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Bruce Springsteen debuta en Chile con deslumbrante actuación El concierto de anoche en Santiago fue parte de la gira sudamericana para promocionar su último trabajo «Wreckling Ball»

Bruce Springsteen debuta en Chile con deslumbrante actuación

El cantante estadounidense Bruce Springsteen debutó esta noche en Chile, a los 63 años, con un apoteósica actuación de más de tres horas a la que asistieron unas 10 mil personas que bailaron, cantaron y, literalmente, se arrodillaron ante «El Jefe».


Foto: Agencia Uno

Foto: Agencia Uno

Todo comenzó pasadas las nueve y media de la noche cuando sobre el escenario fueron apareciendo los músicos de la E. Street Band, esa portentosa máquina capaz de hacer rock, gospel, folk, country, soul y blues con los mismos ingredientes.

«¡Hola, Chile, hola Santiago! ¡Es bueno veros finalmente!», saludó Springsteen.

El público que acudió al Movistar Arena, bastante entrado en años, fue testigo de un acontecimiento insólito que sucede una vez en la vida, como el paso de un cometa.

A diferencia de otras figuras de la escena musical como Madonna o en su día Michael Jackson, Springsteen no ha perdido el contacto con la realidad, principal fuente de su talento como recreador de historias vivas.

Es el corazón del rock por derecho propio, porque siempre ha tenido fe en lo que hacía, incluso cuando no gozaba de los favores del éxito.

En Chile, el cantautor estadounidense más famoso después de Bob Dylan es bastante menos conocido que en Europa. Quizás por eso, los primeros temas de la noche, «We take care of our own», «Death to my hometown» y «Wrecking ball», incluidos en su último álbum (2012), fueron recibidos con relativa calidez.

Pero para «El Jefe» no era suficiente. Entonces se lanzó a cantar en la cancha, se perdió entre la multitud y se dejó llevar en volandas de regreso al escenario.

Apenas habían transcurrido treinta minutos de concierto y ya se había metido al público en el bolsillo. Era imposible no rendirse ante tal alarde de ingenio, fuerza y autenticidad.

«¡Necesito saber que estáis conmigo esta noche!», le confesó a gritos al público, que le apuntaba con sus «smartphones».

Después se sucedieron las descargas: «Cadillac ranch», «Because the night» (de Patti Smith), «Mi city in ruins», Working on the higway», «Atlantic city», «Thunder road» y la legendaria «The River», el éxito que lo catapultó a la fama».

Y en medio del delirio, espacios para la ternura como cuando subió al escenario a una rubia y portentosa pequeña que le pidió permiso para cantar con él «Waiting on a sunny day» o a una joven embarazada que portaba una ecografía en la que se leía: «Bruce, baila con mi futura mamá».

También hubo oportunidad de escuchar «Born in the USA», «Born to run», «Dancing in the dark» y para una hilarante performance del tema «Shout» de Otis Day and The Knights», que puso a medio mundo a ras de suelo.

Springsteen hizo el milagro. En tres horas y media el público rejuveneció 30 años.

Al final se despidió dando las gracias y prometiendo volver pronto.

Concierto de Amnistía Internacional en Mendoza

Acompañado de su inseparable grupo, la E. Street Band, el músico de New Jersey saldó la deuda anoche pendiente desde 1988, cuando Augusto Pinochet todavía estaba en el poder. Fu el día en que «The Boss» actuó en el histórico concierto de Amnistía Internacional en la vecina ciudad de Mendoza.

Entonces unos cinco mil chilenos viajaron hasta Argentina para verle en un recital en el que compartió escenario con Inti Illimani y Los Prisioneros, dos de los grupos más representativos de la resistencia musical contra la dictadura.

«Tocamos en Mendoza, pero Chile estaba en nuestros corazones. Conocimos a muchos familiares de desaparecidos. Llevaban fotos de sus seres queridos. Fue un momento que se quedó con nosotros para siempre», confesó Springsteen.

Homenaje a Víctor Jara

A mitad de la noche, el músico estadounidense interpretó en un perfecto español la canción «Manifiesto», del asesinado cantautor chileno Víctor Jara, a quien Springsteen, que se declara un «músico político», admira profundamente.

La letra de este tema («Yo no canto por cantar ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón») ilustra la concepción visceral y profunda de la vida que tiene Springsteen, cuya trayectoria personal no ha estado exenta de dificultades y frustraciones.

Ése fue el momento más emotivo de un concierto sin estruendos pirotécnicos ni alardes digitales, pero rebosante de energía, humor, complicidad y ternura.

 

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