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Concierto de Iron Maiden: La noche del diablo…y ¡el diablo es chileno! Opinión y crítica en vivo en la semana brutal del rock

Concierto de Iron Maiden: La noche del diablo…y ¡el diablo es chileno!

Deben tener un pacto con el diablo, porque cada vez suenan y se ven mejor. La voz escalofriante de Dickinson y su energía inagotable para dirigir una audiencia enloquecida. El martillo de Harris que ha construido la historia del bajo eléctrico en el rock. Los tres guitarristas que se turnan para sacar aullidos de la barra y los tambores del loco Nico… Todo, sumado a nuestro demonio, el gran Eddie danzando para cazar a Jannik Gers, la imagen del «The number of the beast», el primer disco metalero que escuché en mi vida. Desde los 9 años, todavía resuena en mi cabeza como un sueño o tal vez una pesadilla


Iron Maiden. (Concierto 2011)Foto: Agencia Uno

Iron Maiden. (Concierto 2011)
Foto: Agencia Uno

Y llegó.

La segunda gran noche.

El lunes, Alice in Chains nos dio un adelanto de poder y oscuridad.

Pero este miércoles fue la noche del triunfo del poder del rock y del diablo.

Como lo dijimos hace tiempo, una semana como ésta era impensable hace años.

¿Se acuerdan?

A principios del 1992 cuando se anunció la visita de Iron Maiden a Chile, los fanáticos del rock y del metal, casi enloquecimos. Todos nos frotábamos las manos para ver a un concierto que sólo habíamos podido ver en VHS piratas.

Pero ocurrió lo que nadie esperaba. Satanás y los poderosos metieron sus colas y pasó lo que todos sabemos: Iron Maiden visitó Chile y no pudo tocar… ¡porque no había ningún lugar disponible  para ellos!  (Este boicot o censura generó una unión inquebrantable entre esta banda y el público chileno que ha quedado de manifiesto en todo el material en directo de la banda).

Así, con la ilustre participación de Satanás, unos meses antes del concierto comenzó una violentísima campaña de prensa en contra de Iron Maiden. Se decía que eran un grupo satánico que envilecía y envenenaba a la juventud.

Esta campaña fue iniciada por un obispo (si no recuerdo mal,  el Sr. Prado de Valparaíso) y llegó al gobierno. Como el Presidente Aylwin y la Concertación estaban “a prueba” y rendían exámenes permanentes de buena conducta ante los poderes fácticos que controlaban y siguen controlando al país, se sintió obligado a darle espacio a esta demencial campaña.

Cuento corto: el recital debió suspenderse por falta de local. Y tuvo que salir Belisario Velasco a informar al país. Es tal vez una de las más grandes vergüenzas que ha pasado Chile para la prensa internacional en democracia, quedando como un país que aplicaba censura religiosa, prohibiendo o impidiendo que se llevara a cabo un espectáculo cultural que es aplaudido en todo el mundo.

Chile ha aprendido algo de esto.

A ninguna autoridad se le ocurriría hoy censurar un espectáculo cultural. Hay más conciencia del respeto a la libertad artística y a la libertad de expresión. A la libertad en general. De hecho, hoy actúan en Chile grupos que sí son satánicos, de verdad. Actualemente la prensa muestra cómo en los últimos conciertos de Metallica y de Iron Maiden el 2011, la concurrencia era una masa de más de 50 mil personas, compuestas de padres con sus hijos, maridos y mujeres, jóvenes y viejos, todos unidos por la pasión del rock. Hay más respeto.

Pero ese hecho deja en evidencia otras cosas que no han cambiado. Como el enorme grado de control que ejercen en nuestra sociedad grupos de presión con ideas retrógradas que siguen oprimiendo a una mayoría que está harta de represión. Llegando incluso a prohibir que se discutan algunos temas de interés social.

Y sobre todo de alguna forma, deja en evidencia que Satanás ha obtenido un triunfo mayor.

Porque ahora no hay censura, ya no es posible o más bien, ya no es necesario.

Ahora han logrado meter todo en las fauces del mercado, incluso el rock más duro. Como un bien de consumo más (como la educación según el Presidente Piñera). Ni siquiera el instrumento de la rebeldía (el viejo y querido Rock and Roll) se ha logrado escapar de las garras del libremercado y Satanás. De hecho, ni el más demente de los metaleros habría imaginado en 1992 que el concierto de Slayer y Iron Maiden podría aparecer como auspiciador oficial del noticiero central de TVN. Tal vez ahí está el verdadero triunfo del mal….

El momento de Slayer

Pero más allá de eso, el rock  ha triunfado en Santiago, porque esta noche se llevó a cabo un evento en que han estado al menos dos de las más grandes bandas de rock pesado de la historia. Del lado oscuro.

Para empezar Ghost.  Una banda nueva que toca como vieja. Con tremendos músicos y cultivando un estilo estético y sobre todo musical que recuerda a Merciful Fate y King Diamond. Los calificaron como una gran revelación, son buenos, muy buenos, pero no muy  novedosos. Me parece que la caricatura de los monjes diabólicos y el Papa Negro se quedan en eso, en caricatura. Les quitan fuerza que es lo central del rock.

