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El año que todo cambió para Maliki La dibujante de cómic habla sobre cómo dejó de ver TV, Facebook, Twitter y se hizo vegana

El año que todo cambió para Maliki

En 2013 además publicó dos libros. Este fin de semana los seguidores de la artista podrán comprar ilustraciones y pinturas originales en una venta de taller en Vitacura.



¿Fue 2013 el año del cambio para Marcela Trujillo, alias Maliki, la controvertida dibujante nacional de trazo furiosamente femenino (y autobiográfico), que vivió siete años en Nueva York y dos en Hamburgo, separada y madre de dos hijas?
Parece que sí. Maliki cambió. Bajó de peso. Dejó de ver televisión. Cerró sus cuentas de Facebook y Twitter, y se hizo vegana. Y de paso, publicó dos libros (ambos en Ocho Libros): “Maliki en tinta china”, en octubre, y “El diario iluminado de Maliki”, en noviembre.

Los ejemplares rebajados de esas obras podrán conseguirse este fin de semana en la venta de taller en el Laboratorio de Arte Juanita Canela (Escrivá de Balaguer 6307, Vitacura). También habrá pinturas, acuarelas, ilustraciones y originales de cómics de la artista en varios formatos.

Cambio

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¿Pero qué cambió a Maliki, la mujer que a los 26 años se fue a Nueva York, donde leyó la novela gráfica “My New York Diary” (1999) de la canadiense Julie Doucet, una obra que hablaba de la vida (y las emociones) de una chica que había estudiado Arte y su pololo looser y que vivía en la Gran Manzana, y decidió que ella también (como Doucet) podría dedicarse a hacer un cómic autobiográfico-terapéutico y reflexivo sobre su vida de mujer liberal e independiente sin las vergüenzas, pudor ni convencionalismos tan chilenos (y para conocerse a sí misma y enfrentar sus miedos y sus angustias), y con una ternura sobrecogedora y una honestidad brutal, y cuyas hermanas del género son artistas como su compatriota Sol Díaz y la colombiana Power Paola o Francisca Meneses (Frannerd)?

El goce. No ése, no: El Grupo de Obesos en Control de Excesos. Ese grupo de autoayuda de hecho ocupa un capítulo de su último libro, “El diario iluminado de Maliki”, que contó con un prólogo de la escritora Lina Meruane, a quien conoce desde su época en Nueva York, y que fue lanzado el 9 de noviembre en la pasada Feria del Libro.

La obra de siete capítulos es un resumen de lo ocurrido los últimos dos años: la maternidad y la relación actual con sus hijas de 7 y 9 años, su relación con los hombres “a esta altura de la vida”, su labor académica “como profe taxi” de un lustro ya en la Universidad de Chile, la UDP y el Uniacc (centrada en la precariedad laboral y sus diversos alumnos), una reflexión sobre la muerte (asistió a muchos funerales de gente cercana en poco tiempo, con la pena que le causaron) y un tratamiento para adelgazar, el GOCE.

Este último tema la ha entusiasmado tanto que será objeto de un nuevo libro, de título provisional “Quiero ser flaca y feliz” (¿un cómic de autoayuda?), que está haciendo junto a la sicóloga de GOCE Carolina Lama (sobre los pasos a seguir en una terapia grupal y la experiencia de los profesionales y sus pacientes).

Su otro proyecto son una serie de pinturas, acuarelas y grabados, “Damas digestivas”, donde mezcla imágenes de mujeres con las de órganos como el páncreas o el intestino. Los órganos le interesan por el tema de “la compulsión por comer, y la relación de placer y digestión”.

La terapia

Foto: Javier Liaño

Foto: Javier Liaño

Un tema que Maliki conoce bien, porque así partió todo: con un tratamiento para adelgazar al que se metió en abril, en reuniones grupales semanales con un doctor y una sicóloga.

“Fue algo raro para mí porque yo soy súper sola. Me gusta estar sola trabajando. El rollo del artista es estar en su taller. Tampoco había ido al sicólogo, tenía prejuicios”.

Aún así, la terapia –“donde la gente llora, se desahoga”, y a la cual comenzó yendo con reticencia- surgió efecto. “Caché que estaba todo el día en el computador, en el teléfono, la cosa era estar conectada con la gente, con la necesidad de que la gente me dijera cosas, o me las contestara. O esa pulsión de saber lo que está pasando, veía ene noticias, leía el diario,  hasta que de repente dije: ¿para qué veo tantas noticias? Nadie se acuerda de lo que leyó la semana pasada en el diario”.

La bajada de velocidad tuvo éxito.

“Bajé 22 kilos. Cambié mi alimentación, dejé de tomar, dejé de fumar, me salí de Facebook, de Twitter, me puse a leer, dejé de ver tele, me transformé en vegana”, dice. “Ahora tengo tiempo libre”, algo que no le sucedía “hace años”.

-¿Por qué diste este giro?

-Porque quería adelgazar, era algo que necesitaba hacer y me metí en este tratamiento que es sin pastillas, sin ninguna sustancia química. Es sólo dieta y lavado de cerebro. Te hacen ser consciente de qué comes y por qué, de cuál es tu hoyo emocional, de donde viene esa angustia que tienes y que quieres llenarla con comida. Hay gente que la llena con ravotril, copete, con drogas, pero en el fondo es la misma raíz, que uno lo hace para sentirse bien, para tapar la ansiedad que uno tiene.

Ese cambio no sólo le permitió formatear su disco duro. También publicar dos libros en cinco meses.

“Maliki en tinta china” es una recopilación de su obra, que incluye material ya publicado en “Las crónicas de Maliki 4 ojos” (Feroces Editores, 2010, su primer libro), además de dibujos que hizo de niña, los cómics que hizo en la universidad mientras estudiaba Arte, sus creaciones para la revista “Trauko” (“cuando era punk”), sus colaboraciones con The Clinic y El Desconcierto, además de otras que dibujó en inglés, entre otros.

Cuenta con un prólogo del cineasta Sebastián Lelio (“Gloria”), uno de sus fans, y fue lanzado el 5 de octubre en la galería Plop Galería.

El segundo libro, “El diario iluminado de Maliki”, en tanto, refleja el cambio personal vivido por su autora en el título.

“El final feliz del diario es porque siento que me iluminé. Caché que la solución a mi angustia no es un pololo, que es lo que yo siempre había pensado. Mucha gente cree que se va a casar y va a ser feliz, o que va a tener hijos y va a ser feliz, o que va a tener una pega y va a ganar plata y va a ser feliz, pero hay mucha gente casada que no es feliz, que tiene plata y no es feliz”, reflexiona.

Maliki aprendió a decir que no, a escoger lo que es bueno para ella. “Uno siempre dice que sí porque quiere sentirse parte del grupo, sentirse acompañado, que te quieran, que te acepten, pero se vuelve un vicio”. Y a los 44 años, “necesitaba un cambio, para ir bien”.

Y parece que lo logró.

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