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«Kiss & Cry», la obra calificada de rapto hipnótico y de perfección del arte La obra, aclamada en el mundo, se presenta en el Teatro de Las Condes hasta el 1 de diciembre

«Kiss & Cry», la obra calificada de rapto hipnótico y de perfección del arte

Se trata de unos de los montajes oníricos más sublimes del momento. Sin perder la magia, la puesta en escena devela los mecanismos de su realización y entrega al espectador la experiencia de estar a la vez en un rodaje y en una sala de cine. La prensa internacional no ha escatimado en elogios, calificándola de «obra de arte». Cultura+Ciudad conversó con Michelle Anne de Mey, una de sus creadores, sobre el proceso creativo, la recepción que ha tenido el montaje en el mundo y sobre la dramática diferencia del financiamiento entre Chile y Europa.


¿Dónde va la gente cuando desaparece de nuestra vida? Ésa es la premisa de Kiss & Cry, y la pregunta que se hace una mujer mientras espera en el andén de una estación de tren. Ella piensa en la gente que ha salido de su vida, en quienes algún día conoció, en la gente con que ha soñado, ¿dónde están? Una voz le dice: “Perdidos en los oscuros escondites de tu memoria”. Entonces se abre, literalmente, un cajón de recuerdos… Recuerda la primera vez que se enamoró, cuando tenía 13 años, de un chico de 14. Por más que lo intenta, no recuerda su cara ni su cuerpo, sólo sus manos: la textura de su piel, su suavidad, su calor. A partir de ese momento, verá las manos de sus amantes, que aparecen como frutas, pájaros muertos o plantas trepadoras.

Kiss & Cry nace del encuentro entre cine, danza, palabras, teatro y maravillosas manualidades. Se trata de una performance coreográfica única, realizada mediante movimientos de manos y dedos, la proyección de una película y la exposición en vivo del proceso de creación de dicha película. La sensualidad de las manos, que se encuentran y acarician con inquietante desnudez, es lo central de esta performance ejecutada y editada en vivo, donde los más mínimos incidentes, las pequeñas vacilaciones y los más insignificantes cambios de ritmo construyen el carácter único de cada función. Kiss & Cry cuenta con un nuevo lenguaje, una nueva forma de contar una historia que empuja los límites entre géneros y abre la imaginación.

kiss1En su segunda vez en Chile, Cultura+Ciudad, el Magazine de El Mostrador, conversó con la coreógrafa belga Michelle Anne de Mey y con el productor Daniel Córdoba, quienes junto al director Jaco Van Dormael, dieron forma a este montaje onírico, calificado por la prensa internacional como “encanto vertiginoso, rapto hipnótico, humor y la perfección de un arte”.

A unos días de presentarte en el Teatro de Las Condes, la coreógrafa, responsable de la magia de las danza de los dedos, habló sobre la obra, la recepción de ésta en Chile y el mundo y sobre la la drámática diferencia que existe en el financiamiento del arte entre Chile y Europa.

¿Cuál fue la impresión que se llevaron del encuentro anterior con el público chileno en el marco del pasado Festival Santiago a Mil?

 La primera cosa es que estamos muy contentos de estar de vuelta en Chile. Y recordando la acogida del público chileno el año pasado, ésta fue muy calurosa, porque el espectáculo tomó una resonancia  muy especial, ya que el espectáculo habla de la desaparición y habla también de la memoria, tal vez en términos románticos, pero este texto tomó una dimensión muy especial aquí en Chile por su historia, y esa emoción del público chileno fue muy perceptible para nosotros.

¿Qué ha significado para ustedes constatar la emoción que han logrado provocar en cada país con este trabajo?

Hay cosas que son inexplicables, como el porqué de la resonancia de este espectáculo en el mundo. Nos da la impresión de que Kiss & Cry  tiene una vida eterna, porque lo solicitan de todos lados: Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, por eso creemos que tiene una pertinencia atemporal. Una de las explicaciones  más concretas es que hay una parte muy lúdica que se vincula con el teatro, con el cine, con los dedos, con las manos, con la danza, con juguetes, lo que lo hace muy cercano. También creemos que su llegada se debe a que se trata de una escritura colectiva; no responde ni a la escritura ni a las obsesiones de una sola persona, sino que responde a una energía colectiva.

Preparación del montaje Foto: Javier Liaño

Preparación del montaje
Foto: Javier Liaño

¿Cómo fue el proceso creativo? 

El trabajo se hizo a partir de la improvisación. Primero tres personas, luego cinco y más personas que se fueron integrando y construyendo el sentido y la estructura del proyecto. Alguna vez recibimos la invitación de Daniel Córdoba (productor chileno que sirve de traductor), que reside en Bélgica hace poco mas de 40 años, y Jacob le dijo: «Me interesaría hacer un espectáculo, una película en un espacio como de  una tabla de cocina, que se pudiera contar con los dedos».

Con Jacob vivimos juntos como pareja hace años, y también queríamos crear con nuestros amigos una historia, y alimentarnos con cosas de lo cotidiano, como los juguetes de los niños, y  experimentar cómo lograr un lenguaje coreográfico con los dedos. Por eso le pusimos “nanodance” a ese lenguaje que estábamos trabajando.