Pero pusieron la “maldad” sobre el escenario.  Y no es curioso que sea en Chile, donde finalmente el diablo del rock haya triunfado, liderado por un chileno… Tom Araya.

¿Qué es Slayer sino el ejemplo máximo de la brutalidad musical? Son cuatro jinetes del demonio que machacaron nuestras cabezas de  manera incesante por 60 minutos, con la música más extrema, pesada y brutal que puedas escuchar. Tocada a la perfección, sin pifias, ni errores. Donde no queda espacio para la humanidad. Hasta la destrucción total. Eso es Slayer, no hay espacio para nada, solo cabe la rendición.

Con homenaje a Jeff Hanneman (miembro fundador fallecido el 2 de mayo del presente año, víctima de una insuficiencia hepática) incluido.

El concierto fue un capítulo más del romance entre esta banda y Chile. Con los temas clásicos y los momentos cúlmines. «Dead Skin Mask», «South of Heaven», «Angel of Death» y sobre todo con «Raining Blood».  Pero más allá de las emociones, está claro que Gary Holt ya logró ocupar el espacio dejado por Hanneman; falta ver aún si Bosthap es capaz de hacer olvidar a Lombardo.

En todo caso, como lo ha dicho siempre Araya, “ésta es la casa de Slayer”, porque acá todo fluye y sale perfecto. El show se hizo muy corto y terminó con un Araya emocionado dándole gracias al público por “todo esto”.

Y de nuevo, una enorme contradicción: donde está el satanismo de Slayer… no en sus letras ni en su imaginería, sino en su estructura y organización empresarial que los lleva a despedir al gran Dave Lombardo por diferencias de dinero, como en una transnacional.

Iron Maiden, más allá del espectáculo

¿Qué se puede decir de Iron Maiden que no se haya dicho ya?

Esta noche, como siempre se efectuó el ritual, por séptima vez. Los temas clásicos y otros que nunca habían tocado en Chile, como «The Prisioner».

Que realmente deben tener un pacto con el diablo, porque cada vez suenan y se ven mejor. La voz escalofriante de Dickinson y su energía inagotable para dirigir una audiencia enloquecida. El martillo de Harris que ha construido la historia del bajo eléctrico en el rock. Los tres guitarristas que se turnan para sacar aullidos de la barra y los tambores del loco Nico… Todo, sumado a nuestro demonio, el gran Eddie danzando para cazar a Jannik Gers, la imagen del «The number of the beast», el primer disco metalero que escuché en mi vida. Desde los 9 años, todavía resuena en mi cabeza como un  sueño o tal vez una pesadilla. Y el grito de Dickinson pidiendo “scream for me Santiago”. Es un clásico.

Ahora el espectáculo fue más allá de lo musical: tres robots parodiando a Eddie, fuegos artificiales, explosiones y seis llamaradas casi permanentes. Y más de 20 telones de fondo que iban cambiando a medida que avanzaban las canciones. Un hit tras otro.

Según Bruce Dickinson había 60 mil personas anoche y pidió 80 mil para el verano cuando planean volver.

Por eso no es raro que 20 años después, el Diablo haya dado vuelta la tortilla y nos visite en libertad, como en su casa, porque es su casa. No es casual que el último DVD de Iron Maiden se base en su concierto en Santiago. No es casual que el propio Dickinson haya pedido actuar en el Estadio Nacional, que según sus palabras es un lugar donde sufrió tanta gente. No es casual que ocurra ahora, 40 años después.

La gran burla a todos los que quisieron evitar que entraran a Chile los Iron Maiden y el rock satánico en los 90.

A todos esos políticos y a esos moralistas que nos negaron un show de Iron Maiden boicoteándolo de manera cobarde y solapada (negándoles un lugar para el concierto).

Que lo hicieron para “proteger a la juventud chilena” del satanismo,  pero que no tuvieron asco en entregarnos a las garras del mercado despiadado, con sus injusticias brutales, con el crédito universitario, bancos, isapres y Afps que nos roban y abusan, con trabajos miserables….

Anoche fue parte de nuestra venganza.

Porque los 60 mil que estábamos anoche no éramos los malos, ni los satánicos ni los pervertidos. Éramos 60 mil hermanos, miembros de una sola familia, de distintas edades, grupos sociales y ciudades, pero 60 mil iguales, abrazados cantando, en orden y en paz, en comunión. Sin agresiones ni violencia. En un gran acto de amor. En nuestra iglesia, nuestra hermandad.

Fue una noche infernal, donde el diablo reinó sobre Santiago, donde todo el pueblo rockero se burló de esos viejos que para salvarnos del demonio nos sometieron al peor de los instrumentos de Satán, su sistema de dominación económica. Vaya contradicción.

Ahora a recuperarse y juntar fuerzas, porque el viernes se viene el más grande de todos, «El Príncipe de las Tinieblas».

Espero sobrevivir y poder contárselos.

 

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