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El clan de los organilleros Lizana: Cuatro generaciones de chilenos de exportación La primera generación parte con Héctor Lizana, quien en 1936 conoce a un organillero y comienza a tocar el chinchín

El clan de los organilleros Lizana: Cuatro generaciones de chilenos de exportación

El padre fundador del clan ha sido reconocido como luthier de organillos en Alemania, y desde entonces junto a su familia ha recorrido gran parte de Europa y Estados Unidos. Además de chinchineros, los Lizana son los únicos reparadores de organillos de Latinoamérica y la única familia que se dedica a este oficio en el mundo.


Gentileza familia Lizana

Gentileza familia Lizana

Todo empezó  en 1936. En esos años, el organillo y el chinchín, eran instrumentos criollos para amenizar los domingos de misa.  El organillero agregaba música a las gracias del loro -el símil chileno del monito europeo-,  mientras el chichinero con sus platillos giraba a toda velocidad sobre sí mismo para recoger, una vez terminado el show, monedas en el sombrero. Tres cuartos de siglo después , la escena parece intacta. Y aunque hoy no son pocos los cultores de este arte nacional, la herencia del clan de los Lizana resulta decisiva para comprender la permanencia en el tiempo de esta tradición chilena.

Gentileza familia Lizana

Gentileza familia Lizana

Herencia de generación en generación

La historia de la familia Lizana en el oficio comienza con don Héctor Lizana Gutiérrez, quien en el año 1936 acompaña a un organillero vendiendo pelotas de aserrín por las calles y plazas de Santiago de Chile. En el año 1938, don Héctor pasa a tocar el chinchín.

En 1953, don Héctor obtiene su primer organillo, que lo trabaja con su hijo Manuel. Éste toca el organillo también para que su padre se luzca como chinchinero. Cuando el niño ya cumple 12 años, comienza a tocar y a bailar con el chinchín que usaba  su padre.

A través de los años, don Héctor aprendió a darle mantención a su organillo y ese conocimiento se lo fue traspasando a su hijo Manuel. Desde entonces, el sueño de Manuel fue ser restaurador de organillos.

Gentileza familia Lizana

Gentileza familia Lizana

“Mis inicios fueron en el año 1975. Junto a mi padre reparamos nuestro propio organillo. Al pasar el tiempo reparé varios organillos de diferentes modelos que llegaban desde Alemania de la fábrica Bacigalupo y Adolfo Jone y Frati”, dice Manuel Lizama.

“Actualmente mis dos hijos Manuel y Héctor pasaron a ser mis ayudantes y fabrican sus propios organillos. Además hay un arreglador de música (Edgar Ugarte), quien ha ido desarrollando y perfeccionando la técnica de escritura de músicas en los rodillos, escritos con puntas de bronce, dando vida así a las melodías que se tocan”, añade.

Manuel Lizana cumplió el servicio militar en Valparaíso en el año 1969. Allí conoció a Marta Hidalgo, su esposa. Al conocer a la familia de la señora Marta se llevó la sorpresa de que el esposo de su hermana, don Pedro Castillo, era también organillero, por lo que así fue que se formó una gran familia de artistas.

Con el tiempo, Manuel Lizana cumplió su sueño de ocupar el puesto de maestro de organillo como también lo era don Enrique Venegas, quien falleció en 1984, quedando Manuel como el único reparador en Chile. Sus primeras reparaciones las hizo en 1978. Actualmente, Manuel y Marta tienen tres hijos: Cecilia Lizana H. (1970), Manuel Lizana H. (1971) y Héctor Lizana H. (1977).

Manuel Lizana Hidalgo, de la tercera generación, salió junto a su hermano Héctor Lizana Hidalgo con sólo 12 y 7 años, respectivamente, a trabajar en la calle. Manuel con el organillo y Héctor con los remolinos y las chicharras. Hoy en día, estos hermanos han pasado a ser ayudantes de su padre en el taller familiar de reparación y construcción de organillos.

 Luthiers

“Hoy soy el único restaurador y fabricador de Latinoamérica, pudiendo hasta la fecha restaurar muchos organillos en Chile y el extranjero, algunos de ellos fabricados en nuestro país y otros en  Alemania. He fabricado más de 15 organillos hasta la fecha y mi condición de luthier de organillos ha sido reconocida por dos fabricantes alemanes, como son Brohmer y Jaeger”.

hector lizana

Manuel Lizana, gracias a su constante trabajo, se ha podido dar a conocer dentro otros países como México y Alemania, viajando en varias oportunidades a Estados Unidos en calidad de “maestro de organillos” para reparar algunos ejemplares que allá se encuentran. En 2004 con el apoyo de Marianela Riquelme, Agustín Ruiz y Arturo Torrealba, tomó contacto con los luthieres de Alemania, Jager y Brommer, quienes se interesaron por estos restauradores y organilleros chilenos  y su oficio en general. Entonces surgió la ida al país europeo gracias al apoyo, además,  del Consejo para la Cultura y las Artes. El viaje fue todo un éxito. Tuvieron la oportunidad de conocer cuatro museos, generando un intercambio de visiones con los luthieres alemanes y la posibilidad de saber más del primer fabricante de organillos del mundo, un señor de apellido Bruder, quien vivió por los años de 17o0.

Fue entonces que la familia Lizana le extendió una invitación a Chile al señor Brommer para mostrarle la Corporación de Organilleros y el taller de Manuel Lizana. Para la visita del alemán, se organizó una exposición en el museo Casa Colorada de Santiago y luego otra muestra en Valparaíso. De esta actividad surgió una invitación a don Manuel Lizana, su hijo Héctor Lizana y el presidente de la corporación de organilleros de Chile, don Manuel Lara, a la más grande muestra de organillos en Alemania el año 2005.

En el año 2008, la familia vuelve a Alemania con tres de sus cuatro generaciones, donde Manuel Lizana es reconocido como luhtier de organillos. En 2009 realizan presentaciones en Cuba, en calidad de invitados a la Feria Internacional del Libro en la Habana. En 2011 asisten nuevamente al Festival de Organillos en Waldkirch, Alemania, y realizan presentaciones con mucho éxito.

Ya con más bagaje y oficio, en 2012 realizan una gira que incluye países como Francia, Bélgica, Alemania y Rumania, consolidando de este modo su reconocimiento internacional. Tal vez, haciendo justicia a un arte y tradición en muchas ocasiones subvalorado, si no despreciado por los chilenos, pero que siempre es un regalo a los sentidos y que alegra la vida,  el ver y escuchar a los organilleros en las plazas y parques de nuestro país.

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