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La bestia anticomunista ataca otra vez

Después de extirparse las balas a sí mismo y cauterizarse con pólvora, cómo no iba a volver. Es el rebelde y solitario comando de Vietnam nacido en la era Reagan, que en esta cuarta entrega lleva a Birmania todas las bondades de la política exterior norteamericana que el mundo ha conocido con Bush.


Birmania es el nuevo objetivo del veterano de Vietnam. Veinticinco años después de su debut con "First Blood" -muy mal llevada al español como "Acorralado"-, Sly revive al solitario soldado. No le importa sumar más de sesenta años de edad, ni tener complicaciones en la aduana australiana por portar montones de esteroides con los que mantiene su perfecto y trabajado cuerpo: John James ha vuelto.



Corría 1982 cuando la primera película de Rambo vio la luz. Hablamos de fines de la Guerra Fría, pocos años de distancia con la guerra de Vietnam y una era Reagan dedicada a frenar las amenazas comunistas en Centroamérica. Sylvester Stallone encarnaba entonces a un rudo soldado, incapaz de reintegrarse a un país injusto y malagradecido con sus héroes de guerra.



Rambo es "una especie de James Bond pero semi bestia, forzudo e histérico", en palabras del académico y crítico de cine David Vera- Meiggs. Así define a quien viniera a levantar el derrotado ánimo estadounidense de principios de los ochenta y a determinar claramente lo que, según el académico e investigador de las universidades de Chile y Arcis, Carlos Ossa, se podría llamar la política cultural del período.



Según explica, las películas Rambo y "Atracción Fatal" representan dos momentos: el de la moralización de los cuerpos y el de la hegemonía militar que está en juego en esa época. Si bien Rambo está en el contexto de la intervención norteamericana en Centroamérica, "es un culto al militarismo en el que incluso se pueden presenciar tendencias homosexuales, porque justamente es el culto al esfuerzo y al triunfo de la corporalidad militar, es siempre autorreferencia", dice Ossa.



En cuanto a la represión corporal, el académico destaca que los años del presidente Reagan marcaron una época de rechazo a la promiscuidad sexual, recrudecimiento del racismo y la aparición del Sida. "’Atracción fatal’ dice no seas infiel porque te puedes encontrar con una loca".



Tenía que ser EE.UU.



"Hay que inventarse algo para disimular la humillación", dice Vera Meiggs, agregando que "en ese sentido, Rambo es un personaje completamente testosterónico, completamente elemental, que entiende una cosa cada dos o tres escenas".



Para el joven cineasta nacional, Nicolás López, al igual que todos los personajes íconos "de ‘uno que tiene que salvar al mundo’, Rambo corresponde con que cada vez que Estados Unidos está en situaciones políticas más complejas, crean personajes en los que la gente pone toda su devoción y cariño para olvidar las cosas que están pasando. Es como lo que pasa ahora con el cine de superhéroes".



López dice que "Stallone ni siquiera piensa en eso y son lecturas paja". Para el realizador de "Promedio Rojo" la elección de Birmania como escenario para el nuevo Rambo pasa por encontrar un lugar "donde esté quedando la cagada, poder matar a la mayor cantidad de gente y que salga la mayor cantidad de sangre y cabezas rotas posibles. Creo que no tiene nada más allá e incluso me parece fascinante y divertido", asegura, reprochando en todo caso que se utilizaran imágenes reales de la situación del país para las escenas iniciales de la película.



"Intervengamos ahora Birmania, llevemos la limpieza, la Coca-Cola, el desodorante", ríe Vera Meiggs sobre el ideal que encarna un personaje que según él tiene todos los materiales arquetípicos, "lo bueno, lo malo, el héroe rebelde y solitario", y que según Carlos Ossa concibe la justicia más allá de la ley, no requiere autorizaciones y ve en todos los pueblos no angloamericanos a su enemigo, "lo que es una testimonialidad de todo el discurso de la política exterior norteamericana", dice.



"Algunos dirán que es muy simplificado comparar a Rambo con la política exterior de muchos periodos, pero si se repara en el hecho de que en la época la película era usada como material de propaganda del ejército norteamericano, no resulta tan extraño", asegura Ossa.



"La guerra sicológica va a ser parte de las estrategias militaristas de la llamada teoría de seguridad interior del Estado", asegura el académico. Esto, según Ossa, genera un miedo simbólico que se anida en "leyendas urbanas, en personajes extraños o demenciales, o en una justicia infinita". Personajes como John James van a encarnar entonces "la figura de estos héroes que tienen tal poder, pero ahora físicos, humanos, cuya resistencia y voluntad es tan fuerte, que es inquebrantable".

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