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Joel-Peter Witkin en Chile: el David Lynch de la fotografía Nunca los muertos estuvieron tan vivos en el Bellas Artes

Joel-Peter Witkin en Chile: el David Lynch de la fotografía

Rescatando la belleza desde lo más abyecto, este fotógrafo estadounidense toma de la morgue a sus “modelos” o los escoge de entre enanos, transexuales y personas con alguna deformidad, para transformarlos en sus fotografías en personajes de famosas pinturas o mitos, reversionándolo todo mediante su delirante ojo. También ocupa miembros de algún muerto para mezclarlos con frutas, relojes y elementos varios, y componer con ellos una inquietante naturaleza muerta.


Difícil es quedar indiferente ante la fotografía de Witkin. Incluso, más de alguien puede llegar a escandalizarse a primera vista. Sobre todo si no se está familiarizado con o advertido de la obra del autor, o si se es un espectador frívolo. Pero el arte de Witkin –pues sus fotografías lo son a cabalidad– crea un lenguaje sublime que, más allá del bien y el mal, supera los límites de la fotografía y se entremezcla con la pintura y la escultura arrojando un resultado desconcertante, escabroso, antitabú. Opera con la moralidad del inconsciente y no es casualidad que por ahí se asome más de algún monstruo… Dicho de otro modo, Witkin comprende que los monstruos pueden llegar a ser bellos.

Para quienes no conocen la obra fotográfica de Witkin, y para que se hagan una idea de ésta, habría que decir en clave pop (y exponiéndome al rechazo de los más puristas y entendidos), que sus fotos son algo así como un cruce entre un video de Maryln Manson, una película de David Lynch, más la pintura de Goya, Bacon, Boticelli, Giotto y Velázquez. “Algo simple de digerir”… En clave metafísica, sus fotos siempre tienen de fondo a la muerte y el pasado mezclado con el futuro como engranaje surreal. En clave “ortopédica”, su obra está poblada de seres deformes que expone para derrochar su belleza.

No es un fotógrafo de instantáneas

Witkin no es del tipo de fotógrafo cazador de momentos. Imagina con detalles sus fotografías, dibuja y pinta sus decorados (él hace tableaux: antiguo recurso  y pasatiempo, en el que un grupo de personas posaban para representar una pintura) y luego escoge con pinzas a sus modelos tomando cadáveres de la morgue, o miembros de cadáveres (en una foto aparece un cadáver sin cabeza combinado con la cabeza de otro cadáver; bromea él diciendo que es un autorretrato). Tan bizarra es su propuesta, que ha llegado a poner anuncios en prensa buscando enanos, tullidos, transexuales y todo tipo de freaks para posar en sus fotos.

En la familia de Witkin todos eran vidrieros. Su padre tempranamente lo incluyó en su trabajo y lo puso a romper vidrios. Un día se enterró una astilla en el ojo y su padre se la sacó. Cuenta que fue su única comunicación cercana con él. También cuenta que cuando lo visitaba le mostraba fotografías extrañas de la revista Life, o Look, de periódicos como el Daily Mirror o The News. Tenía cinco años y entiende él que algo quería decirle su progenitor… Otra anécdota que marcaría su vida –y que en algo explica su obra- es la que cuando pequeño presenció un accidente automovilístico y vio rodar una cabeza que se aproximó hacia él.

Suele ser su trabajo en blanco y negro –que para él son los colores de la fotografía- y cuando usa el color emplea pigmentos y materiales de su ocurrencia con los que experimenta en collages u otras composicones. No usa trucos computacionales y sus fotografías son de un solo tiro. Antes de ser el artista que se pasea por todo el mundo y expone en el MoMa, el Museo Metropolitano de Nueva York, la Galería Baudoin Lebon de París (de donde vienen sus obras), Witkin trabajó en laboratorios de fotografía en color, por lo que conoce el proceso en profundidad. De ahí que desconfíe de los colores de la fotografía, pues sabe que son el resultado de determinados procesos físicos y químicos que dependen de los fabricantes. Para él son poco reales, por lo que fabrica sus propios colores para obtener una respuesta más emocional y menos lógica y científica.

Witkin en Chile. Los escasos minutos con un genio

Varios días pasó Joel Peter Witkin en Chile. Un día dictó una conferencia en  el centro Cerro Cárcel de Valparaíso, en otro inauguró su exposición “Vanitas” en el Bellas Artes y en un tercero dio otra charla en la Biblioteca Nacional en la que previamente se exhibió un documental sobre su trabajo. En todos ellos concitó la atención de gran público: todos sus eventos fueron a tablero vuelto. Todo un rockstar de la fotografía, fotógrafo de culto. No fue fácil conversar con él, pues siempre estaba rodeado de fans que querían decirle algo, preguntarle algo o sacarse una foto con él: fueron decenas de fotos con el fotógrafo. Nada de extraño en una era pokemona y facebookística. De cualquier manera, este joven de 70 y tantos siempre se mostró amable y entusiasta con su fans, bromeó con ellos, les prestó harta oreja, e intuyo que nunca imaginó tanta devoción hacia su persona.

Primero están su lentes, luego sus ojos y a continuación su mirada. Luce demasiado jovial y excitado para tener setenta y tantos.

Cuando escoge personas deformes, enanos, transexuales como modelos, ¿su elección es acerca de comunicar compasión o es simplemente humor negro, o es ambos, o es una manera de expandir los cánones de la belleza?

