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Un retrato a un mito viviente del documental: “Donde vuelan los cóndores”, y el cine desde el cine La película comienza a verse a partir de hoy en la Cineteca Nacional

Un retrato a un mito viviente del documental: “Donde vuelan los cóndores”, y el cine desde el cine

La película del director Carlos Klein llega a las salas precedida de su éxito en el Festival de Cine de Valdivia del 2012, versión en la que ganó los Premios de Mejor Película Nacional y del Público y en Cine B donde obtuvo el primer premio al igual que en AntofaDocs. Ahora estará en cartelera del Cine Arte Alameda desde el 5 de diciembre y desde hoy durante dos semanas en la Cineteca Nacional. Junto a su estreno, se lanza su versión en DVD y Blu-Ray. La cinta es un buen pie para reflexionar acerca del cine que mira el cine.



Mientras el director ruso Victor Kossakovsky filma su documental ¡Vivan las antípodas!, el director chileno Carlos Klein lo sigue con su cámara. A simple vista se trata de un making off -por supuesto que lo es-, pero Klein camina por el difícil sendero de hacer una película donde otra mirada ha puesto la cámara.

Y es que el metalenguaje en el cine, con el pasar de los años se ha hecho camino al andar y ha logrado generar en la audiencia un código necesario para descubrir la magia detrás de cámara.

Con un inteligente montaje a cargo del propio Klein, Vadim Jendreyko y Beatrice Babin, éste pareciera engañarnos respecto de su razón de ser. Inmersos en la puesta en escena de Kossakovsky, Klein desarrolla un personaje lleno de humor y de características muy humanas que lo hacen llorar con la música y mostrarse muy preocupado por perder a un amigo por rodaje, un costo demasiado alto para él. O bien, celebrar con la pasión de un gol a estadio lleno la realización de un plano que satisface sus expectativas.

En su búsqueda por un plano perfecto lleno de vida y belleza, el ruso no se cuestiona crear espejos de agua con una retroexcavadora en la Patagonia, así como tampoco asustar a gansos en una granja de Siberia. Menos duda en utilizar máquinas de humo dentro de una ciudad tan populosa como Shangai.

“Víctor está en la búsqueda de la imagen mágica. Yo prefiero hablar de alquimia. Para mí la alquimia aparece en el montaje. Es una sorpresa, uno no sabe cómo pasa, pero pasa”, sostiene Carlos Klein, quien enfrenta sus producciones con soledad y absoluta libertad, ya que no es amigo de las expectativas que genera un guion. “Filmo sin ideas preconcebidas. Las películas me han llegado, no he tenido una idea brillante. Conocí al ruso y me imaginé al Quijote, la historia me pedía ser filmada”, afirma.

Donde vuelan los cóndores a través de sus 90 minutos de duración nos llena de humor y de reflexión sobre el cine, cómo se gesta la materialidad de las imágenes y su sentido.

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Dejando de lado los criterios academicistas que pugnan por un cine en que se destaque la historia, Klein se declara un observador de la mirada. “Para mí, todas las películas se tratan del cine. Así las entiendo yo. Puede haber una historia o se entrega información, pero como espectador se tratan del acto de hacerlas. Es decir, si veo a Tarkovski, estoy viendo su mano, su mirada, eso es lo interesante”, dice. “Ahora con los años y el desarrollo de muchas películas es más explícito el cine del cine, y puedes darle una vuelta generando otra mirada, por eso los clichés, los estilos que hacen progresar al lenguaje e incluso se asoma como un género de humor de aquello, pero también con ello se van agotando los discursos y aparecen los remakes y las reinterpretaciones de los clásicos”, sostiene.

Con el documentalista ruso viaja de antípoda en antípoda: desde Punta Arenas en Chile hasta el lago Baikal en Rusia y desde Villaguay en Argentina hasta Shanghai en China. Al hacerlo, documenta cómo se hace ¡Vivan las antípodas!, revelando la personalidad multifacética de Kossakovsky, sus convicciones y motivaciones artísticas.

