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Autor de libro 470 kms: «La poesía es como un corazón latiendo en un ritmo jazzístico, rápido y brutal» Periodista chileno que edita en Argentina fue incluido en colección de poetas latinoamericanos

Autor de libro 470 kms: «La poesía es como un corazón latiendo en un ritmo jazzístico, rápido y brutal»

Luis Vieyra, en esta entrevista publicada en Argentina, cuenta que 470 kilómetros, que es la distancia que separa a Santiago de La Serena (donde escribió la mayoría de sus textos), es un libro que habla de un recorrido interno y solitario. Un voz constante en medio del infierno y el cielo.


06.12.13 LUIS VIEYRA PERIODISTA

Luis Vieyra es un joven periodista y escritor chileno. Sabe, sutilmente, desviar cualquier intento de etiqueta para sí o su trabajo. En 470 kilómetros, su primer libro editado por La Vaca Mariposa Editora, conjuga narrativa y poesía y hoy forma parte de una colección latinoamericana de autores jóvenes. Aquí el autor nos presenta una “voz interna y en solitario” que hace énfasis en el amor y la muerte, rasgando con estilo lo existencial.

Vieyra, que no tiene por qué sospechar el devenir de su obra, hoy está consciente de que 470 kilómetros, modestamente, ha rebasado las fronteras de Santiago y empieza ya a ser leída en el resto de Chile, y en Argentina y Venezuela, por nombrar algunos países.

¿De qué manera ha servido el periodismo, en especial el de crónicas de suceso, en tu proceso creativo?

Han sido caminos muy separados el uno del otro. El periodismo se nutre de una realidad constante y fresca, a veces sangrienta. Sólo basta apretar un botón para observar por un ojo mediático a Siria, Egipto, Filipinas o Estados Unidos. Que un gran huracán se llevó centenares de vidas, que un terremoto cobró su parte con miles de inocentes almas, que una bomba mató a decenas de niños. Los medios nos inundan con grandes cuotas de realidad y publicidad las 24 horas del día. Pero podemos apagar la televisión, cerrar las páginas de los diarios y poner off al PC y esa realidad ya no es visible, a menos que te encuentres en el lugar de los hechos como lo hacen los corresponsales de guerra. Con el periodismo nos alimentamos de esta realidad, pero existe la posibilidad de que terminemos envenenados. Cuando entré a estudiar periodismo pensaba que era una carrera que permitiría escribir en buenas cantidades, y así lo ha sido. Sin embargo, mi forma de escribir es más onírica ya que se nutre de sueños; también de mi vida y de las historias de personas cercanas como amigos y amantes. Por ahora el periodismo se mantiene alejado aunque hay ocasiones en que abre la rendija y me arroja la realidad al rostro.

Norberto José Olivar, reconocido escritor venezolano, acaba de escribir un artículo del que se desprende la idea de la ficción como trinchera de salvación ante una realidad fracturada y que se nos niega, ante una realidad poco amable. Me gustaría que ahondes en el tema

Soy un fanático partícipe de la ficción, aunque estoy consciente que la realidad puede superarla. A Norberto, el escritor que tú haces referencia, debía conocerlo en la presentación de 470 kilómetros, pero una serie de hechos lo llevaron a él y a su familia a un hospital de Buenos Aires. Rescato su frase ‘un pueblo salvado por la ficción’. Puedo agregar que un mundo entero podría salvarse gracias a la ficción. Ocurre a menudo en las películas de Hollywood. Si revisamos la obra de Raymond Carver vemos pequeñas intimidades, una fina realidad detrás de cuatro paredes, que creo, a él como escritor, de alguna forma lo salvó de una debacle absoluta e irremediable. Sus cuentos son tristes, melancólicos, bellos y feroces. Lo que creo que nos quiso decir Carver, es que no hay que buscar lejos para escribir. Vale un corazón abierto con un abrelatas para que esas historias íntimas salgan a flote y conmuevan. Y al escribirlas, bueno, cruzan de alguna forma al campo de la ficción, una ficción íntima y también real. Entonces tenemos una realidad gigante aportada por los medios de comunicación y una realidad microscópica que pertenece a cada uno. Ambas pueden ser poco amables, pero una de ellas es nuestra y, pese a su poca amabilidad, convivimos con ella a cada momento. Después vienen los sueños y sus mensajes. Es en la intimidad y en el inconsciente donde escarbo para hallar mis historias y mi salvación.

