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La explosión de la bicicleta en Santiago, una opción urbana e ideológica

La explosión de la bicicleta en Santiago, una opción urbana e ideológica

La bicicleta ha dejado de ser un mero sistema de transporte para convertirse en opción ideológica, en un elemento que expresa una conciencia ecológica (“un auto menos”) y la personalidad de cada usuario, que se diferencia de otros por características como casco, modelo o colores. El fenómeno se ha visto acompañado por el surgimiento de numerosos grupos como el Movimiento de Furiosos Ciclistas, Arriba e la Chancha, Happyciclistas y Bicicultura, entre otros. La bici en Santiago explotó y, según los indicadores y una tendencia mundial, llegó para quedarse.


Hace 33 años, en 1980, una publicidad del Banco de Santiago instaló en la mente de los chilenos el famoso lema “¡Cómprate un auto, Perico!”. Aquel comercial instaba al televidente a dejar la bicicleta y pasarse al auto.

Por lo visto, tuvo gran éxito: hoy en la Región Metropolitana circulan 1,5 millones de vehículos, según el INE, con un parque vehicular que sólo entre 2010 y 2011 creció en un 7,6%. Las consecuencias no sólo son los tacos, sino además la caída de la velocidad de circulación, a pesar de la ampliación de la infraestructura vial, mientras la contaminación sólo se mantiene porque los autos emiten cada vez menos gases.

La contracara a aquella ochentera publicidad es que el uso de la bicicleta también ha aumentado. La Secretaría de Planificación de Transporte (Sectra) de Santiago estima que la tasa de crecimiento de los viajes en bicicleta llega a un 9% anual (otros, como la consultora UYT, la calculan en un 20%), y podría pasar de 900 mil diarios en la actualidad a más de un millón en 2015. En resumen: la gente usa más el auto, pero también más la bicicleta.

Pero la bici además ha pasado a ser una opción ideológica. Ha dejado de ser un mero sistema de transporte para convertirse en un elemento que expresa una conciencia ecológica (“un auto menos”) y la personalidad de cada usuario, que se diferencia de otros por características como casco, modelo o colores. El fenómeno se ha visto acompañado por el surgimiento de numerosos grupos como el Movimiento de Furiosos Ciclistas, Arriba e la Chancha, Happyciclistas y Bicicultura, entre otros.


«Oda a mi bicicleta» de Martín Buscaglia

 

Las aristas del fenómenos son múltiples y diversas. Hoy un ciclista puede ver en su celular un mapa con las principales ciclovías y las rutas más seguras para dirigirse de un lugar a otro, incluidos los talleres por si queda en pana. Puede recorrer varios municipios de Santiago el día domingo gracias a la apertura de algunas arterias para el uso recreativo, mientras la red de ciclovías no para de crecer (el próximo año se inaugura la primera en el casco histórico), al igual que los estacionamientos (se acaban de abrir dos en calle Bandera).

Otro de los hitos del boom es la cicletada el primer martes de cada mes, con la Plaza Italia como punto de reunión a las 20.00 horas, organizada por los Furiosos Ciclistas, o una feria de venta de artículos para la bici que va rotando por distintos puntos de Santiago.

El cambio no se limita a los habitantes locales. Hoy un turista (pero también un curso escolar o el personal de una empresa) en Santiago puede recorrer en bici no sólo la «city«, sino pegarse una vuelta por sus viñedos con una empresa como La Bicicleta Verde, nacida en 2008, que además realiza actividades recreativas, educativas o de team-building. No por nada Hostelbookers 2012 declaró a la capital chilena la más “biciamistosa” de Latinoamérica.

“Ya no estamos solos”

Claudio Olivares es miembro del movimiento Arriba e la Chancha, una organización nacida en 2002, y ha sido testigo del cambio. En su grupo empezaron enseñando las normas de tránsitos, los derechos y deberes a los ciclistas “patrimoniales”, como los llama: panaderos, jardineros, mensajeros.

