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Bryce Echenique hace reír al Cervantes hablando de sus traductores

El ejemplo del «traductor que se desespera» -y con él empezaron las risas- es su traductor al francés, Jean Marie Saint-Lu a quien el novelista dijo querer como un hermano para luego presentar una caricatura desalmada.


El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique hizo reír a los asistentes a un acto en el Instituto Cervantes de Berlín hablando de sus traductores a diferentes idiomas, en presencia de su traductor al alemán, Mathias Strobel, que salió excepcionalmente bien librado.



Para Bryce Echenique, hay tres tipos de traductores. El traductor objetivo, el «traductor que se desespera y que entre más traduce a un autor menos lo entiende» y, finalmente, el traductor imposible que se convierte en una tortura para el autor.



El traductor objetivo, y como ejemplos de ello mencionó a Strobel al inglés David Wood, hace preguntas concretas sobre palabras de traducción dudosa porque no están en el diccionario.



«En mi caso, ese tipo de palabras son en el 99 por ciento de los casos peruanismos que muchas veces no están ni siquiera en los diccionarios de peruanismos», dijo Bryece.



El ejemplo del «traductor que se desespera» -y con él empezaron las risas- es su traductor al francés, Jean Marie Saint-Lu a quien dijo querer como un hermano para luego presentar una caricatura desalmada.



«El traductor quiere corregir la novela, se desespera con el autor y trata de mejorarlo al traducir», dijo Bryce.



Saint-Lou, por ejemplo, suele quejarse de que no se sabe dónde están las casas en donde viven los personajes ni cómo son las habitaciones en donde ocurre la acción.



«Yo entonces le contesto que detesto las descripciones porque los lectores se las saltan», dijo Bryce.



Admitió que, al leer novela francesa del siglo XIX, cuando empieza una descripción de un comedor él «se escapa por el corredor del lado para ir a esperar a la amante al dormitorio y así llego antes que el personaje».



Cuando el traductor insiste en querer saber la razón por la que no hay descripciones, entonces Bryce le suelta una frase que repitió esta noche.



«Le digo que el paisaje de mis novelas emana del alma de mis personajes. Eso no quiere decir nada, pero genera un silencio de tres años», dijo Bryce, entre las risas del público.



Saint Lu, a diferencia de Strobel, pregunta mucho. En una ocasión Ströbel estaba traduciendo «Un mundo para Julius» y, paralelamente, Saint Lu traducía otra novela del peruano.



«Mathias me mandó un e-mail con diez preguntas que alcanzaron para todo el libro. Y entonces yo le dije a Jean Marie: mira, hay un señor en Alemania al que diez preguntas le alcanzan para traducir todo el libro. En cambio, tu me haces diez preguntas por página», contó el escritor.



Como ejemplo del traductor «torturador», Bryce mencionó al alemán, ya fallecido, Wolfgang Luchting.



«Mario Vargas Llosa me lo había advertido y me había dicho: Alfredo, no lo dejes entrar a tu casa», dijo el escritor,



Al final, según Bryce, Luchting no tradujo nada porque se peleaba con los autores.



«Ahora ya murió, en Seatle, hundido entre la nieve», dijo Bryce con una sonrisa perversa.



Al final, en una jornada dedicada a la traducción, se hizo un homenaje a la recientemente fallecida Elke Wehr, que tradujo al alemán a autores como Javier Marías, Mario Vargas Llosa o Auguto Roa Bastos.



Los encargados de hablar durante el homenaje no leyeron los textos que llevaban preparados porque, según dijeron, no encuadraban dentro del tono que le había dado Bryce a la noche.



En otras palabras, era difícil crear un ambiente de funeral después de tantas risas. Al final, sin embargo, la editora Michi Strausfeld, tras leer una tarjeta enviada por el escritor colombiano Fernando Vallejo y que Elke Wehr no alcanzó a leer, casi no puede contener las lágrimas.



Así terminó una noche marcada por Bryce que dice tener las versiones traducidas de sus novelas en un anaquel muy alto de su biblioteca al que sólo llega subiéndose a una escalera.



«A veces tengo la tentación de hacerlo pero me corto porque me da vergüenza que alguien me vea subiéndome a una escalera para verme a mí mismo», dijo.



«Bueno, pero esa vanidad la tienen todos. Yo vi a Sartre entrando a las librerías para poner sus libros encima de los de Camus», remató al escritor



EFE

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