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Skármeta vuelve a la narrativa con «Un movimiento espontáneo del alma»

«La velocidad, profundidad e intensidad con las que los personajes tienen que tomar decisiones es el principal encanto de la novela», reflexiona el autor mientras acaricia su obra recién salida de la imprenta, «conmovido por la novedad del libro en las manos».


Con «la voluntad de acumular mucha potencia en un recipiente muy pequeño» escribió el autor nacional Antonio Skármeta su primera narración en siete años, «Un padre de película», donde en menos de 150 páginas plasma una fábula calma de personajes secundarios bajo la que discurre «un mar turbulento de pasiones».

«Casi todos los otros libros que he escrito los puedo explicar de una manera u otra, pero este es un movimiento espontáneo del alma, una visión de estos personajes que me asaltan y que me piden como narrador encontrar un tono», explica el escritor en una entrevista con la agencia  EFE.

Y entre esos personajes, un protagonista y narrador, Jacques, joven maestro en un pueblito perdido del sur de Chile que se duele aún de la marcha de su padre, que se volvió a su París natal el mismo día que el hijo regresaba al pueblo con su diploma de enseñante bajo el brazo.

En menos de 150 páginas, Jacques y todo su entorno -la madre rota pero digna, el molinero que hornea baguettes, el alumno adolescente que sueña con el sexo- verán cómo sus vidas anodinas, de personajes secundarios que sueñan con ser protagonistas, son sacudidas por secretos inesperados, con el arduo trabajo de madurar como trasfondo.

«La velocidad, profundidad e intensidad con las que los personajes tienen que tomar decisiones es el principal encanto de la novela», reflexiona el autor mientras acaricia su obra recién salida de la imprenta, «conmovido por la novedad del libro en las manos».

A Skármeta le parece «increíble que en 150 páginas suceda tanto, y que todo lo que ocurre les afecte de manera tal que les deja al borde de una vida distinta».

Protagonista es también la época en la que transcurre la historia, principios de los sesenta, omnipresente en la novela por las muchas referencias cinematográficas y musicales que salpican sus páginas: «Río Bravo», John Wayne, Anna Magnani, Angie Dickinson, Lucho Gatica, Paul Anka, Elvis Presley…

Por contra, ni una sola referencia política, al contrario que ocurre en buena parte de su obra anterior, como «Soñé que la nieve ardía» o «El baile de la victoria» (Premio Planeta 2003).

«Un padre de película» sucede «antes de Pinochet, de Allende», refiere este escritor que se exilió voluntariamente con su familia tras el golpe militar que llevó al poder a Augusto Pinochet, para no regresar a Chile hasta 1989.

«Busqué justamente privarla de esa acotación de la angustia política, porque quería que se revelaran aspectos del alma más esenciales de los personajes», precisa.

Porque la palabra «esencial» se repite una y otra vez cuando Skármeta habla de su última obra: «Esta es una novela de emociones esenciales profundas, de sacrificio, de redención, de entrega, de amor a flor de piel, una novela que nace del alma y que toca a grandes emociones familiares».

Precisamente, Skármeta apela a la emoción del propio lector a la hora de hablar sobre el (quizá) inesperado final del relato.

«Así como los personajes tienen que tomar decisiones, los lectores a su vez tienen que hacer un aporte con su imaginación y su emoción para completar el trazo que el autor ha comenzado», señala sobre un recurso literario que también empleó en la celebérrima «El cartero de Neruda».

Mientras prepara para el año que viene su próxima novela -en la que proliferan maestros y profesores-, Antonio Skármeta, con su risa afable y su figura rotunda, representa la antítesis del escritor atormentado.

«No dejo de escribir con una sonrisa en los labios, me produce una suerte de ternura, de alegría, que ni siquiera tratar con temas tan turbulentos (como los que ha abordado en otras novelas) me ha quitado la sonrisa», concluye.

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