En esta obra se mezclan distintos lenguajes. ¿Eso también nació como fruto de la improvisación?

El creador de los textos, Thomas Gunzig,  es un escritor bastante importante en Bélgica, además de un hombre de radio, que hace crónicas cotidianas muy ácidas. Él también fue parte de este grupo, e igual que nosotros, no quería partir de una historia fija, ya instalada, y compartíamos el interés por experimentar con un nuevo lenguaje, literario, musical y coreográfico, pero alimentado por mucho cine y que a la vez  no fuera estrictamente ninguna de esas cosas rígidamente, sino que significara algo totalmente nuevo. Por ejemplo, tomábamos una canción, la analizábamos palabra por palabra, luego la traducíamos a una imagen coreográfica. Tomábamos arena, una linterna y buscábamos una imagen que fuera  parte de la historia. Todo fue creándose así, poco a poco, con mucho intercambio y un trabajo de experimentación colectiva.

En lugar de elegir una obra y un autor, quisimos crear una historia simple, como los cinco dedos de la mano, historias que son como agujeros de la memoria y a partir de eso, generar todo el misterio que buscábamos a partir de una sencilla historia de amor. Cuando ya tuvimos claro eso, cada uno fue a hacer sus trabajos específicos: la coreografía, los escenarios, el camarógrafo buscando cómo hacer sus movimientos de cámara,  etc, y luego cada uno llevaba su propuesta al grupo para que fuera coherente. Todo muy orgánico.

En cuanto al trabajo corporal, ¿qué demanda particular te trajo la realización de este trabajo dancístico tan focalizado en las manos, en relación a una coreografía más convencional?

Poco a poco se llegó a ese trabajo y a esa emoción. Lo único que todo se concentra más en un dedo, pero es la misma energía que fluye del cuerpo. Igualmente estoy entera puesta en este trabajo, del cual la idea es que se aprecie el movimiento y la emoción en las manos.

Hay una transmisión de ese trabajo a nuevas personas, ya que puede haber momentos en que alguno de nosotros no pueda hacer las presentaciones, entonces hemos hecho el traspaso a otras personas y es muy interesante cómo los nuevos intérpretes logran la misma emoción e intensidad en el trabajo. Eso resulta muy interesante, es otra mano, pero se logra la misma belleza e intensidad.

Montaje Foto Javier Liaño

Montaje
Foto Javier Liaño

El financiamiento, una diferencia dramática entre Chile y Europa

Hacer una obra de esta naturaleza requiere de muchos recursos. ¿Qué se les podría decir a los creadores chilenos que carecen de este tipo de financiamiento?

La primera cosa es que siempre hay que creer en sí mismos. Es difícil decir lo que hay que hacer cuando se vive otra realidad, pero hay que creer en sí mismos y continuar creando porque es la única manera. El artista tiene el deber de continuar.

El artista siempre se ve en la obligación de inventar sus medios para producir, aun en Europa uno nunca sabe lo que va a pasar mañana. Y el artista debe mantenerse trabajando para poder conquistar los medios. Eso en todas partes es igual. El que tiene financiamiento hoy puede que mañana no lo tenga, y hay que volver a empezar. No hay nada que esté grabado ni instalado que asegure nada, lo único que determina algo es si hay un público al que se llega o no.

Daniel, tú como productor chileno que vive en Europa, ¿cuál crees que es el desafío pendiente para la institucionalidad cultural chilena?

Es muy difícil hablar para Chile del trabajo de financiamiento en Europa. Son medios que no tienen una relación comparable. Yo conozco la realidad de los creadores en Chile y estoy claro de las dificultades de financiamientos que tienen. En Bélgica yo soy dueño de una estructura, tengo una subvención fuerte. Michelle Anne tiene otra importante subvención. Ella tiene a su cargo uno de los centros coreográficos más importantes de la parte francesa, entonces, tras Kiss & Cry hay dos grandes estructuras que son con las que partió este trabajo. Luego nos dimos cuenta de que para la circulación de la obra  necesitábamos más dineros, los que llegaron sin complicaciones gracias a la gran trayectoria de Jacob y Michelle Anne.

Ahora estamos trabajando en una segunda parte para esta historia, no tiene nombre aún, lo cual nuevamente significará una gran demanda de dinero para la producción, lo que se facilita gracias al gran éxito que ha tenido este primer trabajo. Pero no es simple, es una búsqueda igualmente exigente. Pero esto no es comparable con la realidad de los financiamientos para los espectáculos en Chile. Yo he apoyado algunos trabajos en Chile, y me doy cuenta de que es muy complicado.

La crisis financiera de Europa también afecta a Chile en cuanto a los alcances de coproducciones.

Los creadores chilenos son muy muy  talentosos, pero tienen complicado el camino para producir sus obras en términos financieros. Creo que ése es el desafío más grande que tiene la institucionalidad cultural en este momento: poder lograr una política cultural  coherente con el nivel  de los creadores chilenos. Se necesitan importantes aportes privados y estatales para la cultura.

 

 

 

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