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«Clínica Jardín del Este»: el lucrativo negocio de la cirugía plástica que sólo unos pocos pueden pagar

«Clínica Jardín del Este»: el lucrativo negocio de la cirugía plástica que sólo unos pocos pueden pagar

El nuevo libro de la serie «Barrio Alto» de Elizabeth Subercaseaux trae las nuevas aventuras de Alberto Larraín Errázuriz, el rimbombante y adinerado empresario que junto a sus camaradas descubrirá otra mina de oro: una clínica de cirugía estética «top» que sólo unos pocos podrán pagar. En esta entrevista, la autora cuenta cómo se sumergió en el pantano de la Salud como bien de consumo y vio reflejado en él una realidad del Chile contemporáneo.


La serie «Barrio Alto» es un retrato de Chile. Un retrato más contemporáneo que nunca. Sus primeros dos volúmenes, «Vendo casa en el barrio alto» y «Compro lago Caburga» reflejan cada uno facetas distintas de la elite chilena de nuestros días, con sus apellidos rimbombantes, sus nexos y contactos, sus colegios en el Santiago oriente, sus camionetas último modelo, sus mansiones en La Dehesa o en San Damián o en Santa María Manquehue, y sus domingos en la parroquia del sector. El primer libro plantea el tema de la división por barrios de la capital y el consecuente clasismo que deriva de éste, mientras el segundo propone una mirada hacia la esfera política, la importancia de los contactos y el rol de los negocios en este mundo.

Esta vez, la escritora y periodista chilena, Elizabeth Subercaseaux, vuelve a la carga con el tercer volumen de la colección: «Clínica Jardín del Este», de la editorial Catalonia, una novela que relata la historia de un grupo de distinguidos empresarios capitalinos que se animan a invertir en el rubro de la salud y la estética, creando una clínica «vip» y una isapre afiliada. Lo mejor de lo mejor para quienes pueden pagarlo. Una crítica hacia cómo la salud se convierte en otro factor de segmentación socio económica. «Clínica Jardín del Este trata el tema de las diferencias que provoca el sistema de libre mercado a la hora de la salud, pero también el tema de la obsesión por la juventud, la flacura, la belleza, además de la terrible discriminación  y falta de apoyo social que padecen las personas transexuales», explica a este medio la autora de la trilogía.

¿Cómo se gestó la investigación previa para escribir este libro?
La novela está respaldada por una investigación que me tomó alrededor de ocho meses y consistió básicamente en reporteo de hospitales, policlínicos periféricos y postas de urgencia de la Región Metropolitana de Santiago, entrevistas con médicos, sobre todo médicos especialistas en cirugía estética (uno de los temas de la novela), psiquiatras que trabajan con pacientes transexuales (otro tema de la novela). Y leí todo lo que pude en ese mismo período sobre el manejo de las Isapres, transexualismo y salud pública.

 ¿Qué fue lo que más llamó tu atención?
En el curso de la investigación pude constatar la enorme diferencia que existe en Chile entre salud pública y salud privada, clínicas de lujo y hospitales del Estado, los recursos de unos y los escasos recursos de otros, la buena calidad de la medicina que se imparte en unos y la mediocre calidad de medicina que se imparte en otros.

¿Cómo retrata tu obra el actual sistema de salud chileno y cómo influye en el acceso a él la condición socio económica del cliente?
El actual sistema de salud chileno, inserto en el sistema del libre mercado -usted paga un precio alto y yo (Isapre) le vendo una buena calidad de salud- produce las diferencias más crueles imaginables. Por razones obvias. El que tiene dinero puede pagarse una buena calidad de salud, el que no, debe contentarse con lo que le ofrece Fonasa y Fonasa aún está ofreciendo salud de mediana calidad, hay colas para operarse, los hospitales públicos no están ni cerca de alcanzar la calidad, el confort y los presupuestos con que trabajan las clínicas privadas. Si va al hospital Alberto Hurtado y entra en una sala común podrá constatar que esa sala con olor a humedad, oscura, no tiene nada que ver con la pieza luminosa y agradable de la clínica Santa María, por nombrar alguna de las del barrio alto. La condición socio económica del paciente determina la calidad de salud que va a recibir, en circunstancia que en una sociedad más equitativa, más inclusiva y más justa cualquier persona debería tener acceso a la misma calidad de salud. No hay vidas que valgan más que otras.

