Antes que existiera era muy difícil viajar. Ahora, una legión de programadores de varios países llega a Santiago en enero y cierra tratos para llevarse las obras más interesantes. Algunos se van con los pasajes pagados, otros tienen que postular a fondos públicos, pero todos cuando actúan saben que la posibilidad de que un agente se acerque al final de la función es cada vez más cercana.
«Esto es como las Naciones Unidas», dice Carmen Romero, directora y cerebro del festival de teatro Santiago a Mil, reproduciendo un cometario de pasillo que grafica en parte la puerta de embarque en que se ha convertido este evento para los montajes locales. Durante las tres semanas de febril actividad vinieron más de 30 «programadores» de 17 países. Algo así como la versión teatral de los agentes internacionales que recorren los estadios viendo futbolistas para llevarlos al extranjero, o los representantes de compañías cinematográficas que durante los festivales sellan acuerdos de distribución, pero en este caso con más prestigio que dinero en el bolsillo.
De cualquier forma, este año se pudo haber hecho una sesión para Oliverio Toscani, el ex fotógrafo de Benetton, gracias a la diversidad de los emisarios que se pasearon por las salas capitalinas buscando obras para llevarse. Hasta Santiago llegaron representantes del Festival Cervantino (México), Festival de Edimburgo (Reino Unido), Festival de Viena (Austria), Festival del Mundo (Alemania), Festival de las Artes de Bélgica, Festival de Bahía (Brasil), Festival Internacional de las Artes Escénicas de Bahía (Brasil), Festival Internacional de Buenos Aires, Festival de Varsovia (Polonia), Festival Transamériques (Canadá), Festival de Cádiz (España), Festival Stage Fest Latino de Nueva York (EE.UU.), además de programadores coreanos y japoneses aunque no hubiese montajes de este último país.
El elegido 
Una de las caras más conocidas en este rubro es la del español Pepe Bablé, director del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, una de las plazas más codiciadas por las compañías para mostrar sus montajes. Fue el caso de «Diciembre», escrita por Guillermo Calderón, que se presentó en la última versión a fines de octubre del año pasado con gran éxito de público. El director y dramaturgo es lo más parecido al «niño símbolo» de las nuevas posibilidades que entrega Santiago a Mil para girar por el extranjero. «Antes de Teatro a Mil eran muy pocas las compañías que viajaban, como el Gran Circo Teatro, La Troppa o el Teatro La Memoria. Ahora eso ha cambiado mucho y hay compañías de tetro emergente que logran salir», explica Calderón, deslizando la oportunidad que tendrá la joven compañía La Re-Sentida de presentar «Simulacro», una refrescante sátira al país y a la institucionalidad cultural, en Francia durante la temporada 2009-2010.
Con «Neva», montaje aplaudido por el público y la crítica Guillermo Calderón logró superar una barrera natural para que las obras salgan al extranjero. «Nosotros tenemos mucho texto y ha pasado que algunos programadores no eligen la obra por problemas con los subtítulos», explica el director. Pero la obra basada en una historia de Anton Chejov se presentó en Seúl, Roma y España y el 2010 se presentará en Moscú, durante el festival que se organiza en honor a Chejov.
«Diciembre» y «Clase» que completan las trilogía de Calderón consiguieron pasajes para el Festival Transamériques de Canadá, el Festival de Almagro en España, el Stage Festival Latino de Nueva York, el Festival de Viena en Austria, el Festival Cervantino de México, el Festival Internacional de Buenos Aires y el Festival de Curitiba en Brasil.
Entre Corea y París
Detrás de esta exitosa itinerancia está Jenny Romero, la menos conocida del clan a cargo de Romero & Campbell que ha sido productora para las giras de Calderón. Los buenos contactos en Asia lograron que la compañía Balance, con su espectáculo «Entremillones», fuese invitada al «Busan International Dance Festival» de Corea. Además, la coreógrafa Paulina Mellado se presentará en un certamen similar pero en Seúl.
Pero no todos tienen la misma suerte. El mismo director reconoce que muchas obras se quedan abajo del avión por falta de financiamiento. Sólo los festivales más grandes como Roma, Corea o Cádiz pagan los pasajes. El resto debe conseguir auspicio. Generalmente a través de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería (Dirac) o del Consejo de la Cultura y las Artes, todo a través de un proceso de postulación. Precisamente el espectáculo «Entremillones» se encuentra buscando financiamiento para llegar a Corea.
Es probable que alguna de las obras seleccionadas para presentarse en el extranjero tenga que pasar por este trance. Especialmente las que tienen elencos con muchas personas y un despliegue mayor de producción, como el espectáculo callejero «Las Pesadillas de Toni Travolta» a cargo de la compañía La Gran Reyneta, dirigida por el francés Jean-Luc Courcoult (director de la prestigiosa Royal de Luxe francesa), que se presentará en octubre de este año en el festival Teatro del Mundo en Buenos Aires.
Por último uno de los fichajes más llamativos fue el de la compañía Teatro Cinema, que armaron la exitosa «Sin Sangre» y se presentarán en el teatro La Ville de París en una fecha por definir. Aunque el festival oficialmente termina el 1 de febrero cuando la Fura dels Baus se presente en Antofagasta, no todos los tratos están sellados. Debería haber más noticias sobre giras al extranjero de montajes chilenos en marzo. «Estamos muy felices que en este proyecto a largo plazo haya contribuido al teatro emergente y a la formación de audiencias», dice Alejandra Wood gerente de Asuntos Externos de BHP Billiton, la operadora de Minera Escondida, principal auspiciadora del festival.
Por cierto la «contribución» que significa salir y presentarse fuera de Chile no es necesariamente económica. Algunos contratos sólo alcanzan para cubrir los gastos mínimos de la compañía, «pero muchas veces uno acepta igual por lo que significa actuar en un determinado festival», dice Guillermo Calderón.