El proceso creativo para Klein también vino desde las antípodas del sentimiento, ya que se encontraba en un momento de reflexión en torno al valor de hacer cine. “Estaba desencantado de hacer películas. Víctor tenía la energía que yo viví hace 15 años cuando empecé. La idea del ruso era alucinante, y poder ayudarlo en el momento de desesperanza abrió varias interrogantes”. “Encontré mi lugar para estar como testigo desde afuera, ya que con su genio espanta a cualquiera”, cuenta.

Ya sea elucubrando serias reflexiones sobre el cine, haciendo reír a un coro femenino ruso mientras él llora de emoción, o lanzándose de alegría a un abismo en el Cabo de Hornos por la belleza de la naturaleza, Victor Kossakovsky filma su película con pasión y sin reservas, fiel a su mandamiento de creación documental: “No filmes si puedes vivir sin filmar”.

“Comparto la mirada de Kossakovsky respecto de la gran cantidad de películas que se hacen sin ningún sentido. De hecho, se me fue cayendo la película en la medida que avanzábamos. Pensé que no iba a ninguna parte y regresé a ese desencanto con el que partí”, confiesa el director.

Carlos Klein toma con calma el temperamento efervescente del cineasta ruso. A medida que viajan, los desacuerdos y los conflictos se convierten en fuente de inspiración para su búsqueda. En los momentos más tranquilos de la película, el espectador encuentra la oportunidad de hacerse preguntas fundamentales acerca del acto de filmar como tal, así como vislumbrar la naturaleza de la creación artística.

“Con el documental, pese a que muchos piensan lo contrario, se reafirmó mi desesperanza. Pero no es grave, es un juego complicado que me gusta jugar. Es como un puzzle de 15 mil piezas, pero aún no tengo claridad respecto del sentido de hacerlo”, señala. “Es como pintar o hacer música, sigo teniendo esa visión romántica del cine, en la que fotograma a fotograma debes ir probando, ya que es un terreno fértil para jugar”, añade.

Donde vuelan los cóndores será proyectado en Cine Hoyts el viernes 29 a las 20:00 hrs. y el sábado 30 de noviembre a las 18:00 hrs. También será exhibida en el marco del III Festival de la Cineteca Nacional que se desarrollará entre el 13 y 20 de diciembre, donde está programada durante esa semana a las 19:30 hrs.

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El DVD y Blu Ray es posible comprarlo desde hoy en librerías. Y a partir de diciembre será posible verla a través del sistema VOD de VTR. El documental es una coproducción chileno-suizo-alemana, que cuenta con el apoyo de CORFO para su distribución.

A propósito del cine desde el cine

Lo metalingüístico aparece más frecuentemente vinculado a otras materias de expresión que quieren hacer referencia a sí mismas, tales como la literatura. La obra que por antonomasia nos lleva al metalenguaje es y será el diccionario, el cual utiliza un lenguaje para analizarse a sí mismo. Como si de un remedio homeopático se tratara, curamos nuestra ignorancia gramatical utilizando la propia gramática.

En escasas oportunidades el cine clásico ha mostrado interés en narrar historias que se estructuren en su propio hacer, vinculando subtramas que develen al espectador la forma de trabajo en el cine. Aún así, los intereses de la industria y los problemas sociopolíticos indujeron a muchos realizadores a crear una nueva narración fílmica que se permitiera hablar y reflexionar sobre la propia construcción cinematográfica.

Cantando bajo la lluvia (dirigida por Gene Kelly y Stanley Donen en el año 1952) y Sunset Boulevard (dirigida por Billy Wilder en el año 1950) se introducen en la temática correspondiente a la llegada del cine sonoro. Ello comprende una función metalingüística muy importante, en la que se deja al descubierto la verdadera forma de hacer el cine, la situación de la industria de esa época, y los momentos difíciles por los que tuvieron que pasar las diferentes profesiones que ya habían forjado sus propios códigos de lenguaje durante el período mudo.

