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Un recorrido por la 55 Bienal de Venecia: entre Los sueños sonoros y El Palacio Enciclopédico

Un recorrido por la 55 Bienal de Venecia: entre Los sueños sonoros y El Palacio Enciclopédico

esta nueva versión de la esperada Bienal, de alguna manera, sin escapar al mercado y el momento político de la actualidad, nos da una mirada más profunda en el tiempo. Al incluir artistas de muy diferentes generaciones y situaciones geográficas y temporales y darles cierta visibilidad a otros países con sus pabellones repartidos en la ciudad. Esta visión amplia del arte es abrumadora por una parte, pero ciertamente refrescante en todo sentido.


El juego y la interacción entre el mercado y la producción del arte contemporáneo, ha sido fundamental en las últimas décadas, sobre todo desde la irrupción del arte conceptual. El conceptualismo definió desde sus inicios estrategias para permanecer fuera del mercado, y por ende de la producción de objetos y acciones efímeras. Sin embargo, finalmente, hasta sus gestos más radicales han podido ser atrapados y manipulados por este.

La Bienal de Venecia, una de las más antiguas y respetadas, tampoco se escapa del juego y la especulación, convirtiéndose junto a las principales ferias de arte, en otro lugar de transacción del arte como mercancía. Junto a los coleccionistas y galeristas, es además un territorio apetecido por las naciones mismas que buscan por medio de sus representaciones artísticas consolidar sus políticas culturales y realizar presentaciones de poder frente a otras naciones. Este año como ejemplo fue especialmente importante lo ocurrido con los artistas que representaban a las Islas Maldivas que después de un golpe de estado, conto con dos representaciones, una oficial y otra paralela. El pabellón de Venezuela  con su agenda política, era a su vez, una embajada representando al chavismo, jugando con lo alternativo en sus proyecciones de imágenes del arte de la calle y el grafittti.

Históricamente, la Bienal desarrollaba su exposición en los jardines donde muchos países, en su mayoría europeos, construyeron pabellones especiales para ellos. Posteriormente, el Arsenal se sumo para presentar la exposición principal y el statement de los curadores invitados ofreciendo una mirada particular paralela a las históricas representaciones nacionales. Actualmente como son muchos otros países los que también quieren participar y no es posible por razones de estrategia y territorio construir nuevos pabellones, se utilizan diferentes espacios como conventos, escuelas, iglesias, palacios incluso plazas para presentar a los artistas. Las representaciones nacionales han llegando este año a sumar ochenta y ocho, cada una en espacios diferentes, convirtiendo la Bienal en un fenómeno expositivo que se desborda por toda la ciudad.

En su 55 edición la Bienal de Arte de Venecia abrió sus puertas el sábado 1 de junio. La exhibición principal titulada Palacio Enciclopédico, tenía como objetivo principal la utópica idea de albergar en un mismo espacio todos los conocimientos de la especie humana representados desde el ámbito de lo artístico. Así lo concibió Massimiliano Gioni, el joven comisario de la Bienal, un crítico de arte italiano que vive en Nueva York y quien ha elegido personalmente la obra de los 155 artistas del mundo que participan en esta muestra especifica, la principal de toda la Bienal.

La Bienal logro este año un nivel destacado, en comparación con la de los años anteriores, y aunque es imposible hablar de todas las exhibiciones que la conforman, comentare solo algunas de las obras más importantes.

En Palacio Enciclopédico, se encuentran las obras de tres importantes figuras influyentes de la cultura del siglo pasado. Siendo que ninguno de ellos era artista visual, si realizaron como parte de sus investigaciones obras para ilustrar sus ideas y metodologías que luego han servido de inspiración a muchos artistas incluso hasta los días presentes. Me refiero a Rudolf Steiner, Carl Gustav Jung y Aleister Crowley. De Rudolf Steiner se podía apreciar una gran cantidad de las pizarras originales que ocupaban una gran sala y estaban distribuidas en tres grandes paredes. Las llamadas pizarras, son más bien papeles negros donde Steiner iba graficando en cada una de sus conferencias a principios del siglo XX, sus investigaciones sobre la vida y el cosmos. Muy cercano a estas obras encontramos el manuscrito de El libro rojo de Carl Gustav Jung, que exhibido en una vitrina, nos permitía admirar la caligrafía del psicoanalista y los dibujos que intentaban dar sentido a sus sueños. Así estaban también algunas de las cartas pintadas originales del Tarot de Aleister Crowley.

Volviendo al momento contemporáneo y a las representaciones nacionales, quisiera entre muchos destacar a Bill Culbert en el pabellón de Nueva Zelandia que trabaja en la reformulación de objetos cotidianos al agregarles luces de neón. En una de sus instalaciones colgó del techo mesas y sillas al revés dando la sensación de una sala de clases. En el pabellón alternativo de Palestina, la monumental y frágil instalación de una ciudad del artista Bashir Makho donde el publico podía participar armando con las cajas de cartón ofrecidas, su propia visión de casas o edificios. La impecable instalación del artista chino en el exilio Ai weiwei en una iglesia donde representaba al interior de seis conteiner cerrados y por las que solo se podía ver por unos espacios muy pequeños, en escala más pequeña que el porte del ser humano normal, diferentes escenas de cuando él mismo estuvo prisionero.  Ai weiwei también mostro una obra al interior del pabellón de Alemania. Era de destacar la representación de Indonesia en Arsenale,  donde el curador genero un espacio donde integraba en una gran escena de corte teatral, las diferentes obras de los artistas interactuando entre sí.

En Gardines, la artista Kim Soya de Corea realizo una obra destinada a los sentidos y la reflexión de una situación especial. Después de transformar el edificio en una sala de reflejos infinitos que actuaba como espacio de meditación y de auto-reflexión, se ingresaba en otra sala más pequeña donde solo podía entrar una o dos persona al mismo tiempo. Allí se permanecía un minuto en completa oscuridad y silencio. El pabellón de España curado por Octavio Zaya, ha querido expresar los desastres de la crisis inmobiliaria, el exceso de urbanismo y de sus materiales que inundan muchas partes del mundo, con la obra de la artista Lara Almarcegui. La instalación llenaba el pabellón con toneladas de escombros que simulan los materiales que se usaron para construir la infinidad de edificios.

El pabellón ruso es también digno de mencionar pues finalmente, se le ha dado espacio a unos de los artistas más importantes de la escena rusa representativa de los años 80s y posteriores. Nos referimos a Vadim Zajárov quien en su instalación y performance contante integraba todo el espacio a través de mecanismos de circulación de monedas doradas. Estas finalmente caían como «lluvia de oro» (recordando aquella que caía sobre Dánae), en el subterráneo del edificio, cuyo acceso se limitaba solo a las mujeres protegidas con un frágil paraguas. Los otros espectadores solo podían observar desde arriba desde un balcón circular la caída dorada y las damas cuidadosamente recogiendo monedas que ingresaban otra vez al sistema, pudiéndose quedar solo con una moneda.

Paralelo a todas las muestras e inauguraciones algún otro artista iba pegando afiches poéticos por la ciudad con la frase: Sueños Sonoros.

Así esta nueva versión de la esperada Bienal, de alguna manera, sin escapar al mercado y el momento político de la actualidad, nos da una mirada más profunda en el tiempo. Al incluir artistas de muy diferentes generaciones y situaciones geográficas y temporales y darles cierta visibilidad a otros países con sus pabellones repartidos en la ciudad. Esta visión amplia del arte es abrumadora por una parte, pero ciertamente refrescante en todo sentido.

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