La muestra comenzó este miércoles en el Museo de Arte Moderno de la capital trasandina
Además de «La Casa Lobo”, que narra la historia de una joven atrapada en una casa, los artistas exhiben los cortometrajes “Lucía” y “Luis”, donde la fábula infantil mezcla lo fantástico con la pesadilla, y “Los Andes”, presentado en la Bienal de Venecia de 2013, “donde las pesadillas se tornan más densas con referencias al nazismo esotérico de raigambre chilena”, según reza la presentación de la muestra en Argentina.
“La bella y la bestia”, una muestra de los cineastas chilenos de animación Joaquín Cociña y Cristóbal León, fue inaugurada este miércoles en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, tras estar en Hamburgo y Santiago.
La muestra consiste en un set de filmación, donde ambos efectivamente trabajan en su primer largometraje, “La Casa Lobo”, que narra la historia de una joven atrapada en una casa. En el lugar además se exhiben tres cortometrajes previos de los artistas, “Lucía” y “Luis”, donde la fábula infantil mezcla lo fantástico con la pesadilla, y “Los Andes”, presentado en la Bienal de Venecia de 2013, “donde las pesadillas se tornan más densas con referencias al nazismo esotérico de raigambre chilena”, según reza la presentación de la muestra en Argentina.
León cuenta que la presenta iniciativa artística nace de su experiencia en el taller o set de animación. “A menudo nos encontrábamos diciendo ‘lo que está pasando ahora en el taller es más interesante que la película’. Esto pasa con muchos artistas, cuando uno visita sus talleres son muy entretenidos y vivos, y luego en la exposición parece todo un poco más muerto”.
Según el artista, quisieron rescatar la “naturaleza escultórica” y “un poco performática de nuestro trabajo, instalando nuestro taller en los museos”. “Hay algo que hemos hecho cada vez más consciente y es que nos interesa que el proceso de hacer una obra, se transforme en el centro mismo de ésta. Desde una perspectiva más práctica, estamos ensayando maneras de hacer confluir los dos mundos en los que nos desenvolvemos: la realización audiovisual y las artes visuales”.
León y Cociña (ambos nacidos en 1980) trabajan juntos desde 2007, cuando hicieron “Lucía”. “En sus proyectos de animación confluyen el dibujo, la escultura, la literatura y técnicas cinematográficas. Imaginan sus películas como esculturas en movimiento, y en ellas se superponen narrativas inspiradas en cuentos de hadas, mitos y religión con el espacio cotidiano y político sudamericano”, señala el folleto porteño.
Anteriormente estuvieron en espacios como el Museo de Bellas Artes y la Galería A2, ambos en Santiago, y el espacio Kampnagel de Hamburgo. Este año planean además estar en el Museo de Arte Contemporáneo y al Centro Cultural de España en nuestra capital, en BACO, un espacio de arte en la localidad de Batuco, y en el Parque Cultural Huanchaca en Antofagasta.
León revela que hasta ahora las reacciones del público ha sido “lo más sorpresivo”.
“Cuando pensábamos el proyecto en abstracto, le dábamos muchas vueltas a cómo utilizar la arquitectura del museo para hacer que el hecho de estar en espacios públicos tuviera un sentido en la película final. La respuesta a eso llegó finalmente con el público. Cuando estuvimos en el Museo de Bellas Artes, desde el primer día comenzamos un intercambio con algunas personas, que fue desde recibir múltiples contribuciones para la decoración de la escenografía hasta un artista autodidacta que se convirtió en animador y camarógrafo de la película”, cuenta.
En cuanto a la orientación de su arte, León señala que “es algo siempre cambiante y en crecimiento”.
“No nos gusta pensar en las obras como monolitos simbólicos, en las cuales hay un sólo aspecto o concepto dando vueltas. Muy en general, tratamos de contar historias y tratamos de que estas historias se cuenten desde los medios materiales que utilizamos: principalmente dibujo, pintura y escultura. Queremos que las transformaciones materiales no sean un elemento decorativo, sino que sean las que hagan aparecer el relato”.
“Por otro lado, nos gusta jugar juegos de roles, nos es muy útil imaginar que los trabajos no los hacemos nosotros, sino un artista o director externo, de manera similar a cuando un escritor desarrolla un narrador en literatura”, añade. “Como si se tratara de una invocación, mediante el trabajo intentamos descubrir la ética y estética de esta otra conciencia”.
