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Albert Camus y la nueva edición de sus crónicas: un extranjero en el bolsillo

En este libro recientemente publicado en Chile, el autor describe geografías pobladas por hombres silenciosos que beben cerveza en bares o cafés, y a poetas reflexivos que ven caer la tarde mientras siguen con tibia esperanza el vaivén de una falda de mujer que se pierde en el calor de la noche del África de norte.


“Bodas y El verano” reúne 12 piezas del escritor francés que van de la crónica al diario personal y que ponen al hombre sólo con su corazón tan grande bajo el imperio de la naturaleza y el tiempo. “Sólo con las armas en la mano y un nudo en la garganta”, escribe el Nobel francés.

Estás crónicas hablan de lugares desconocidos para la mayoría de los occidentales. Djémila, Argel, Orán… lugares donde la belleza del paisaje contrasta con la soledad humana descrita y estudiada con placer y dolor por el Premio Nobel de Literatura francés Albert Camus.

Nacido en Argelia en 1913 y muerto en Francia en 1960, en este libro recientemente publicado en Chile, Camus describe geografías pobladas por hombres silenciosos que beben cerveza en bares o cafés, y a poetas reflexivos que ven caer la tarde mientras siguen con tibia esperanza el vaivén de una falda de mujer que se pierde en el calor de la noche del África de norte.

“Las cosas que de veras lo conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que él ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales: el trajín de su barrio, los olores del verano, las playas de arenas ardientes”, escribe Mario Vargas Llosa en un estudio sobre “El extranjero” y las sentencias del peruano sirven también para degustar “Bodas y El Verano” (DeBolsillo, 2011).

Olor de amor

“Soy un hombre rico sólo en dudas, con un trabajo todavía en progreso y acostumbrado a vivir en la soledad del trabajo”, dijo el escritor, dramaturgo, periodista y filósofo francés en 1957 al recibir el Premio Nobel. Y ese ars poética se encuentra en “Bodas…” con la tierra roja de Argel y sus playas que lo alucinaron y formaron. Mar, estrellas y ciudades que sostuvieron su paseo vagabundo e intelectual que mezclaba la erudición griega con la descripción certera de una calle, un round de box o la forma en que la luz baja por las estatuas de los muertos.

Camus describe esa soledad poblada “que se va a buscar a las ciudades” y la brisa del mar que electrifica el pecho. “Por la misma época los algarrobos ponen un olor de amor sobre toda Argelia. De noche, o después de la lluvia, la tierra entera, mojado el vientre por un semen con perfume de almendra amarga, reposa de haberse dado todo el verano al sol”, escribe en “El verano de Argel”.

“Ciertas tardes, cuando el cielo se cubre de sangre, los caballos de piedras, en los monumentos del Rin, parecen volar”, dice en “El minotauro del alto de Orán” en un ejercicio que como toda la obra de Camus, mezcla una prosa poética impecable con la reflexión filosófica que deja traspuesto.

Camus pensaba que la sociedad que le tocó vivir durante la primera mitad del siglo XX fue una era de “febril nihilismo” donde el hombre masticaba en soledad el devenir histórico “con las armas en la mano y un nudo en la garganta”.

A 51 años del accidente que terminó con su vida y su deportivo achurruscado contra un árbol, su obra se mantiene vigente. Y si Vargas Llosa considera que Meursault (el protagonista de su libro más famoso), es un “extranjero en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos”, pues que esta lectura sea como una contraseña para todos los extranjeros que caminan perdidos en la soledad acompañada de estas ciudades.

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