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El largo camino de Eva Gómez hasta la Quinta Vergara

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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Tiene 39 años, pero su ascenso ha sido tan rápido como sospechoso para sus detractores. ¿Cómo fue que una chica de los arrabales de Sevilla que llegó al país a buscar una vida más cómoda, terminó conduciendo el carnaval de Chile? Sepa cómo lo logró.


“¿Señor, tiene pico?” preguntó Eva Gómez al mozo cuando vio que entre las cosas para comer en el restaurant donde estaba no había grisines, que en España se llaman “picos”, pero que ella como andaluza recién llegada había pronunciado comiéndose la  “s”.

Aunque este episodio ocurrió hace casi diez años, una de las preocupaciones hoy de Eva Gómez, en su rol como conductora del Festival de Viña del Mar, es precisamente suavizar el acento natal y pronunciar mejor.

Por estos días trabaja puliendo su dicción con el fonoaudiólogo Ricardo Alvarez, socio de Myriam Hernández en su academia de canto y con Claudia Berguer, la mujer del actor Héctor Noguera que en su momento le dio clases de expresión corporal al ex ministro de Hacienda Andrés Velasco.

“Alternativa y artesa”

Eva Gómez creció en una familia de clase media en Sevilla. Su padre Victoriano Gómez era un militar que murió en 1998 cuando ella ya era estudiante de Periodismo en la Universidad Diego Portales. Su madre es modista y sin duda le heredó el gusto por la alta costura, pero que allá como una niña que se crió en un bloque de departamentos no habría podido concretar.

Desde que es rostro de Chilevisión y su sueldo sobrepasa los $4 millones mensuales, es cliente habitual de los diseñadores chilenos Luciano Brancoli y el fallecido Jaime Troncoso, a quién rendirá un homenaje usando uno de los vestidos que dejó.

Ninguno de estos vestidos y menos el sueldo de siete dígitos formaban parte del atuendo de la joven española de 21 años  que trabajaba en el pabellón chileno de la Expo Sevilla ’92, quién sí tenía la ilusión de una vida distinta. Y salió a buscarla fuera de su país, junto al ingeniero chileno Fernando Pesce, su primer marido con el que tuvo dos hijos.

[cita]“En el trato es una mujer agradable. Tiene sentido del humor, pero al mismo tiempo un carácter fuerte. Puede reír a carcajadas y al segundo estar discutiendo a gritos con alguien”, dice un ex integrante de su equipo.[/cita]

Seguía siendo una alumna sencilla en la Universidad Diego Portales donde cursó periodismo y tenía un perfil “medio artesa, o incluso alternativo para vestirse”, cuenta una compañera de esa época, donde también se topó con otros que se convertirían en rostros de televisión como Julia Vial, Julián Efelbein, Francisco Sagredo, Carolina Urrejola o Jennifer Warner. Por el patio de Ejército 141 también paseaba Pablo Morales, una figura clave para entender su ascenso posterior.

En clase, Gómez se perfilaba como la alumna con intereses intelectuales. Sus compañeros la recuerdan como preguntona y muy inquisitiva en relación a los demás.

“Para la mayoría periodismo era una carrera fácil, una plataforma para desarrollar otros intereses menos convencionales, como arte o literatura y las clases nos aburrían, pero ella lo preguntaba todo, no se guardaba nada, como que tenía hambre de destacar, o miedo a no ser del montón; el punto es que jamás hubo una clase donde estuviera en silencio”, cuenta uno de sus contemporáneos en la facultad.

El factor Luis Miguel

Si el futuro tuviera una relación directa con el proyecto de tesis que la condujo al título de Periodista, Eva Gómez debería ser ahora gestora cultural o curadora en un museo, porque su tesis fue sobre “La Función Democrática del Museo de Bellas Artes” a partir de la exposición “Chile, 100 años de Artes Visuales”.

Aunque está entre las tesis destacadas por la universidad, este trabajo fue sólo una anécdota entre las cosas que le pasaron a Eva Gómez ese año 2001. La casa de madera en la que vivía en Huechuraba se incendió y ella quedó prácticamente con lo puesto. Sus compañeros organizaron un evento artístico a beneficio, una “Evatón”.

