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La destrucción de la obra del artista Ai Weiwey y las ironías de la vida del profanador (de arte) profanado Reflexión en torno a la destrucción de parte de la obra del artista chino

La destrucción de la obra del artista Ai Weiwey y las ironías de la vida del profanador (de arte) profanado

La destrucción deliberada por parte de un artista de una pieza del famoso artista y disidente Ai Weiwei, obra que a su vez era una acción destructiva contra una pieza perteneciente a la dinastía Han, ha planteado muchas reflexiones sobre el sentido del arte contemporáneo, que incluso han salpicado contra el prestigio del siempre polémico creador chino.


El pasado 16 de febrero  se acercó a la obra de Ai Weiwei, formada por 16 vasijas de cerámica, tomó uno de los jarrones y lo arrojó al suelo

Obra de Ai Weiwei

La controversia comenzó el 16 de febrero, cuando un artista dominicano llamado Máximo Caminero, de 51 años, tomaba con sus manos una obra de Ai -un jarrón que se exponía junto a otros 15 pintados en vivos colores en un museo de Miami, EE.UU.- y lo estampaba contra el suelo, haciéndolo añicos.

Caminero, detenido por su tropelía, contó a la Policía que con su acción quería protestar públicamente contra el escaso apoyo a los artistas locales que veía en el recinto donde perpetró su acción, el Museo Perez-Art de Miami.

La historia no se quedó ahí, porque el jarrón que rompió el dominicano no era un recipiente cualquiera, sino una pieza de más de 2.000 años que Ai había sumergido en pintura industrial, con el objetivo de desafiar la tradición cultural de China, siempre celosa de su larga Historia y de sus reliquias.

La pieza rota por Caminero, por ello, está valorada en más de un millón de dólares, lo que aumenta la gravedad del delito del dominicano y le podría costar más de cinco años de prisión, aunque para algunos aficionados, Ai ya había «destruido» la obra al embadurnarla en pintura acrílica.

Añadiendo más ironía al suceso, la obra dañada aparecía en la galería floridana junto a una serie de tres célebres fotografías de Ai Weiwei tomadas en 1995, en las que este tomaba otro jarrón chino de 2.000 años de Historia, igualmente perteneciente a la dinastía Han, y también lo rompía contra el suelo.

De hecho, Caminero argumentó a las autoridades tras su detención que él, gran admirador de Ai, decidió homenajearle a su manera imitando aquella acción, sin sospechar que destruía una obra históricamente tan valiosa, pues pensó que lo que rompía era una vasija comprada en unos grandes almacenes.

El suceso en Miami abrió un debate en internet sobre quién había sido el mayor «destructor» de arte, si Caminero al romper el jarrón modificado por Ai o el artista chino por disfrazar una pieza milenaria con un aspecto vulgar, y todos esperaban a ver la reacción del creador chino desde Pekín.

La respuesta de Ai se hizo esperar varios días, y cuando llegó le granjeó algunas críticas: según él, destruir una pieza artística puede ser también arte, pero solo puede y debe hacerse cuando eres dueño de lo que destruyes.

«Yo rompí (en 1995) mis propias pertenencias, mientras que él (Caminero) rompió las de otros. El arte a través de acciones puede llegar a ciertos extremos, tú te puedes por ejemplo herir a ti mismo, pero no puedes herir a otros», reflexionaba Ai esta semana en declaraciones al diario «South China Morning Post».

Ai añadía que no le importaba considerar «arte» la destrucción contra el suyo por parte de su colega y admirador caribeño, aunque subrayó que ello no libra a Caminero de rendir cuentas ante la ley.

Las palabras de Ai se han recibido en foros de noticias y redes sociales con un sano debate en el que algunos acusan al famoso artista chino de hipocresía o egoísmo, aunque otros aseguran que entienden su lógica y le manifestaron su apoyo.

El suceso, en suma, vuelve a colocar a Ai en los medios, tras unos meses algo apartado de polémicas, aunque, por una vez, el artista pequinés no las había buscado intencionadamente.

Ai, de 56 años e hijo del famoso poeta contemporáneo chino Ai Qing, ganó fama internacional tras participar en el diseño del Nido, el estadio olímpico de Pekín 2008, y por utilizar su prestigio artístico para denunciar injusticias y problemas de derechos humanos en su país.

Este activismo le costó en 2011 una detención sin juicio de 81 días y una condena por fraude fiscal que le obligó a pagar a las autoridades chinas 2,4 millones de dólares, aunque esta persecución en China (país que tiene prohibido abandonar) no hizo sino aumentar su fama en la comunidad internacional de artistas y galeristas.

Desde entonces, su presencia en los medios ha sido constante y a veces discutible (desde sus pobres intentos de cantar baladas «heavy metal» hasta su discreta versión de «Gangnam Style»), y no son pocos los que le acusan, incluidos compañeros artistas chinos, de utilizar la política y el arte para ganar fama y dinero.

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