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Editoriales independientes encienden la polémica: “Pablo Dittborn es nadie en cultura. Defiende la antiliteratura”

Editoriales independientes encienden la polémica: “Pablo Dittborn es nadie en cultura. Defiende la antiliteratura”

El round partió a propósito de una carta que Dittborn publicó en The Clinic online -medio del cual es gerente general- mediante la cual reclamaba por la “exclusión” de las grandes editoriales de la Primavera del Libro, una feria que reúne a editoriales independientes y que se financió con fondos públicos. Curioso su reclamo, toda vez que en el mercado editorial las editoriales transnacionales dominan el 90% del mercado. Pero, claro, él es un muy buen empresario y como tal quiere aun más.


Una puntual disputa entre Pablo Dittborn, arrogándose la representación de las editoriales grandes, y la Furia del Libro, entidad que agrupa a las editoriales independientes y pequeñas, se desató en las últimas semanas a partir de una queja que Dittborn hizo pública en la prensa.

El round partió con un reclamo de Dittborn que publicó en la versión online de The Clinic, medio del cual es  gerente general y socio. Éste se quejó mediante una carta pública a la Asociación de Editores de Chile y la Furia del Libro por la exclusión de las granes empresas del rubro de la segunda Primavera del Libro, una feria de editoriales independientes a realizarse del 17 al 20 de octubre en el parque Balmaceda de Providencia, algo así como si Falabella se quejara por no poder incluir sus productos en la feria Santa Lucía o en una feria navideña.

La trayectoria de Dittborn, el Óscar Guillermo Garretón del mundo editorial, está marcada por su paso por la editorial Quimantú durante la UP hasta dirigir posteriormente filiales de gigantes como Random House Mondadori y Ediciones B en Chile y Argentina durante la transición, un verdadero hombre de negocios que convirtió un estupendo diario satírico en una marca rentable que ahora no sólo tiene merchandising en poleras y vasos, sino también cuenta con bares, restoranes, cine y librería propios. Pero éste no es el problema.

El problema parece ser lo extraño del reclamo de Dittborn si se piensa que en el mercado editorial, las ventas, según el jefe de una librería del centro de Santiago, son de 9 a 1 a favor de las multinacionales. (Esa desproporción tal vez explique por qué la Cámara Chilena del Libro sólo publique cifras de producción, pero no de facturación en su web).

Argumentos de Dittborn

Una de las razones de la crítica de Dittborn, tesorero de la Cámara Chilena del Libro, es que el evento –donde participan más de 30 editoriales independientes- es financiado en parte con fondos públicos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, del cual por cierto fue miembro consejero hasta agosto.

Dice en su carta: “Por lo tanto no debiera permitírsele segregar a nadie y menos determinar quiénes pueden asistir como expositores y quiénes no pueden. Si esto se está financiando con fondos públicos, las autoridades no debieran permitir este tipo de segregaciones”.

Consultado el Consejo del Libro sobre la polémica, explicaron que “el proyecto (la Primavera del Libro) se adjudicó un fondo concursable, el que fue bien evaluado por un jurado externo. Éste es el procedimiento que  aplica para todos los proyectos que ingresan al concurso de fondos”. Más claro echarle agua.

Insiste Dittborn en su misiva: “Lo curioso es que quienes han determinado dejar fuera de esta participación” (a las  editoriales grandes) “son quienes sistemáticamente hacen discursos y planteamientos por la bibliodiversidad y también quienes reclaman que les corresponde un lugar y condiciones de privilegio en la Feria del Libro de la Estación Mapocho que organiza, sin segregar a nadie, la Cámara Chilena del Libro, a la cual pertenecen las editoriales excluidas”.

Dittborn también criticó el apoyo de la Municipalidad de Providencia a la iniciativa, “ya que durante la preparación de la reciente Feria Infantil organizada en conjunto con la Cámara chilena del Libro, tuvo especial preocupación por la asistencia de todos los editores”. Consultada al respecto la municipalidad, no hubo respuesta de su parte.

Dura respuesta

Los que sí respondieron –y de inmediato- fueron las editoriales independientes. En una misiva firmada por Paulo Slachewsky, jefe de la editorial Lom, y Galo Ghigliotto, organizador de la Furia del Libro y director de Editorial Cuneta, los aludidos responden que Dittborn se equivoca en “información y análisis”. Una misiva que, por cierto, fue reproducida en la última edición del semanario.

“La Segunda Primavera del Libro efectivamente es una feria financiada parcialmente por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, instancia de la que usted hace parte, por lo que suponemos está informado de que la definición y carácter de esta Feria, y por la que fue aprobada por el Consejo,  es reunir a la Edición independiente, por lo tanto no es una feria general”, señalan Slachevsky y Ghigliotto.

