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Memoria y teatro en Villa Grimaldi

Anoche actuaron un grupo de víctimas de la dictadura, que estuvieron presas, exiliadas y, en algunos casos, fueron torturadas entre esas mismas paredes.


El antiguo centro de torturas de Villa Grimaldi, conocido actualmente como Parque por la Paz, se convirtió anoche en un escenario en el que actuaron un grupo de víctimas de la dictadura, que estuvieron presas, exiliadas y, en algunos casos, fueron torturadas entre esas mismas paredes.

Ayer se cumplieron tres años de la muerte del dictador Augusto Pinochet, cuyo mandato obligó a miles de personas, como Óscar Castro, director de la obra «Mateluna exiliado político», a refugiarse en otros países para escapar de la represión.

La madre de Castro desapareció cuando lo fue a visitar a Villa Grimaldi tras saber que él había sido detenido. Nunca más se supo de ella.

«Cuando llegamos a ensayar a Villa Grimaldi sentimos una sensación de frío, de congoja, era un lugar que traía muchos recuerdos. Óscar nos dijo que teníamos que darle vida a ese lugar, que no podía significar muerte», relata Nelly Andrade, ex presa política y torturada, quien se transformó en actriz para esta obra.

Se calcula que unas 4.500 personas pasaron por este centro de tortura, y de ellos 226 desaparecieron. La propia Presidenta Michelle Bachelet fue una de las que consiguió salir con vida.

Nelly Andrade, junto con 13 actores y actrices más, protagonizó esta noche «Mateluna exiliado político», la historia de un chileno refugiado que llega a París y debe enfrentar una nueva y desconocida realidad sin documentos, sin amigos y sin hablar una palabra de francés.

«Nadie logra entender que la tortura te marca para toda la vida. Hay gente que me dice que esto pasó hace muchos años. Pero resulta que cada día, al ducharme, encuentro secuelas en mi cuerpo que me recuerdan lo que pasó», explica Andrade.

«Son sueños, o momentos; a veces voy por la calle y escucho una palabra o siento un aroma que me hacen volver a ese momento», puntualiza.

Andrade opina que la sociedad les olvidó: «Las ayudas psicológicas eran sólo para los familiares de detenidos desaparecidos. A mí me decían: tú quedaste viva, deja de molestar».

A su juicio, «no existen medios que comuniquen los hechos como pasaron, y todo el mundo quiere olvidar», pero ella cree en la ayuda mutua entre las víctimas y también de parte de la sociedad.

«La gente piensa que exageramos. Pero cuando ha habido tortura, te han aplicado corrientes, te han violado, te han atacado con animales, te han pisoteado tu dignidad y cuesta mucho levantarte», agrega.

Nelly tenía veinte años cuando la detuvieron. Su pareja en aquel momento era un dirigente sindical que, tras ser detenido en dos ocasiones, desapareció. Ella fue trasladada al centro de tortura de Londres 38 y al campo de exterminio de Tejas Verdes. No se exilió a la espera de encontrar algún día a su compañero.

«Quiero prestar mi testimonio, no para que sientan lástima por lo que pasó, ni para que me vean valiente. Lo que me motiva es que esto nunca vuelva a ocurrir», dice hoy Andrade.

Termina la función, y la expresión de las caras se mezclan entre el entusiasmo y la emoción contenida. Tras una gira por diferentes barrios de la ciudad, donde han presentado su obra, el ciclo finaliza hoy.

Otro de los actores, superviviente de este mismo centro, acaricia a su nieto y toma el micrófono. «Siempre diré que aquí me mataron 100 veces, pero yo viví 1.000 veces más».

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