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London calling: los jóvenes dramaturgos chilenos elegidos por el Royal Court Theatre Ellos son David Arancibia, Florencia Martínez, Bosco Cayo, Camilia Le-Bert y Claudia Hidalgo

London calling: los jóvenes dramaturgos chilenos elegidos por el Royal Court Theatre

Cinco jóvenes dramaturgos chilenos viajarán a Londres en septiembre para la lectura de sus textos en el prestigioso Royal Court Theatre. Sus obras hablan del Chile contemporáneo. Ése fue el encargo del teatro inglés en su taller dictado en Santiago.


Al principio, a la convocatoria de 2012 postularon 55 jóvenes dramaturgos, todos con al menos una obra montada y menores de 40 años. Luego, doce fueron los elegidos para participar en un taller del Royal Court Theatre de Londres que se realizó en Chile con el fin de escribir una obra. Y finalmente cinco fueron los escogidos: viajarán en septiembre a Londres para la lectura de sus textos en el marco de un programa del teatro, a propósito de los cuarenta años del golpe militar.

Ellos son: David Arancibia, Florencia Martínez, Bosco Cayo, Camilia Le-Bert y Claudia Hidalgo. Para las fotos de esta nota, y el relato de su experiencia, nos reunimos por la tarde en el hermoso patio interior del Museo de Arte Colonial de San Francisco. Florencia llega primero, luego Claudia. Se saludan como amigas. Luego se suma Bosco. Camila arriba en bici. Se les nota relajados, contentos, parecen compañeros de colegio. Sólo faltará David, que no pudo venir porque a la hora de la cita realizaba clases de teatro en una población, y que enviará sus comentarios por e-mail.

“Los ingleses querían textos autóctonos”, comentan, a pocos días de viajar a Gran Bretaña por una semana. Ha sido un privilegio, un hito en sus carreras poder ser parte del taller, dicen. Y celebran que sus maestros les hayan inculcado la dramaturgia como una actividad profesional, en un curso que fue posible gracias al apoyo de la Fundación Teatro a Mil, el British Council y el Consejo de la Cultura y las Artes.

No es casual que la entidad a cargo del curso haya sido el Royal Court, un teatro no comercial con énfasis en las obras contemporáneas, donde se han mostrado obras de autores como Sam Shepard y el legendario Joe Orton. La entidad tiene una larga trayectoria como lugar para los jóvenes dramaturgos. Durante las décadas de 1950 y 1960 promovió al “nuevo teatro británico”, e incluso debió enfrentar la censura oficial de la tristemente célebre Lord Chamberlain Office.

El curso

En el curso –realizado en el teatro La Palabra de Bellavista– les pidieron hablar del Chile contemporáneo, a partir de conocimientos de primera mano, quizás usando sus propios fantasmas como material. “Había que escribir una obra sobre Chile, contemporánea, que sólo pudiera escribirla uno y que fuera la mejor que hayamos escrito en la vida”, recuerda Camila, “y hacerlo rápido”.

El taller fue dirigido por la jefa del Departamento Internacional del Royal Court Theatre, Elyse Dodgson, junto a los dramaturgos ingleses Leo Butler y Nick Payne. Al final también intervino el director Richard Twyman. Los auxiliaban dos traductores.

Allí David pudo romper con sus prejuicios. «Soy crítico frente a los seminarios o talleres que vienen de Europa a transmitirnos conocimientos, porque a veces en el medio se instalan como verdades absolutas, o bien se les endiosa”, comenta. “Aquí fue todo lo contrario. Elyse, Nick y Leo fueron muy generosos, y estaban más interesados en lo que podíamos entregar nosotros, que estar centrados exclusivamente en las herramientas que nos fueron entregando”.

Fue “una experiencia muy marcadora”, dice Florencia. “No sólo por estar con este gran teatro, sino porque los doce que trabajamos nos armamos muy bien como grupo, tomando en cuenta que la dramaturgia es un oficio muy solitario dentro del teatro”.

Bosco explica que para él fue inusual mostrar lo que hacía y opinar sobre la escritura de otros. “Además profesionalizaba lo que uno hace” en una labor muchas veces “muy instintiva”, dice.

“Lo principal fue el aprendizaje, aprender cómo construir y mejorar una escena, cosas básicas de la dramaturgia” que según Claudia muchas veces en Chile se aprenden a tientas “debido a la falta de una carrera formal existente”.

Camila destaca que “el Royal Court tiene una metodología que es sólo suya, muy distinta” si se la compara con el aprendizaje en Estados Unidos (estudió dramaturgia en la Universidad de Columbia). Tienen “una manera de entender el teatro desde lo contemporáneo, lo contingente, lo lúdico”.

“Todas obras importantes”

Algunos de los doce alumnos se conocían, otros no. Los que hablaban inglés le ayudaban a sus compañeros. Muchos se hicieron amigos. Entre abril de 2012 y abril de 2013, los ingleses vinieron tres veces, cada vez por diez días, para el taller, y entre una visita y otra los autores fueron puliendo sus obras.

Además de la lectura de las obras por actores ingleses –una por día, del martes 10 al sábado 14– en Londres además habrá una jornada de conversación con el público.

En el horizonte además está la publicación de algunos textos en inglés allá en Londres, y de los doce textos en Chile, aunque el paso al montaje es más complejo.

“En el mundo feliz montaríamos las doce obras, una detrás de la otra, en un ciclo”, declara Camila. “¡Nos hubiésemos tomado un teatro por un año! Una por mes, sería maravilloso”.

¿Qué obra escribió cada uno?

Con “Ñuke” (madre), David escribió sobre el conflicto mapuche. “Siempre me han interesado los temas políticos, y justamente al comenzar el taller nos propusieron escribir sobre los conflictos más grandes que tuviéramos como sociedad”, dice. “Estoy muy vinculado a ello porque tengo amigos mapuche, mi compañera es mapuche, y mi madre también tiene ascendencia. Mi bisabuelo era mapuche. Se vino muy joven a Santiago. Y por la discriminación que debió haber vivido en esos años se cambió el apellido”.

En “Chan!”, Camila relata la historia de dos jóvenes chilenos que sufren el shock cultural de volver al país tras una estancia en el exterior. Ella misma llegó de Nueva York apenas seis meses antes de empezar el taller. La obra habla de cómo ambos tratan de insertarse en Chile y en palabras de la autora es “una crítica a cómo el conocimiento y el arte no tienen valor en una sociedad de mercado”.

Florencia (“Tiempos mejores”) escribió sobre una ex militante de izquierda en coma y de cómo lo vive su entorno familiar. “Sus hijos participaron de una vida activa políticamente y hoy se los comió el mercado y ellos también a él, en ese sentido a algunos el mercado les ha hecho una vida mejor y a otros una peor”, recalca.

La obra de Bosco (“Negra, la enfermera del General”) habla de una mujer que vuelve a su pueblo en el norte de Chile. En un montaje que habla del amor, “lo cruzo con algo que siempre me interesa, que es trabajar con los márgenes, ya sean sociales, culturales o geográficos, de nuestra sociedad”, expresa.

Claudia (“Ese algo que nunca compartí contigo”) explora el mundo de los militares que participaron en la dictadura, y ahora deben enfrentar a sus hijos. “Vemos en la obra el desayuno de un padre y una hija que tienen una mala relación y que durante mucho tiempo no se han dicho las cosas a la cara. A medida que comienzan las confesiones, comprendemos cómo fue que la dictadura les arruinó la vida familiar”, explica. “Me importaba eso, decir que el golpe no ha pasado, y hablar de cómo los efectos de los sucesos de 1973 siguen hasta hoy”, concluye.

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