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Con los muertos no se juega

Por culpa de una médium lo condenaron a 300 días de pena remitida por injurias, mientras preparaba el reality de terror que fue suspendido por su  baja sintonía. Aunque pudo evitarse, no es el primer fracaso de quien partió haciendo cámaras ocultas y terminó derrotando a colosos de la pantalla como Gonzalo Bertrán y Kike Morandé, pero si un llamado de alerta para no cometer errores y tal vez reinventarse para no perder eso que Fuguet bautizó como «hacer un Pinto».    


En septiembre del año pasado Nicolás Quesille, el padre de los reality shows en Chile, se acercó a Carlos Pinto, rey del rating en la pantalla local. Pinto promocionaba en el matinal de TVN un capítulo de Mea Culpa y Quesille tenía en mente que su próximo proyecto fuera un programa de terror, y le ofreció al hombre de los nexos rodeados de humo que se convirtiera en el conductor. Pinto aceptó y dejó a Quesille hacer lo que sabe.

No repitió los métodos medio excéntricos que hasta ahora le han dado generalmente éxito y servido para establecer el «método Pinto». Según quienes conocen al profesional, este sistema se basan en una jornada de trabajo de doce horas diarias y su preocupación por todos los detalles: Pinto escribe sus guiones a mano, y dirige a los actores para quienes «hacer un Pinto» ya es parte de la jerga: no saben casi nada de sus papeles hasta minutos antes de filmar. 

Pena remitida

Carlos Pinto es una de las pocas personas en Chile con título universitario de cineasta. Lo obtuvo a mediados de los setenta en la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Fanático confeso del Neorrealismo italiano siempre le ha motivado el retrato «social» de los personajes de sus historias. Este interés está en sus programas más exitosos: Mea Culpa y los presos, El Cuento del Tío y las estafas a partir de la «picardía» del chileno y El día menos pensado, dedicado a los fenómenos paranormales. 

El Juego del Miedo partió el 6 de enero, luego de un publicitado y multitudinario casting además de misteriosos preparativos, que tuvieron a Carlos Pinto ocupando varios minutos en pantalla promocionando el programa en la imbatible franja matinal de TVN. Casi un mes antes del debut, el 19 de diciembre, el juez Juan Antonio Poblete a cargo del 19ª Juzgado del Crimen lo condenó a 300 días de pena remitida y a pagar una multa de 30 Unidades Tributarias por injurias. Fue por acusar de un crimen a una persona inocente a través de una «médium» en una temporada pasada de El día Menos Pensado

Hace mucho que Pinto no pasaba por una situación límite. Es cierto que sus programas ya no eran imbatibles pero las glorias pasadas como sacar de pantalla a Martes 13, a mediados de los ’90 o derrotar al poderoso espacio de Kike Morandé en 2004 cuando el fanático de la hípica estaba en plena cumbre, permitían que éxitos discretos como El Aval, un remake argentino de 2006, no modificaran un ápice su envidiable reputación dentro del canal. Prueba de ello es que en TVN es el único que no necesita dar mayores explicaciones ni detalles de sus proyectos a Pablo Ávila, director de producción y contenidos del canal público. 

En la banca

Sin embargo, Carlos Pinto no siempre fue titular. En los 80 fue pionero en un género que hoy está desgastado: las bromas con cámaras ocultas, el éxito de este formato sobre todo en los programas satélite del Festival de Viña del Mar lo llevó al programa más potente de la época: Informe Especial. El equipo encabezado, entre otros próceres, por Marcelo Araya, Santiago Pavlovic y Guillermo Muñoz «nunca lo aceptó del todo, siempre lo tenían en la banca. Tal vez porque no era periodista de escuela como ellos y Carlos lo pasaba muy mal pero callado» cuenta un testigo de esa época.

Pero Pinto supo salir a la cancha y demostrar de qué estaba hecho. En una ocasión, hizo un reportaje con cámara oculta donde desenmascaraba a falsos mendigos en el centro de Santiago, reventando la sintonía con un presupuesto muchísimo más bajo que el de un viaje a grabar la revolución islámica del Ayatollah Khomeini.

De todas formas, Pinto se fue del programa en 1991 y en 1993 se convirtió en presentador de un programa adaptado de la televisión belga por el productor Patricio Polanco. Pinto había sido impuesto al dueño de la productora Nuevo Espacio, porque era un rostro del canal que había que usar, le explicaron a Polanco en TVN, pese a que él había pensado en Guillermo Muñoz para ser la cara del docureality mas exitoso de su época: Mea Culpa, franquicia que luego pasaría a manos de Pinto, quien repitió la ecuación «bajo presupuesto alto rating» a través de su propia productora: Geoimagen. 

El fracaso que pudo evitarse

Con El Juego del Miedo las cosas fueron al revés, el programa costó cerca de US 2 millones y marcó un rating promedio de 10,9 puntos. Menos que el otro fracaso en el género de TVN, que marcó 15,9 puntos. Una pesadilla, si se recuerda que Pinto acostumbraba a tener sobre 20 puntos en cualquiera de sus shows televisivos. La derrota le obligó a agachar la cabeza y hasta hoy se mantiene inubicable para la prensa. Para peor, según trascendidos de la estación estatal, un ejecutivo del canal que no estaba involucrado directamente en la decisión sobre el proyecto había advertido sobre el posible fracaso del formato, antes de que fuera puesto al aire. Pero la reputación de la dupla Pinto-Quesille pudo más y el programa tuvo luz verde.

Ahora, el magullado «rey del rating» prepara Adiós a la Cárcel, un docureality sobre ex presidiarios. Probablemente sea la carta para redimirse y ayudar al canal público a salir del cuarto lugar de sintonía en el que está hasta ahora.

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