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La comedia en el cine chileno: ¿Una fórmula de éxito o el traslado de la nefasta lógica del rating a las salas? Hacia la generación de una política pública de fomento a las audiencias

La comedia en el cine chileno: ¿Una fórmula de éxito o el traslado de la nefasta lógica del rating a las salas?

Para muchos, el fenómeno de “Stefan V/S Kramer”, que atrajo a más de dos millones de chilenos a las salas de cine, fue un indicador que seguía el camino trazado por “El Chacotero Sentimental” y “Sexo con Amor”, comedias que han sido un batatazo para la industria nacional. Pero cuidado con el entusiasmo. Apelar a que los cineastas den al público “lo que éste quiere ver”, es copiar la pequeñez del argumento televisivo que ha consagrado a la burla, al facilismo y a la infidencia como los pilares del entretenimiento.


En lo que va del 2014 ya se han estrenado dos comedias. Hace un par de semanas Mamá ya crecí (38.479 espectadores hasta la fecha), de Sebastián Badilla, y Brillantes, de Ignacio González (en cartelera). Se espera el estreno de Mejor estar solo, de Rodrigo González; Estoy en Dicom, de Osvaldo Oyarce; y Una historia de tres, de la joven realizadora Oki Bertens, que nos ofrece una historia centrada en la diversidad sexual.

Dentro de las 10 producciones chilenas que más público han llevado en la primera semana de su estreno, sólo dos títulos no obedecen al género de comedia. ¿Será que la relación de la audiencia con el cine chileno es un coqueteo para reírnos de nosotros mismos? No queda claro si ese “reírnos de nosotros mismos” es un eslogan o bien una búsqueda de la audiencia.

Como en todo, las fórmulas de éxito rotundo no existen. El cine siempre será una apuesta y uno nunca podrá saber a ciencia cierta si una película será un éxito o no.

Pero este matrimonio entre audiencia y producción nacional de tinte humorístico no se acaba con los debuts de su primer fin de semana. El Top Ten histórico de las películas chilenas en cuanto a taquilla en casa es liderado por tres comedias:

Sfefan vs Kramer (Eduardo Flores). La película del comediante se estrenó en agosto del 2012 y de inmediato se convirtió en éxito de taquilla, convirtiéndola en la cinta más vista de la historia con 2.070.465 espectadores.

Le sigue Sexo con amor, que narra las aventuras sexuales de distintas capas sociales, historias que lograron reunir a 990.572 espectadores. La cinta, dirigida por Boris Quercia y estrenada en el año 2003, es un reflejo con humor de la sexualidad de los chilenos.

En tercer lugar se encuentra El Chacotero Sentimenta(Cristián Galaz, 1999). La primera película del Rumpy, estrenada en 1999, logró convocar en los cines a 801.393 espectadores.

Esta última cinta marcó un hito para el cine hecho en Chile, y de paso entregó una clave a la hora de saber si realmente era la comedia una fórmula exitosa para realizar producciones en el país. Fue así que se instaló como una respuesta a las necesidades culturales y sociales de un masivo público que quedaría en evidencia. Tras el estreno, los temas tocados en el largoetraje fueron tratados en todo medio de comunicación con foco en cómo vivíamos la sexualidad los chilenos.

El sexo vende, y bien lo saben en las agencias de publicidad, pero ¿es el sexo el que moviliza a miles de chilenos a asistir al cine? Definitivamente no. Joven y alocada (Marialy Rivas, 2012), premiada en Sundance, no superó los 50 mil espectadores en salas chilenas, teniendo a su haber premios y una temática que auguraba un comportamiento positivo en materia de público.

Lo que queda en evidencia es que los chilenos se acercan al cine en masa cuando van a ser testigos de algo más que una simple película. Asisten a constatar fenómenos sociales de los que no quieren quedar fuera. A veces, estos fenómenos son dictados por la TV, como soporte masivo que arrastra éxitos, otras por el boca a boca. Es decir, el chileno que asiste a ver una película en su mayoría lo hace para no quedar fuera del debate del asado o la conversación de pasillo. Así podemos entender las grandes audiencias conseguidas por películas como Machuca (Andrés Wood, 2004, 656.599 espectadores), Subterra (Marcelo Ferrari, 2003, 470.343 espectadores) y Violeta se fue a los cielos (Wood, 2011, 388.212 espectadores).

