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Muerte de quiltro enciende debate en torno a nuevos soportes artísticos

¿Qué pasaría si un artista instala una obra apelando a la »humanidad» del espectador, para que éste salve de perecer a un animal? Recientemente en Centroamérica, una muestra remeció las conciencias de los que defienden ciertas facturas, algunos que presencian impávidos la escena en una galería y otros que denuncian una crisis de la creación contemporánea.


Imagine usted que reside en Managua, Nicaragua. Figúrese ahora corriendo por las calles de la ciudad, escapando por los callejones de una población. Cinco niños lo persiguen y son más rápidos que usted, pese a sus cortas piernas. Lo atrapan sin mucho esfuerzo, porque usted está enfermo y débil.



No sabe cómo, pero en la escena siguiente se encuentra amarrado por el cuello con un cable de metal a las blancas paredes de una sala. De fondo, se escucha el himno sandinista sonando al revés. Alza la vista y, frente a sus ojos, una inscripción en el muro, construida con comida de perro procesada, dice "Eres lo que lees". Extrañamente, siente que la visión le retuerce las tripas.



Claro, usted puede entender lo escrito porque es un ser humano, no un perro, y tiene -por lo tanto- la fortuna de hablar la misma lengua de quien lo ató en una esquina. No fue el caso de Natividad, nombre con que el artista costarricense Guillermo ‘Habacuc’ Vargas bautizó al perro callejero que corrió la suerte que hace unos segundos usted recién imaginó.



Era septiembre de 2007 y la Bienal Costarricense de Artes Visuales recibía a seis destacados artistas que representaron a sus países. En ese contexto, el mencionado creador instaló su obra y, no contento con amarrar al can, lo dejó morir de inanición a vista y paciencia del público asistente. Tales eran las condiciones en que el animal llegó a la sala, que tardó sólo un día en simplemente ‘salir’ de exposición. Ninguno de los pellets con que se construyó la frase de la pared llegó jamás a su hocico.



Asesinato en el museo



Ahora, podríamos revolcarnos en ideas y calentarnos la cabeza buscando una explicación sobre por qué ningún espectador piadoso se acercó al perro y lo liberó. Es muy probable que nadie imaginara el objetivo último de la acción de Vargas, que no duró mucho tiempo por el deplorable estado de salud en que llegó el animal.

También podríamos cuestionar la veracidad de la información, que circula vía cadena de e-mail. Sin embargo, algunos diarios latinoamericanos reportaron el hecho en su momento. Tipeando el nombre del artista en un buscador de Internet, aparecen muchos blogs dedicados a Natividad. También se puede firmar una petición online que presiona para que se desestime la invitación a ‘Habacuc’ a participar en la Bienal Centroamericana de Arte 2008, a realizarse en julio en Honduras.



El creador nunca admitió la muerte del perro y argumentó que su fin era mostrar la hipocresía generalizada. "Un animal así se convierte en foco de atención cuando lo pongo en un lugar blanco donde la gente va a ver arte, pero no cuando está en la calle muerto de hambre", explicó al diario La Nación de Costa Rica. Según Vargas, la obra recogía el caso de Natividad Candia, un nicaragüense devorado por perros rotweiller.



"Un asesinato en un museo no puede dejar de ser un asesinato", comentó a El Mostrador.cl el director del Museo de Arte Contemporáneo, Francisco Brugnoli.



Inevitablemente, al escuchar sobre esta instalación viene a la mente el recuerdo de los peces nadando en jugueras en pleno MAC del artista nacional Marco Evaristti. Guardando las proporciones -el último no mató animales, sino que planteó al público la opción-, Brugnoli se pregunta qué hubiera pasado si el perro hubiera resistido más tiempo vivo en la galería. ¿Reaccionaría el público?



"La muerte del animal implica el traspaso de un lugar a otro en la frontera entre arte y realidad. Cuando se genera este traspaso, se transforma en un caso policial", señaló la cabeza del MAC.



"Más grave que el expositor es la curatoría, quienes permiten y premian esto, lo validan de una manera muy vulgar", agregó el artista y taxidermista Antonio Becerro.



Otro polémico de las artes locales se contrapone a lo anterior. Francisco ‘Papas Fritas’ Tapia dijo creer que esa opción es válida, "porque en lo que yo leo no hay intención de asesinar al perro", y argumentó que los visitantes podrían haberlo desamarrado, al igual que cualquier persona espectadora en la Bienal del Bellas Artes elegir no latigarlo.



"Es una responsabilidad tanto del artista como del público. Es fácil reclamar, pero tener los cojones para demostrar una realidad es difícil. Hace rato que las obras de carácter contextual tienen que ver con el público", añadió.



Aclarando que aunque trabaje con cadáveres de perros, el destino de éstos "se los dejo a las ruedas", Becerro sostuvo que "el arte está en crisis hace rato. No sólo por los soportes, sino por el mercado que rige todo. Se potencia la idea más que la propia factura de la obra. Esta opción de arte vale mierda".


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