 En 470 kilómetros la muerte es persistente. ¿Qué significado tiene en tu obra?

La muerte es una constante en la vida. Para muchos la muerte es un tema lejano del que no se habla. Si llega se comenta de la trascendencia del fallecido/a, de lo que alcanzó a dejar en este mundo o lo que extrañarán de ella/él. Si la muerte visita a alguien famoso se postean mensajes sobre ella/él en Facebook, Twitter y en cuanta red social tenga cabida. A mí me gusta revisar las listas de personas nacidas y muertas en el día en que me encuentro; es un ejercicio para recordar lo que ha hecho el ser humano durante nuestra breve historia. La muerte es persistente en 470 Kilómetros porque pienso y hablo de ella constantemente. Es como el Cuento de Navidad de Charles Dickens, tiene amplias posibilidades de interpretación y por ahora nadie sabe si tiene la razón o no. Quizás es una persecución literaria por entenderla y en particular entenderme a mí.

¿Es quizás existencial?

Quizás encuentres algunos tonos y una voz constante que va hacia esos campos, pero es sólo una voz en medio del infierno y del cielo. Es una voz que sufre, ama y ríe, y en esos estados puede que pase una brisa que la lleve para allá. 470 Kilómetros es un recorrido interno y solitario que habla desde un rincón de mi habitación, y estos cuentos y poemas son un vistazo a ese lugar.

 Hay una creencia de que la escritura sobreviene sólo de la palabra escrita y se obvia lo sensorial como materia prima. Tú, que has involucrado el oído a través de la música, o viceversa, háblanos de ello

Para mí, escribir es una sensación constante, que no para. Es como un corazón latiendo en un ritmo jazzístico, rápido, enfocado y brutal. Si he involucrado el oído es porque paso una buena parte del día escuchando música de todo tipo. Las canciones traen recuerdos. Puedes ir en un bus o el metro (subte) a tu casa y suena un tema que escuchabas cuando eras pequeño. Sólo ese íntimo ejercicio te genera un recuerdo que vuelve a vivir en ti y te permite remontarte a esas épocas y ¡pafff!… escribes algo. Ese algo se transforma después en un cuento o un poema. El sonido de un avión, el agua cayendo en una mañana lluviosa, un perro ladrando en la noche, el viento pegando en las ramas de los árboles; son ilimitados los sonidos que me llevan a escribir. Incluso el silencio de la madrugada no es tal. Hay imperceptibles sonidos nocturnos que aparecen y desaparecen en la lejanía.

Llama la atención una referencia al jazzista John Coltrane. ¿Por qué el jazz?

El primer disco que escuché de él fue “Coltrane’s Sound”. Al oírlo me imaginaba bebiendo y conversando en bares de Nueva York o París en la década del 50. El jazz es un amigo interesante para escribir; el jazz es ineludible a lo que escribo, leo y siento. Por ejemplo, me ha servido de inspiración Charlie Parker, sus excesos y genialidades (Cortázar lo hizo en el cuento El Perseguidor), o Thelonious Monk de sombrero, transpirando, fumando y observando a los otros músicos. Escribir es una forma de pasar las teclas por un piano o apretar las llaves de un saxofón. No estamos descubriendo nada con esto, pero, al igual que la música, podemos encontrar nuevos matices y sonidos para las palabras.

 En 470 kilómetros existe esta línea: “Te disfrazaste de melancolía y no te quedó el traje”, en lo que es una sutil referencia a la escritura. ¿Será por aquello de que poesía es verdad?

Aquella frase pertenece a mi amigo periodista Héctor Cossio. Él me vio escribiendo en bares perdidos de Santiago o Barcelona. En mesas cojas llenas de garabatos ininteligibles. Según él, me disfracé de melancolía, de tristeza, de soledad, y ese traje no se ajustó a mi cuerpo. Al parecer soy disonante pero no me doy cuenta de ello. En todo caso prefiero disonar en este mundo bastante homogéneo a estar quieto y muerto en vida.

 

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