“Así como existen ferias de libros usados, de poesía, regionales u otras, hay ferias de editoriales independientes y universitarias”, rematan.

Agregan que la Asociación de Editores de Chile actualmente coordina la feria que se realizará en el congreso de sociología ALAS del próximo 29 de septiembre al 4 de octubre en Santiago, y que se circunscribe centralmente a libros de ciencias sociales y humanas. Allí “están invitadas todas las editoriales con publicaciones en ese ámbito”, señalan.

A continuación, ambos aluden a la “segregación” por los altos costos en el sector y ponen como ejemplo la propia Feria Infantil a la que alude Dittborn, donde “la Cámara del Libro a través de PROLIBRO cobró $ 1.553.000 por stand. Aparte de las medianas y grandes editoriales, ¿quién puede pagar ese valor?”. Esto contrasta con la Primavera del Libro, donde se cobra apenas $25.000 por metro y medio el stand.

Más críticas

Otra que cree que Dittborn “no tiene razón” es Andrea Palet, directora del magíster de edición de la Universidad Diego Portales, aunque se negó a ahondar en el tema porque en el pasado Dittborn fue su jefe.

Más duro fue Brodsky, editor de Das Kapital. Respecto de la polémica señaló que “es un mal chiste. No se trata más que del pataleo de una persona que ve que podría perder ciertos privilegios de quedarse afuera de circuitos nuevos”.  Y continuó con vehemencia: “No me extraña su pateleo, porque él se ha dedicado a ningunear a las editoriales chicas. Él claramente representa los intereses de las trasnacionales, o sea que representa a la antiliteratura, que es lo que se produce ahí”.

“Dittborn no es ningún aporte para la cultura, él está sobrevalorado. Su queja me parece realmente una frescura. ¿Quién es Dittborn en el mundo de la cultura? No es nadie. No es editor, no sé si alguna vez lo ha sido realmente. Él firma esa carta como gerente general de The Clinic, porque su pega es ganar plata con el Clinic, a eso se dedica” dijo Brodsky al Mostrador.

E insistió: “Nosotros como editoriales chicas tenemos un proyecto cultural, una línea editorial, no estamos preocupados de ganar plata. En las trasnacionales no hay criterios culturales, el único criterio es lo que vende más. Nosotros editamos lo que nos parece un aporte a la literatura y a la cultura. En esas editoriales lo que pesa es la opinión de los gerentes generales. Nosotros somos editores y no gerentes. Dittborn es la manifestación palmaria de esos intereses”.

¿Entonces está deslegitimado para hablar de literatura? “No, no está deslegitimado, no tiene legitimidad alguna. Me interesa más lo que dicen los gatos en la calle, que lo que diga él”.

Otro que atacó a Dittborn en la misma línea fue Mario Ramos, de la nueva editorial Quimantú. “Yo apoyo la iniciativa de dejar afuera a las grandes editoriales que van a lucrar y a usufructuar del libro, como usufructúan los bancos, las farmacias, las AFP”, opinó. “Hay un circuito de grandes editoriales que han usufructuado y han hecho del libro un objeto de ganancia”, añade. “Ellas tienen su propio circuito, como la Feria del Libro, que prácticamente es un mall del libro. Si nosotros, una editorial chica, somos capaces de sacar libros por entre mil y cuatro mil pesos, imagínate la ganancia que tienen estas grandes editoriales. Es una cuestión inmoral”.

Para Ramos el fondo del problema es que el libro se ha convertido en una mercancía más, a la cual sólo tiene acceso una élite. “El libro chileno está contaminado de neoliberalismo”, señala. “Antiguamente las ferias del libro eran realmente ferias. Se hacían en el Parque Forestal, participaban los artistas, la comunidad, toda la gente, y el libro era una cosa viva. Hoy es una cosa muerta de supermercado”.

Al fin y al cabo, si de supermercado y mercadería se trata, efectivamente para Dittborn sin duda los libros son un negocio. Por algo le dijo este mismo año a La Tercera que “en este negocio, lo más importante no es vender mucho. Es vender todo”.

Sin embargo, al parecer, la verdadera preocupación central de Dittborn es la siguiente, que manifiesta en su carta:Todo esto genera una gran preocupación en la industria editorial, ya que varios de los organizadores de este tipo de eventos y de estas organizaciones están incorporándose en los distintos comités de campaña de algunos candidatos y simultáneamente estarían saliendo del clóset los nostálgicos de Quimantú y de la UP, en el momento en que se empieza a discutir la creación de un Ministerio de Cultura. Muy preocupante”.

Está claro que el personaje en cuestión no tiene problemas de personalidad, le sobra. El problema es su “gran preocupación por la industria editorial”.

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