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De graffitero clandestino a muralista reconocido internacionalmente: Inti El artista chileno es invitado a pintar muros en diversas ciudades del mundo

De graffitero clandestino a muralista reconocido internacionalmente: Inti

Inti es su nombre, Castro su apellido. Este artista del street art se ha hecho un nombre en la escena mundial. El año pasado fue invitado por el alcalde de París a pintar un mural de 47 metros de alto en una torre de 16 departamentos en el centro de la ciudad. Por estos días se encuentra en Santiago, como invitado del festival Hecho en Casa, pintando el muro a la salida del metro Bellas Artes. Sí, ese mismo donde antes estaba esa decoración sin contenido que se hacía pasar por mural, obra o publicidad de Agatha Ruiz de la Prada.



Como todo grafitero que se precie de tal, Inti Castro partió a los 14 años pintando murallas de manera clandestina en la noche, a escondidas de los carabineros. Apropiarse del espacio público era todo un ritual ilegal y un lance peligroso adrenalínico que se disfrutaba por lo arriesgado del ejercicio y por ser una performance incógnita, sin espectadores, desafiante del orden público. Sus primeros referentes fueron, como no, la Brigada Ramona Parra, y luego el colectivo DVE Crew y los brasileños Os Gemeos.

Conocida es su anécdota de aquellos tiempos que tras pintar una muralla en la noche en Valparaíso, descubrió al otro día que el dueño de casa, en lugar de molestarse por pintar sin su consentimiento, le había encantado. Y claro, en Valparaíso hay cultura de grafiti, y los porteños disfrutan viendo los muros llenos de colores.

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Foto: Javier Liaño

Así fueron los comienzos de este graffitero porteño que en la actualidad, a sus treintitantos, lejos de la clandestinidad y del riesgo ilegal, se pasea por el mundo pintando grandes murales. Su nombre ha ganado reconocimiento y su obra ha conquistado espacios. Literalmente, porque esos mismos espacios ajenos de los que en un principio se apropiaba, hoy en día le son cedidos para plasmar su arte públicamente a voluntad. Tan así, que en 2102 el artista pintó un mural de 47 metros de alto, en una torre de 16 departamentos en el centro de París, invitado ni más ni menos que por el alcalde de la ciudad, Bertrand Delanoë, y gestionado por su galería Itinerrance, con la que trabaja hace tres años. Antes ya había pintado en Argentina, Brasil, Estados Unidos, Suecia, Noruega, Perú, Bolivia y ha sido invitado a distintos festivales internacionales de street art en Polonia y Beirut

Su estilo sincrético se ha hecho distintivo dentro del mundo del street art, mezclando elementos de la cultura española con otros precolombinos. De esta mezcla, fiel reflejo de una estética latinoamericana, sale un resultado potente y único, cuya fuente de inspiración dice haberla encontrado en Bolivia, observando la riqueza creativa de los trajes de los bailarines del Carnaval de Oruro, lograda a partir de la escasez de elementos. “Me apropié del kusillo, un bufón altiplánico que he ido transformando hasta hacerlo mío. Mi pintura refleja lo que es Latinoamérica, donde el sincretismo es clave” dijo en una entrevista el año pasado a La Tercera.

Por fin fin al «mural» de Agatha Ruiz de la Prada y su trabajo en el extranjero

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Foto: Javier Liaño

Si su obra ha sido admirada por los ciudadanos de diversas ciudades del mundo, esta semana fue el turno de los santiaguinos, que han visto por estos días cómo el chileno ha ido bosquejando una figura humana y llenando paulatinamente con colores la muralla a la salida del metro Bellas Artes, como parte de una más de las actividades del festival de intervenciones urbanas “Hecho en Casa”. Y la expectación y satisfacción de los santiaguinos fue doble, pues por fin se ponía término a esa decoración sin contenido que se hacía pasar por mural, obra o publicidad de Agatha Ruiz de la Prada, y se daba paso a un trabajo artístico de calidad.

Al mismo Inti en un principio no le gustaba la idea de hacer su obra sobre otro “mural”, pero tras escuchar varios comentarios de santiaguinos se terminó convenciendo de acabar con esa publicidad, como comentó en una entrevista en la televisión.

Cuenta que el desarrollo de su trabajo en el extranjero se fue dando de manera orgánica, no partió de una decisión personal de “me voy a ir de Chile, quiero vivir afuera. En el mundo del grafitti se viaja mucho y se está mucho en contacto con gente de otros países a través de las redes sociales, con lo que se logran amplias redes de amigos. Y como se trabaja en la calle, siempre estás pensando en nuevos lugares donde poder realizar tus trabajos y por ello empiezas a viajar” comenta Inti. Su periplo internacional comenzó en Argentina por amigos argentinos que conoció acá en Chile, y luego continuó por Brasil y se fue ampliando hasta viajar a Estados Unidos y después a diversos países de Europa. “Estos viajes se empezaron a extender, extender, hasta que finalmente no sabia si vivía acá o en Francia, pues pasaba la mitad del año acá y la otra allá; y ya el último año te puedo decir que vengo de visita a Chile”.