No creo que sea gente deforme, porque deforme connota que nosotros tenemos una forma mejor cuando somos normales que cuando somos anormales. Esto es lo que quiero reafirmar en mi trabajo: ‘que hay una belleza en cada una de las personas’.

Crecí con mi abuela que tenía una pierna gangrenada que le sangraba. Ella había sufrido un accidente. De modo que crecí amándola y oliendo ese aroma de su pierna, a la vez que viéndola deteriorarse. Mis sentimientos por ella eran más fuertes que su enfermedad. En mi caso es un sentimiento de compasión, pero a la vez me gusta presentar las cosas en una forma muy dramática, porque es así: la vida es dramática y también es muy triste. Combino las cosas con compasión y tristeza bajo un sustento de emociones fuertes porque viví así, me crié así. No fotografío flores ni paisajes (otras personas puedan hacerlo). No es de mi interés, aunque igual las disfruto, pero lo mío va por retratar el alma humana en sí misma en muchos aspectos.”

No es lo mismo ver la muerte con nuestros propios ojos que contemplarla en una foto. La muerte es quietud. ¿Cuán importante es la quietud en su trabajo y cuán quieta es la muerte que usted nos muestra?

El problema es la quietud. La fotografía detiene el movimiento, detiene el tiempo. Estoy consciente de la quietud, pero en mi trabajo hago tableaux. Yo no tengo gente que anda saltando por todos lados, porque eso es más coreografía que fotografía. El problema es la palabra quietud (still). Cuando estás muerto, tu carne está quieta, tú eres una vida detenida (una naturaleza muerta, still life en inglés). Pienso en el arte del retrato, no hay retratos de personas saltando. Prefiero la palabra “taken” (tomada) que “still” (quieta, sin movimiento, muerta) porque cuando la fotografía es tomada, la vida en su tiempo es tomada, sustraída.
Pienso que hay una creencia muy básica en lo que la fotografía hace: que es detener el tiempo. No hay otros medios que puedan hacer eso. Otros medios son acerca del tiempo, tratan el tiempo, pero la fotografía lo detiene. De modo que podemos mirar y básicamente fascinarnos con lo que vemos ahí.”

¿Puede el arte renunciar a ser transgresor en estos tiempos?

El arte malo es transgresor. El arte bueno no lo es. Es iluminador en muchas maneras…
Pero la palabra transgresor depende de la persona. Hay gente que hace arte de manera sensacionalista, eso es transgresor. Pero no es lo que yo hago.

Si tuviera que explicar su obra a los niños, ¿qué les diría?

Vivo para crear imagines honestas de la vida. Valoro en gran medida la maravilla que es la vida. Trato con temas que no son para los niños (ríe), de modo que los niños tendrán que esperar para apreciar lo que hago. No hago fotografías para niños, hago fotografías para mí y las comparto.

 

La dificultad de traer a Witkin a Chile

Carla Franceschini, curadora de la exposición “Vanitas” en el Museo de Bellas Artes, quien lleva 25 años estudiando la obra del fotógrafo estadounidense, cuenta que «la gestión de traerlo demoró mucho tiempo y hubo mucha resistencia a conseguir auspiciadores por el tipo de trabajo de Witkin». Incluso confiesa que algunos organismos se opusieron. Claro, más de algún empresario o ejecutivo pudo interpretar que este tipo de arte puede dañar la imagen corporativa, pienso…

¿Cómo fue traer a Witkin a Chile?

Fue una gestión que se demoró tres años. Fue súper complicado, sobre todo porque la gente no está muy preparada para ver este tipo de arte. Hay mucho prejuicio. En lugares donde íbamos a pedir plata porque necesitábamos financiarlo, fue heavy, súper complicado. Pero de todas maneras teníamos el apoyo del museo de Bellas Artes. Esto se gestó desde que yo me tuve que poner de acuerdo con él, porque él me dijo que quería venir… Estaba en una etapa de su vida en que quería reivindicar  su arte y sabía que había muchas partes en donde no lo entendían. Y ahí empezamos a hacer todas las gestiones.

Fue súper complicado porque nosotros teníamos presupuestado una exposición de 60 obras, con un nombre X. Tuvimos que sacarle el nombre… porque la obra no venía. Al final hicimos un cambalache ahí y dejamos las 30 que están ahora en el museo. Son todas originales y eso hay que resaltarlo.

Parece que incomoda o escandaliza su obra.

“Se va a poner un letrerito afuera que va a aconsejar, en el fondo, que no son obras para cualquier persona…  que a lo mejor puede ofenderlos, que no son para niños. Igual se trajo una cosa que no era tan sexual. Se trajo una cosa del 82 hasta el 2011 pasando un poquitito por todos los períodos.

“Para contextualizar la obra, para que ‘no fuera tan descarnada’, hay obras de la Biblioteca Nacional y del Museo Histórico: ejemplos de foto forense, foto mortuoria, fotografía científica, en el fondo un mix con todo eso, tal como lo que hace Witkin.”

Nunca los muertos lucieron tan vivos en el Bellas Artes, nunca la muerte más desnuda, descarnada y bella.  Si se siente preparada o preparado para este banquete fotográfico, no se lo pierda. La muestra se extenderá hasta el 22 de septiembre.

 

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