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La última estación: la mirada poética en los asilos de ancianos Crítica de cine

La última estación: la mirada poética en los asilos de ancianos


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Hace unos días se estrenó el documental “La última estación” de Cristian Soto y Catalina Vergara. La película trata a grosso modo, sobre la vejez en los asilos de ancianos, haciendo hincapié en las monótonas rutinas y las paupérrimas condiciones de vida de quienes los habitan. Pero no nos dejemos engañar, porque después de estas palabras introductorias, fácilmente podría pensarse que este material está pensado para denunciar a los albergues, como entidades que no son capaces de tratar con dignidad a los abuelitos. Aunque algo hay de cierto, el registro pretende ir más allá, pues no intenta acusar a las instituciones, sino que ambiciosamente pareciera juzgar a la sociedad entera. El diagnóstico: una cultura enferma y triste que abandona a sus mayores, dejándolos en la más completa deriva emocional.

Premiado por el público en el reciente FIDOCS, “La última estación” también trata sobre el tiempo, sobre la velocidad, o mejor dicho sobre la lentitud. La cámara sigue durante más de cinco años las rutinas de los ancianos y se mimetiza con su ritmo, empática y cruda a la vez, pues si bien los trata y observa con cariño, no pretende imponer una falsa estética sobre la vejez. Vale decir, no veremos las típicas imágenes publicitarias de los viejos todavía saludables, que venden condominios o arreglos dentales mientras juegan con sus nietos, pero sí a distintos personajes, estáticos y perdidos en sus memorias, que sólo esperan su propia muerte sin saber de dónde les llegará.

Así, durante el transcurso del filme, asistimos al fallecimiento de distintos personajes con los cuales ya nos habíamos encariñado, sin morbo ni aspavientos sensacionalistas. Pero sí con la naturalidad que otorga al espectador, la mímesis con lo mirado; lo cual se logra mediante la observación metódica y continua, plagada de metáforas visuales que funcionan ya sea por contraste (abuelo agonizando en una habitación por cuya ventana se ve jugando a los niños de un jardín infantil) o por similitud en el abandono (el municipio no haya qué hacer con un árbol que removió para ampliar una avenida y lo planta en el asilo).

Un punto a favor: no hay un narrador tradicional, sino que el hilo argumental es conducido por los diferentes ancianos que aparecen en la película de forma casual, o sea, se trata de que “actúen” lo mínimo posible, dicho de otro modo, se notan las cientos de horas de grabación. Otro detalle muy delicado, es que pareciera que siempre estamos viendo las dependencias del mismo asilo, cuando en realidad son cerca de cinco las locaciones, en diferentes comunas y regiones de Chile. Lo cual sólo lo entendemos al ver los créditos finales y que confirma la universalidad del desafío que se plantearon los realizadores, gran mérito del montaje final, por supuesto.

“La última estación” es sin dudas -junto con “El otro día” de Ignacio Agüero-, uno de los mejores estrenos documentales del año, al cual se le agradece su visión poética de esta singular realidad, a la cual muchos de nosotros nos enfrentaremos (o enfrentamos) de forma inexorable.

Ficha

Dirigida por: Cristian Soto y Catalina Vergara

Dirección de fotografía: Cristian Soto

Producida por: Globo Rojo Producciones y Philip Gröning Filmproduktion

Duración: 90 minutos

Año: 2012

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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