Personajes que tienen algo de familiar

Alberto Larraín Errázuriz es un personaje cuyo protagonismo atraviesa los tres libros de «Barrio Alto». Encarna la figura de muchos padres de familias «elitescas», a la cabeza del directorio de su empresa, moviéndose dentro de un privilegiado grupo de la sociedad chilena donde se come bien, se habla bien, se viste bien, se es «gente bien». Con ese argumento como base, Alberto sabe tratar a sus pares a sabiendas de qué es lo que necesitan. Eso de la boca para afuera, porque puertas adentro, en el entorno familiar, el protagonista sabe poco y nada sobre cómo solucionar sus conflictos e interactuar con los demás.

¿Cómo desarrollas y además haces crecer y evolucionar – a través de los tres distintos libros- la voz de un personaje masculino como Alberto Larraín Errázuriz, con sus características? ¿Te inspiraste en alguien?
Todos los escritores, hombres y mujeres, trabajamos con voces masculinas y femeninas, indistintamente. Marguerite Yourcenar se metió en la voz del emperador Adriano, Flaubert en la de Madame Bovary, etc. Alberto Larraín Errázuriz ha ido desarrollándose a través de la serie en la medida de su propia historia, como en cualquier novela y no está inspirado en nadie en particular, pero seguramente tiene algo de muchas personas que yo he conocido en mi vida.

¿Tus personajes y escenarios son un cliché?
No, en absoluto. En esta novela, ni en las dos que la precedieron no hay ningún cliché, lo que pretendo hacer con la serie Barrio Alto es crear una suerte de espejo de un sector de la sociedad chilena y lo que trato de evitar, precisamente es el cliché, la burla, el sarcasmo.

Discriminación e identidad sexual

En «Clínica Jardín del Este», Elizabeth Subercaseaux indaga en un tópico que no había abordado en las anteriores novelas de la serie: el transformismo sexual. Un tema que rara vez se aborda de forma abierta en las esferas altas de la sociedad chilena donde estos conceptos suelen ser generadores de tapujos y una fuerte discriminación. Esta última es de hecho uno de los motivos que llevó a la autora a incorporarlo en su obra.

¿Cómo abarca y plantea el libro el tema del transformismo sexual y por qué decidiste que así fuera?
Yo no sabía nada de este tema antes de escribir la novela. Entrevisté a médicos, leí libros escritos por transexuales hombres y mujeres (en Estados Unidos), me metí lo más que pude en su mundo, en su psique, hablé con psiquiatras expertos en el tema. Los transexuales, como otros grupos minoritarios chilenos, son terriblemente discriminados, además existe una profunda ignorancia sobre el tema –yo misma lo ignoraba casi todo del tema antes de investigarlo. Y si aparece en la serie Barrio Alto es en parte porque uno de los grandes temas de esta serie es precisamente la discriminación.

En síntesis, ¿cómo asume el chileno de clase alta el tema de la identidad sexual?
Se ha avanzado muchísimo en Chile, cosa de la cual creo que todos nos alegramos. Antes, hablar de homosexualismo era casi como hablar de un pecado, hasta hace bastante poco los homosexuales eran discriminados. Hoy es un tema que se debate, estamos ad portas de reconocerles todos sus derechos, que se casen, que se hereden, que sean felices, libres y fuera del closet como cualquier mortal que se empareja con la persona que ama, etc. Y eso es desde todo punto de vista un paso hacia el progresismo y la inclusión.

 ¿Y cómo asume y enfrenta este grupo la tremenda importancia que tiene en la actualidad la belleza y el concepto de la «eterna juventud»?
Yo no tengo nada en contra de las mujeres que  quieran verse más jóvenes, más lindas y más desarrugadas, muy bien, el problema está en este sistema perverso, que permite que unos tengan dinero para levantarse el traste, estirarse la cara o inflarse los labios para que se vean sensuales, mientras otros no lo tienen para operarse a tiempo de una vesícula o ponerse una prótesis en la cadera y convalecer en una habitación limpia y digna. También hay que tener cuidado con esto de operarse la cara a cada rato, ponerse botox, pechugas y demás, no vaya a suceder lo que dice el doctor Drauzio Varella en el epígrafe de mi novela: “En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para las mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años tendremos viejas con tetas grandes y viejos con penes duros, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven”.

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