Al parecer las cifras de Stefan v/s Kramer encandilaron de sobremanera a muchos productores, pero lo cierto es que la comedia no asegura un éxito de taquilla ni en Chile ni en cualquier parte del mundo, y para constatarlo están las cifras. Son las películas que se transforman en acontecimientos sociales los que nos hacen ir en masa a las salas.

¿Dónde está el público?

Curioso es que las películas que nos han representado en los festivales extranjeros y que han acumulado galardones y buenas impresiones en el público especializado no se traduzca en salas con butacas llenas. Salvo excepciones como Taxi para Tres (Orlando Lubbert, 2001, 339.166 espectadores) y la mencionada Violeta…, las películas chilenas no han podido generar a través de sus aplaudidas pasadas en el concierto internacional un éxito al menos relativo en las salas nacionales. De muestra un botón, la aplaudida La Nana (Sebastián Silva, 2009), alcanzó 91.512 espectadores, pese a haber triunfado en Sundance y haber sido nominada a los Globos de Oro.

Ya no es sorpresa que cada año alguna película chilena obtenga un galardón en un festival internacional y entre éstos destacan el reconocimiento en la Quincena de realizadores de Cannes y su inédita postulación al Oscar de No (Pablo Larraín, 2012) como Mejor Película Extranjera, cuyas cifras de audiencia suman 211.958 espectadores. Asimismo, tenemos el Oso de Plata de Berlín como Mejor Actriz que recibió Paulina García por Gloria (Sebastián Lelio, 2013), que en enero de este año logró ser la película de no habla inglesa con mejor taquilla en EE.UU., superando en su primera semana de estreno a cintas candidateadas al Oscar.

Para nadie es un misterio que el gran público sigue teniendo un prejuicio con el cine chileno. Esta idea, que se expone en la introducción del libro Huérfanos y perdidos: el cine chileno de la transición (varios autores, Grijalbo 1999), se centra en la falta de humor que sus autores echan de menos, ya que según su planteamiento la audiencia encontraba que las películas chilenas eran ”densas, pesadas y graves”. Eso, hasta la irrupción de El Chacotero Sentimental, que convengamos, en su tercer capítulo, de humor liviano no tenía nada.

La referencia se instala en un momento cultural, político y social especial del país, ya que el análisis gira en torno a comprender las claves de nuestra cinematografía en el retorno a la democracia. Esas impresiones del cine chileno, también no hasta hace mucho iban acompañadas del calificativo “es muy político”. De ahí que, quizás, el destape sexual mostrado por  cintas como El Chacotero o Sexo con amor sea el resultado natural y consecuente de años de represión de vida en dictadura, un fenómeno que se ha visto en otras sociedades expuestas a un régimen comparable.

De la pantalla chica a la grande

El escape que representa la comedia para el público, también podemos verlo en los fenómenos de rating que producen los números humorísticos en los festivales televisados que abundan en época estival o durante el año en los espacios destinados al relajo de la ardua jornada laboral. ¿Este éxito en TV es traspasable al cine?

Dejando atrás el análisis respecto de su calidad artística, debemos mencionar en este contexto las cintas: Che Kopete (León Errázuriz; 2007) con 220.721 espectadores; Rojo (Nicolás Acuña; 2005) con 180.996 espectadores; y 31 Minutos (Pedro Peirano y Álvaro Díaz; 2008) con 218.376 espectadores. Siendo títulos instalados con propiedad en los ránkings de películas chilenas más vistas de la primera década del siglo XXI, las cifras nos indican que no necesariamente el éxito en la pantalla chica es sinónimo de hacer caja en las salas de cine, al menos en la realidad nacional.

Queda entonces desmitificado el hecho de que la comedia con rostros de TV sea la panacea para conquistar al público chileno en las salas de cine.

Generación de audiencias, por favor…

¿Alguien podría decir que el vino chileno es malo, con la liviandad que se refiere el público no especializado al cine chileno? ¿Son acaso industrias incomparables, si sus cepas son francesas y requieren de luz para su germinación?

