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La soledad de la premiada “Gloria”, se exhibe sobre la noche inmensa del lago Lanalhue El itinerante Ficil Biobío 2014 tuvo su segunda jornada, ahora, en Cañete:

La soledad de la premiada “Gloria”, se exhibe sobre la noche inmensa del lago Lanalhue

Con una función nocturna de la película de Sebastián Lelio al aire libre, en las afueras de la ciudad histórica, y con las sillas repletas que hacían de improvisadas butacas, continuó la marcha de las importantes delegaciones diplomáticas y de la industria fílmica, que asisten a la XIV versión del Festival Internacional de Cine de Lebu. Gran parte de los asistentes que eran lugareños de la zona, caminaron horas por una ruta rural sin alumbrado público, para ver un largometraje que, de otra forma, no habrían tenido la posibilidad de apreciar, quizás, jamás en sus vidas.


Hace frío y la humedad inunda el aire que se respira, a pesar de que es verano en el sur de Chile. Pocos tienen un vehículo con el cual llegar a la inusual vermouth, y los que lo hacen de esa manera, se las ingenian mediante furgones y buses arrendados con ese singular fin.

Es la única oportunidad durante el año en la que, compatriotas que habitan en la ruralidad extrema de la Octava Región, pueden observar un filme de primer nivel, una cinta que hace exactamente doce meses, arrancó aplausos en el palacio germano que acoge a la Berlinale, una de las cinco muestras mayores del séptimo arte a nivel mundial.

Pero esta noche estamos en Puerto Peleco, una pequeña fracción de la costa que bordea al hermoso lago Lanalhue, una extensión rodeada de bosques de pinos, eucaliptos y una que otra huérfana araucaria.

Son las ocho y media de la noche, la cita está a punto de comenzar, y en la espectacular pantalla enquistada sobre maderas que flotan en el agua dulce, emergen las distinciones que ha obtenido Gloria, desde su consagración en el invierno septentrional de la temporada pasada. La audiencia guarda silencio y respeto, aunque ignoren qué significan el oso y las palabras en alemán que lanza la proyectora: es el milagro de la técnica globalizadora y de la descentralización cultural que gesta el Ficil Biobío.

Actor Sergio Ferrnández Foto: Cristobal Saavedra

Actor Sergio Herrnández
Foto: Úrsula Madariaga

Antes, el actor Sergio Hernández, uno de los protagonistas de la película, explica su visión de la obra, envuelto en un elegante abrigo azul, y protegida la garganta con una bufanda, para capear las bajas temperaturas.

“El éxito del filme se debe a que habla acerca de la verdad de la vida”, anuncia, rotundo, el artista que ha participado en 40 largometrajes a lo largo de su carrera, y que era uno de los favoritos de Raúl Ruiz en el afán de retratar sus historias nacionales.

Frente a una cinta que tantos aplausos y laureles ha obtenido donde se ha presentado, resulta difícil, más bien imposible, enunciar algunos aspectos novedosos, y sin embargo, claves, a propósito de establecer su impacto estético entre los recién bautizados cinéfilos de anoche.

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Foto: Cristóbal Saavedra

Primero, la crítica despiadada que hace Lelio en torno a la superficialidad de ciertas relaciones interpersonales, cuya falta de profundidad y compromiso es casi siempre achacada a los seres que recién se asoman al aprendizaje de la existencia, ya sea en la adolescencia, o en el campo cronológico perteneciente a ese tipo humano conocido genéricamente como el “adulto joven”.

En esta pieza, esa banalidad y ese modo de desenvolverse frívolamente en torno a los sentimientos amorosos transcurre llamativamente en caracteres psicológicos que sobrepasan los 55 años.

 

La madura Gloria se entrega a los embates de Rodolfo con la ingenuidad propia de una mujer dotada de una especial disposición al romanticismo. Se enamora de él, le abre de par en par las ventanas de sus íntimas pasiones y esperanzas. Y sólo después de sufrir unas cuantas traiciones y humillaciones a su dignidad femenina, asume que el marino retirado nunca responderá, por su cobardía, a su sincera necesidad de afecto con la lealtad debida.

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Foto: Cristóbal Saavedra

El odio espontáneo, los gritos e insultos del que se hizo merecedor por parte de los espectadores, Sergio Hernández, a causa de la pérfida actitud de su rol, contrastó con los aplausos y felicitaciones que recibió por la lúcida intervención, realizado en el exordio al filme, dentro de los márgenes de la realidad tridimensional.

Finalmente, reseñamos el sobrecogimiento que cayó arriba de las sensibilidades presentes, luego de que se escuchara, a través de los parlantes apostados en Puerto Peleco, los bellos compases del tercer movimiento de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, la misma música que utilizó Luchino Visconti en La muerte en Venecia, con el anhelo de palpar las emociones que el escritor Thomas Mann, quiso plasmar en su novela para delinear los límites de la pérdida amorosa y de la frustración erótica.

Ambos golpes, Gloria los asume y encaja con tranquilidad, después de la huida y abandono que padeció de Rodolfo, en un lujoso hotel de Viña del Mar. Nace la ¨pista¨, mientras ella renueva su peinado, en una representación del giro que el personaje de Paulina García desea dirigir y encauzar a sus próximos pasos.

En el espacio físico, la luna de Arauco iluminaba la mirada encendida de los asistentes, por el milagro narrativo de la imagen cinematográfica.

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