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Ciudad de payasos

Miguel Wolter
Por : Miguel Wolter Licenciado en Literatura UDP
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Esta novela gráfica escrita por Daniel Alarcón e ilustrada por Sheila Alvarado, bien podría suceder en un Santiago, injusto y desolador y no en Lima, como realmente ocurre. Es una novela de toda ciudad latinoamericana.


Juan, periodista en un diario limeño, escribe de fútbol, política, redadas antidrogas y accidentes de tránsito, entre otra tanda de cosas. Por eso, le es más fácil conseguir un obituario gratis, y de esa manera rendir un homenaje al padre que no despedirá en su funeral. Se trata solo de un favor.

Ciudad de payasos, la novela gráfica escrita por Daniel Alarcón e ilustrada por Sheila Alvarado, bien podría suceder en un Santiago, injusto y  desolador y no en Lima, como realmente ocurre. Es una novela de toda ciudad latinoamericana.

Juan, alias el Chino (también conocido como Piraña) esta marcado por la migración interna y el afán de creer que en la capital las cosas buenas suceden. Es distinto conocer Lima, viviendo en la periferia, que observarla desde un lugar que vale cien millones. Su padre ha muerto y empieza un proceso retrospectivo que le resulta transformador. Juan debe escribir una crónica de payasos, artistas de zapatos grandes, caras maquilladas, trajes rimbombantes  y voces trucadas. Paralelamente debe también  resolver la relación que tuvo con su progenitor y encarar la radicalización de la que mantiene con su madre.

Aquí la historia se cruza con la de su madre, asesora del hogar, simple nana, quien trabaja para una familia que siempre los ha apoyado, la misma que se verá afectada por ciertos robos. Los recuerdos de su infancia y la imagen creada de su madre se mezclan con la intención de cuestionar la realidad.

El Chino vive esos procesos mientras descubre la ciudad, viendo realidades muy diversas y simultáneas: en las calles, en el transporte público, en los barrios.  De ellas surge una Lima gris, violenta y caótica, en lo social y en lo político, en la que se marcan indelebles las diferencias sociales, incluida la de su geografía. El también está marcado pues es Piraña, la denominación clasista para los de su tipo, los hijos de las empleadas domésticas.

Más allá del estigma clasista con que carga el Chino, lo intrigante del relato se enfoca en el nuevo mundo que empieza a entender y con el que se mimetiza lentamente, en especial mientras avanza en su reportaje sobre los payasos, cada vez que se sube a un bus. La  ciudad se empeña en absorberlo, en hacerlo invisible, como acostumbrada a silenciar disconformes.

El protagonista enfrentado al abandono temprano de su padre, debe lidiar con la existencia de otra familia, y con la rendición y entrega absoluta de lo que él define la dignidad, por parte de su madre. Desea entenderla y apoyarla, aunque sabe que no lo hará. Le es  doloroso sentir que la madre se ha rendido y no saber cuanto poder tolerarlo. Pero Juan no se preocupa ni se siente mal por ello. Si su padre vivía el mundo de la calle como un ladrón de casas, él no tiene impedimento para transmutarse en payaso callejero.

Ciudad de payasos trata de identidad y soledad, pero también de lo invisibles que pueden ser las personas pese a estar a la vista de todo el mundo. Todo ello en una imagen, gráfica y textual, que plantea momentos sociales y culturales como si fueran espacios en los que se manifiestan experiencias de vida sutilmente seleccionadas. Buscar esos detalles, que se mezclan con modismos e imágenes en cuadros monocromáticos, puede resultar en un análisis no solo interesante sino también perturbador. Recomendable e innovadora, la novela gráfica vuelve a sus fueros.

  • Ciudad de payasos, Alfaguara. 2010. Escrito por Daniel Alarcón e ilustrado por Sheila Alvarado.
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