y para quien el Premio Nacional de Literatura 2002 "es un notable autor de memorias que ha estado publicando en distintas etapas de su vida y que lo tratan en forma bastante objetiva, pese a ser libros muy personales".



Intelectual v/s político



Difícil resulta disociar la figura del escritor y pensador del dirigente político y ex secretario general del Partido Comunista. Para Uribe tales denominaciones responden nada más que a simples etiquetas. "Su importancia como político e intelectual van a quedar en la memoria colectiva".



"Es un gran intelectual chileno, es el último representante de la generación del ’38, la generación narrativa más importante y representativa en toda la historia de la literatura chilena y quizás la mejor", dice Espinosa, quien asegura que Teitelboim "tuvo una carrera política inferior a lo que es su carrera intelectual, definitivamente". Para la crítica literaria, la figura del intelectual sobrepasa a la del político, que fue "mucho menos potente".



Zerán destaca los aportes del autor, quien ponía al conocimiento como protagonista y a quien califica como "un hombre investigador, sagaz, documentado, bastante perspicaz y muy metido en la creación". Según explica, sus aportes en narrativa no se pueden separar de la política.



"Volodia es uno solo, es un intelectual en la más amplia excepción que conocemos, que se compromete con su tiempo y sus ideas y que también lo hace con la sociedad", señala la periodista, representando así la figura del pensador que integra ambas dimensiones sin entrar en conflicto, sino "de manera natural. Ahí radica una forma de ver y sentir la vida, que enriquece su quehacer literario".



Según Espinosa, lo fundamental en Teitelboim es que "es el último representante de la utopía del siglo XX, que es pensar que la literatura puede generar cambios en la gente y finalmente en la política. Eso es algo bien difícil de encontrar hoy en día en la poesía y en la narrativa".



Destaca sus relevantes intervenciones en la literatura chilena, a partir del realismo social. "Tenía la idea de que la literatura podía intervenir en la vida de la gente, que podía servir para generar conciencia de clase, para remecer las conciencias y generar un cambio, una revolución", asegura.

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