“Santiago, como todas las ciudades en el mundo, está viviendo una fuerte reincorporación de la bicicleta en el contexto del transporte”, señala. “Es una cosa que se está dando a nivel mundial, ya sea por la crisis energética o porque la gente está mirando nuevamente hacia un medio de transporte muy barato. Santiago, por lo que he hablado con expertos y activistas en otros países, lidera el fenómeno”.

“Está comprobado que para trayectos cortos la bicicleta es mucho más eficiente”, acota Joel Martínez, socio fundador de la Bicicleta Verde, quien además resalta que su uso permite de forma simultánea transportarse y hacer ejercicio. “Es algo positivo para uno, para la ciudad y, sin exagerar, el mundo”, añade, en referencia a la contaminación. “Con 300 mil vehículos sumándose todos los años a la ciudad lo único probable es que esto colapse”, advierte.

Para Pablo Arriagada, de Happyciclistas, otra de las causas del boom es la construcción de ciclovías, el colapso inicial del Transantiago y la congestión vehicular.

“Cada vez más las bicicletas se han tomado el espacio cívico que no tenían”, señala Martínez. “Hoy día andar en bicicleta es algo positivo, habla bien de la persona que lo está haciendo. No tiene que ver con que sea deportista o no tenga la capacidad económica de comprarse un auto”.

“¿Qué nos falta todavía? Principalmente educación para que podamos convivir en la calle los usuarios de bicicleta, los peatones y los automovilistas”, opina.

Bici e identidad

Pero el fenómeno no para allí, y la bici actualmente va más allá de ser un mero medio de transporte. “Incluso se ha consolidado como bien de consumo, como bien cultural: hay bicicletas restauradas antiguas, o piezas que se mandan a pedir al extranjero, porque ya no están, o una bicicleta inglesa, que tiene 70 o 80 años,  que se logra reconstruir de manera completa”, afirma Arriagada. En suma: hay bicicletas que pueden ser “bonitas sólo como objeto, sin moverse”.


«Bicycle Race» de Queen

 

Las bicicletas además han ido adquiriendo personalidades propias, que reflejan a su propietario, ya sea según sus actividades (sillas para guaguas, parrillas). “Tú vistes la bicicleta, no la habitas, como el auto, por lo tanto, es parte de tu propio vestuario”, acota Olivares.

“La bicicleta que uno elija –de paseo, de montaña, de ruta, BMX–, los colores que uno elija, los accesorios, el tipo de casco, tiene más que ver con decisiones estéticas, personales, y eso lo vuelve mucho más entretenido”, afirma Martínez.

Muchos le ponen nombre a su bicicleta, cierto color o determinadas luces. “Las van personalizando”, acota Arriagada. Se trata “de verse reflejado en la bicicleta un poco. La bicicleta en el fondo es como una extensión del cuerpo de uno”.

Interacción social

Olivares destaca que la bicicleta además facilita la interacción social, ya que “no estás encerrado, como en un auto”. Arriagada va más allá: entiende la bicicleta como “una herramienta de transformación social”. Apuntan a “generar un cambio en el espacio público, que la gente se encuentre, que se relacione de otra manera, y de esa manera aportar a una ciudad mejor”.

Por eso, entre otras cosas, Happyciclistas fundó este año un equipo de mountainbike, pero además creó la “biciclínica”: los fines de semanas se invita a la gente a un punto determinado para aprender de forma gratuita mecánica de bicicleta y así se crea una instancia para poder compartir con otros ciclistas.

En Happyciclistas además resaltan que la bicicleta “nunca ha dejado de ser un medio de transporte integrador: hay sectores de la ciudad donde significa un ahorro para la familia” y “es una herramienta económica para acceder a la ciudad, para llegar al trabajo, para hacer las compras a la feria, para dejar a los niños en el jardín”, con un “gran valor en el mundo popular”.

Y aunque muchos digan que es una moda, “al menos es una moda saludable, que le hace bien a la ciudad y en conjunto significa algo positivo para la ciudad”, concluye.

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