En la primavera de ese año, leyó un aviso en el mural de informaciones donde decía que buscaban periodistas para trabajar en el programa de farándula SQP, que entonces conducía Jennifer Warner y al que llegaron también otros alumnos como ella, pero ninguno supo aprovechar mejor la oportunidad que tuvo al frente.

Descrita por quienes la conocen como una mujer inteligente, más visceral que alguien demasiado intelectual, lo que no sabe lo estudia con tesón. Con eso pudo haber llegado a destacar como lo que era: una eficiente productora periodística  Sin embargo el episodio que la hizo conocida tiene más relación con la potencia de su personalidad y el viejo anhelo de hacerse conocida.

Recibió la orden de ir hasta el restaurante “Aquí está Coco” en Providencia donde estaba el cantante Luis Miguel. El mexicano sin duda estaba entre sus referentes (“mi primer pololo se parecía a Luis Miguel”, dijo a revista Cosas). Eva regresó del reporteo “contando la trastienda de lo que había pasado, como que Luis Miguel había tratado de engrupírsela”, reveló la periodista Alejandra Valle en el programa “Intrusos” de La Red.

Como haya sido, el episodio fue suficiente para que al menos se hiciera conocida dentro del canal. Eran tiempos en que los programas de asistencialismo tipo “Hola Andrea”o “Buenas Tardes Eli” vivían sus últimos días y los canales buscaban la manera de reencantar a ese segmento. Chilevisión lo intentaría con un talk show y para encontrar a la conductora hizo un casting al que llegó Eva Gómez y fue seleccionada.

El programa duró cuatro años en horario de medio día y en el último tiempo las cifras de rating caían estrepitosamente, pero ella se mantenía incólume, no así su equipo que ya tenía alta rotación en relación a los demás.

La bomba andaluza

“La editora llega primero y se va al último”, le gritó Eva Gómez a la editora general de su programa que por un día dejó de irse cerca de la madrugada y abandonó el canal a las 21:00 dejando algunas cosas a medio hacer. Ya en 2006, costaba cada vez más que  la gente contara sus casos en televisión a cambio de nada y muchas veces miembros del equipo iban a pararse con pendones a la Plaza de Armas para atraer testimonios.

La tensión iba en aumento y el carácter de Eva Gómez en nada ayudaba a bajarla.

“En el trato es una mujer agradable. Tiene sentido del humor, pero al mismo tiempo un carácter fuerte. Puede reír a carcajadas y al segundo estar discutiendo a gritos con alguien. Aunque ella insiste en decir que no es la dueña del programa, estaba claro que cualquier sugerencia suya era tomada muy en serio por el director”, dice un ex integrante del equipo, quien agrega “tendía a contar sus problemas personales a todo quien quisiera escucharla dentro del equipo. Así fue como nos enteramos de las dudas que tuvo sobre Pablo Morales cuando supo que estaba embarazada. Se preguntaba si él sería un buen padre (no está nunca, pasa trabajando, pasa colgado al teléfono….)”.

Ciertamente su relación con Pablo Morales, director de Programación y Contenidos de Chilevisión es determinante en el trato y la percepción que en el canal existe de ella. Cuando el formato de medio día de “El Diario de Eva” ya no resistía más, ella tuvo un fuerte altercado con el editor César Olivares. A Gómez le molestaba su estilo de trabajo y en especial los casos que llevaba al programa. Olivares le pidió a Pablo Morales que intercediera, pero el resultado fue reinventar el programa, sin que ella se moviera de su puesto y convertirlo en lo que es ahora, un espacio para la vitrina de problemas entre adolescentes que, vale decirlo, hizo que el show reviviera en un comienzo.

Rezando a San Expedito

Hay gente en la estación que la detesta y no se guarda los adjetivos en voz baja. Entre ellos se dice sin fundamentos de fondo que es obvia la relación entre el cargo de su marido y su elección como animadora del Festival de Viña. Pero da lo mismo, Eva Gómez ya lo logró y al único que tiene que rendirle cuentas es a Dios. Por eso, el 18 de febrero, tres días antes de su debut en la Quinta Vergara estuvo sentada en la parroquia de San Expedito en Reñaca. Con la cara deslavada y lejos de la alta costura. Tenía un santo en la mano, un rosario en otra, la cara deslavada y parecía ensimismada en sus oraciones.

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