Pero con el desarrollo del celuloide, el material fílmico parece haber entrado en un estado metalingüístico generalizado. Si antes ciertos juegos de citas o guiños parecían reservados a las películas más personales -Godard, por ejemplo-, ahora encontramos procedimientos metalingüísticos o de metaficción en las películas comerciales. Es el caso de Nolan, con Memento, por ejemplo, o de Aronofsky y de Tarantino.

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El cine desde el cine nos ha regalado varias interpretaciones, como Los años desnudos (2008) de los directores Dunia Ayasso y Félix Sabroso, quienes nos retratan el destape sexual en la España de 1975, que tras la dictadura franquista se reveló frente a la rígida moral imperante.

 

También en la línea de lo sexual podemos encontrar Boggie Nights (1997), escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson, que nos narra los altos y bajos de la industria del porno a finales de los 70 en California, EE.UU.

Pero no sólo de sexo vive el cine que hace el ejercicio de hablar de sí mismo. Un año más tarde, el español Fernando Trueba nos conmovió con la historia de La niña de tus ojos, en la que se relata la historia inspirada en el periplo del director Florián Rey y la estrella de cine Imperio Argentina en Alemania para rodar la película Carmen la de Triana.

También existen ejercicios como La sombra del vampiro (2000, Elias Merhige), que proponen una historia ficticia en torno a una realización cinematográfica de culto, en este caso el Nosferatu de 1922 de F.W. Murnau.

Otro título que merece la pena entrar en este recuento es Super 8 (2011, J. J. Abrams), que nos narra la historia de unos niños que se encuentran en medio de un secreto de Estado rodando una película como entusiastas futuros cineastas.

Cómo no, existen varios filmes que rescatan la obra y obsesiones de algunos directores como Alfred Hitchcock en Hitchcock (2012, Sacha Gervasi) o Ed Wood, protagonizada por Jonny Depp (1994, Tim Burton). Pero es quizá Stanley Kubrick quien ha sucitado mayor atención de los realizadores, con películas como Satanley Kubrick: A Life In Pictures (2007, Jan Harlan) y Stanley Kubrick’s: Boxes (2008, Jon Ronson), entre otras.

El cine que gusta a los cinéfilos

Algunas de las últimas cintas que han sido furor para la Academia de Hollywood son precisamente películas que nos hablan del mundo interno del cine: Argo (2012) y The Artist (2011) reflexionan en torno a la realización cinematográfica, y ese mismo año Martin Scorsese estrenó en 3D Hugo, un claro homenaje a Georges Méliès.

 Shakespeare y Cervantes lo propusieron como una paradoja cómica de su propio ingenio, uno con la representación trágica de un rey paranoico y el otro con la lectura de las aventuras de un hidalgo que moría en el centro mismo de sus locuras. Sin embargo antes, los griegos también habían jugado con este recurso mostrando que a veces el mundo es tan sólo un juego de espejos. Eneas lee su historia, Ulises su futuro.

El truco aunque sencillo reviste de una atracción conmovedora. En la actualidad, el cine también ha querido jugar con las muñecas rusas y en el ejercicio han producido quizá las más grandes películas que uno pueda concebir, como (1963, Federico Fellini) o Synecdoche, New York. Todas las vidas todas, mi vida (2008, Charlie Kaufman).

Imperdibles, las que todo cinéfilo atesora cerca de su corazón, son La noche americana (1973, François Truffaut), Cinema Paradiso (1988, Giuseppe Tornatore), Mulholland Drive (2001, David Lynch), Días de cine (2007, David Serrano) y una que personalmente me hizo reír y llorar a rabiar, Por favor rebobinar (2008, Michel Gondry).

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