Esta red internacional del graffiti, Inti la explica por muchas cosas en común que se comparten, salvo la estética y el lenguaje, dice. “Creo que lo único que nos une son los modus operandi que tenemos, los medios de producción a los que recurrimos para trabajar. El lenguaje que se desarrolla en la calle es muy particular de la persona, y algo muy atractivo del trabajo urbano actual es que tú ves particularidades, y eso me parece muy interesante. Te encuentras con cosas muy diferentes, independiente del país. Cada uno está intentando desarrollar un lenguaje único. Eso es lo que todos buscamos, pero no tratando de reflejar grandes verdades, ni todos tratando de ser parte de un gran colectivo. Creo que las diferencias son muy bien vistas dentro del movimiento”.

 Lo clandestino e ilegal del graffitero underground

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Inti Castro
Foto: Javier Liaño

Según el artista, el trabajo del graffitero incógnito, clandestino e ilegal aún perdura y mucho, más fuerte que antes. “El movimiento del graffiti puro y duro es súper fuerte, lo que pasa es que se sigue manteniendo underground, uno no lo ve. En el caso mío yo provengo del mundo del graffiti y en algún momento quise dejar de ponerle nombre a las cosas, me pregunté: ¿qué es lo que estoy haciendo? Unos me decían que era graffiti, otros me decían que no era graffiti, otros me decían: dejaste de hacer graffiti hace mucho tiempo, y la verdad le encuentro la razón a todos”.

“Creo que no vale la pena colocarle nombre a lo que estoy haciendo. Entonces de ahí a decirte que el graffitero de hoy en día está siendo aceptado o no, tendría que decirte que yo soy graffitero y no lo podría afirmar, porque no sé lo que estoy haciendo, sólo sé que estoy pintando en la calle, que intento hacer algo novedoso, que intento continuar con mi trabajo y hacerlo evolucionar, sin saber muy bien todavía hacia donde va. Lo único que sé es que si le coloco un nombre voy a limitarme en las posibilidades de que ese trabajo pueda realmente evolucionar, y si lo dejo sin nombre, sin saber lo que estoy haciendo, las posibilidades son infinitas. Entonces, yo no sé si lo que estoy haciendo es graffiti o no. De que hay toda una nueva generación que ha logrado profesionalizar su trabajo y si eso sigue siendo graffiti o no, no lo sé”, afirma.

Acerca de la temática latinoamericana de su obra explica que corresponde a una propuesta personal,y que los artistas del graffiti o del street art no son representantes de las grandes verdades ni de derecha ni de izquierda. “Lo que hay con Latinoamérica, en lo particular en mi trabajo, está relacionado con ser honesto con lo que soy, con mi ser social, entonces Latinoamérica con sus temas religiosos, las culturas originarias, el uso del color, la alegría, el carnaval, la resistencia latinoamericana, todos los temas políticos sin colores, todo eso es parte de mi ser, e intento que esté reflejado dentro de mi trabajo. No es que Latinoamérica sea el punto central de mi trabajo, pero sí es muy importante dentro de mi ser”, aclara el porteño..

En lo que concierne al modo de ejecutar sus trabajos confiesa que trabaja solo. “Cuando los trabajos son muy grandes utilizo a alguien que me ayude a trabajar la máquina para no hacer muy largo el trabajo, pero la producción del muro ya no la hago yo, porque cuando hacía eso gastaba un 80% de mi energía en la preparación del muro y un 20% en la pintura. Ahora como mi nombre se ha hecho conocido en el mundo y me invitan a distintos festivales, tengo la posibilidad de sólo pintar y no perder tiempo y energía en la producción”.

Nueva forma de entender el espacio público

Inti cree que este florecimiento de los movimientos que se dedican a el arte urbano tiene que ver con un proceso de cambio de lo que entendemos como espacio público. “Las personas están empezando a entenderlo de otra forma, se están dando cuenta de que esta especie de invasión del espacio público no es con malas intenciones, sino que la mayoría de las veces es constructivo, que es positivo también ver la realidad de los otros plasmada en la calle y que se genere una interacción que no necesariamente es invasiva.

“La gente está empezando a aceptar este movimiento, que desde el punto de vista plástico no podríamos decir que es muy innovador, pero su soporte que es la calle sí es novedoso y también esto está empezando a ser entendido y aceptado dentro de los circuitos artísticos, al igual que la gente común y corriente, cada uno con distintas motivaciones. A algunos les gusta porque plásticamente es muy bueno, a otros les interesa porque es contestatario. Es tan variado, que la gente puede interesarse en distintas cosas” explica con claridad.

Inti tiene claro que el trabajo del street art nunca ha sido contrario al arte de la academia, pues el hecho de trabajar en la calle lo sitúa fuera de la institución artística. Para él “es la institución artística la que se está negando. Ahora, si bien el street art ha generado su propia institución artística -lo que va totalmente en contra del discurso que lo generó-, sigue siendo contra la institución oficial”, dice.

“La institución artística del street art no se ha impuesto dentro de los grandes conglomerados del arte. La gente que trabaja en la calle desconoce las reglas y normas que pone la institución para definir lo que es arte o no. Desde la calle está diciendo: “¿por qué no?”, y eso se puede entender como una rebeldía, porque estás dejando de lado ese beneficio económico que te podría dar el estar dentro de los circuitos tradicionales”.

 

 

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