La generación de una cultura cinematográfica es fundamental si queremos producir una audiencia ávida por los contenidos que los productores están generando cada vez con mayor calidad y pluralismo. La diversidad de miradas que hoy genera el cine realizado en Chile es vital que sea absorbida por su público, conocida por sus escolares y vista por todos para generar el debate necesario respecto de lo que somos y cómo nos vemos.

El mal crónico de las salas vacías no será contrarestado si seguimos pensando que no tenemos el volumen de mercado necesario. Es el lamento eterno de los cineastas y productores al que se suma el que no tengan la fuerza suficiente para negociar a la par con los exhibidores, ni que cuenten con los recursos para marketing que manejan las súper producciones hollywoodenses.

Es sintomático que aún persista la miopía del público hacia las películas hechas en Chile, sean “pesadas o politizadas”. Las industrias fuertes en el mundo avanzan a la par con sus audiencias. En India, el mayor mercado cinematográfico del mundo, el consumo interno es el corazón de la industria. Idéntica situación a la de EE.UU. Brasil y Francia, cuna del séptimo arte.

Bienvenidos los esfuerzos conjuntos bajo la marca CinemaChile, que busca internacionalizar el cine made in Chile, pues la conquista del mercado internacional debe correr en paralelo a la construcción de una audiencia para nuestro cine en casa. Es imperioso educar, generar el hábito de ir al cine.

A Chile le llora un balance más cercano entre el apoyo a la producción y la exhibición de las películas que se realizan a través de fondos concursables. Son necesarias más pantallas para cautivar al público y definitivamente una política fuerte en materia de generación de audiencias.

Para fidelizar, ampliar y diversificar la audiencia, obviamente se deben generar estudios de hábitos de consumo cultural, se debe echar mano a las prácticas de análisis de bases de datos, estrategias de marketing para mantener y consolidar al público activo, incrementando cuantitativa y cualitativamente su participación en las artes. Todo esto hace sentido y suena bien, pero si no hay una voluntad política para realizarlo, tendremos que seguir lamentando el matricidio entre cine chileno y su audiencia.

Espectadores históricos del cine chileno en casa

El Top Ten de las películas chilenas más vistas por chilenos considera seis producciones de corte humorístico:

1. Stefan V/S Kramer (2012)  2.070.465 espectadores.

2. Sexo con Amor (2003) 990.572 espectadores

3. El Chacotero Sentimental (1999) 801.393 espectadores.

4. Machuca (2004) 656.599 espectadores

5. Subterra (2003) 470.343 espectadores

6. Violeta se fue a los Cielos (2011) 388.212 espectadores

7. Radio Corazón (2007) 369.307 espectadores

8. Taxi para Tres (2001) 339.166 espectadores

9. El Rey de los Huevones (2006) 319.499 espectadores

10. Ogú y Mampato en Rapa Nui (2002) 269.999 espectadores

Espectadores en su primer fin de semana

En materia de distribución, para que una película tenga éxito en la taquilla el primer fin de semana es clave y el resultado de las comedias en Chile nos entrega un indicador no menor acerca de la capacidad del género de atraer chilenos a las salas.

1. Stefan V/S Kramer: 333.857 espectadores

2. Ciudadano Kramer: 213.370 espectadores

3. Radio Corazón: 116.600 espectadores

4. Barrio Universitario: 76.966 espectadores

5. 03.34: 60.353 espectadores

6. Grado 3: 59.923 espectadores

7. El rey de los huevones: 59.525 espectadores

8. Machuca: 59.150 espectadores

9. Sexo con amor: 58.759 espectadores

10. Qué pena tu familia: 56.944 espectadores

Sólo dos de los 10 títulos no corresponden a comedias, 03:34 (Juan Pablo Ternicier, 2011), cinta acerca del terremoto que azotó el centro-sur chileno, y Machuca (2004, Andrés Wood), largometraje que fuera la respuesta en clave de ficción a la historia del Golpe de Estado de 1973.

Como corolario, mencionar el grave problema, de larga data, que representa la fugacidad de los filmes nacionales en multisalas (incluso algunos multipremiados), asesinando a las películas chilenas sin la posibilidad de considerar un tiempo prudente para poder generar un boca a boca entre el público.

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