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Zaz, el fenómeno del pop francés que deslumbró en Chile La cantante se presentó por primera vez en Chile, el pasado viernes en el Nescafé de las Artes

Zaz, el fenómeno del pop francés que deslumbró en Chile

Dotada de una voz inconfundible, gran carisma y desplante sin igual, la cantante francesa Zaz es todo un fenómeno mundial, y Chile no fue la excepción. A sólo dos semanas de anunciado su único concierto en nuestro país, patrocinado por el Instituto Francés de Chile, Zaz agotó todas las butacas del Teatro Nescafé de las Artes. En entrevista exclusiva a pocos momentos de su gran debut en nuestro país, Cultura+Ciudad conversó con ella. Ésta es parte de su historia.


La francesa Zaz, para muchos en Chile, debe significar muy poco o nada. Para otros, sin embargo, y desde ya hace algunos años, es toda una revolución en la música. Hay quienes la comparan con Edith Piaf, que como ella, se hizo popular cantando en las calles parisinas y desde ahí se proyectó al mundo.

Su irreverencia ante los cánones de estética que impone el mercado y su oposición frente a los normas de conducta moderna que privilegian lo superficial, la ha llevado en pocos años ha convertirse en un referente, especialmente de las jóvenes europeas, toda vez que la fuerza de la interpretación de la canción  “Je Veux” (yo quiero) y de su mensaje contrario a los clichés, la ha ubicado en categoría de estrella con más de medio millón de discos vendidos en pocos meses alrededor de todo el globo.

«Yo sé que todo lo que yo hago tiene sus consecuencias y  puede ayudar a cambiar las cosas», dice Zaz, de nombre verdadero Isabelle Geffroy, durante la prueba de sonido en el Nescafé de las Artes, donde el viernes pasado dio su primer concierto en Chile. Y lo hizo a tablero vuelto.

Nacida el 1 de mayo de 1980 en la ciudad de Tours, Zas es hija de un trabajador y de una profesora de español. Su primer contacto con la música comenzó de muy pequeña cuando entró, con 5 años, al Conservatorio de Tours, donde permaneció hasta los 11. “Cuando yo era niña era muy gentil, muy dócil, muy obediente y yo pensaba que todo el mundo pensaba como yo y cuando la gente no pensaba como yo, me quedaba callada”, confiesa Zaz.

Pero esa delicadeza y candidez, como ella misma admite, cambió bruscamente cuando dejó de mirar el mundo con los ojos de niña.“Cuando llegué a ser adolescente me di cuenta de la especie de injusticia del mundo en el que yo vivía. Entonces sentí mucha rabia de la escuela y todos sus valores, por tanto me encerré y me sentí muy mal. A los 20 años, algo pasó. Hice una opción, tome una mejor elección. Me prometí hacerlo todo para ser feliz”, sostiene la cantante tras escudriñar en sus procesos personales que luego dieron forma a otros procesos: los creativos.

Al buscar creativamente en su interior -dice Zaz-  fue que comenzó a conjugar en sus composiciones distintas influencias musicales hasta encontrar un sello personal que se aprecia, algo así, como una mezcla entre  el jazz manouche con el hip hop y el pop y la tradición de la canción francesa. “Yo no pensé en un estilo musical. Realmente se hizo naturalmente. Llegó así. Compuse canciones y las escribí o las coescribí, y como escucho todos los estilos musicales, creo que eso debió de reflejarse de algún modo en mi música”, precisa.

El año 2006, Isabelle decidió dejar Burdeos, donde estudió canto en la Escuela de Música Moderna, el CIAM, y se trasladó a París. Su debut como cantante lo hizo con el grupo de blues Fiftyfingers, para más tarde integrarse a un quinteto de jazz. Luego sería una de las cuatro cantantes de la orquesta vasca de variedades Izar adatz (‘Estrella fugaz’), en la que permaneció dos años. Simultáneamente cantaba con el grupo Don Diego, que mezclaba influencias francesas, españolas, árabes, andaluzas, y africanas.

 La calle

Tras un año y medio cantando sin amplificación y con éxito en el cabaré “Auxtroismailletz” del Barrio Latino y esporádicamente en otros cafés, piano-bares y cabarés, eligió cambiar rotundamente el escenario de club para cantar derechamente en la calle.

Zaz pasaría entonces a la orilla derecha del Sena para cantar en las calles de Montmartre. Así nacería su identificación con Edith Piaf, llegando la prensa a apodarla como “la nueva Piaf”, aunque ni su voz ni su estilo tienen mucho que ver con “la môme”, aunque sí por su decisión de ganarse parte de sustento en la vía pública.

“Mucha gente cree que yo inicié mi carrera en la calle, pero no es así. Trabajé durante diez años en distintos lugares y distintas áreas y al final, justo antes de ser conocida, dejé un trabajo que ejercía de cantante en un cabaret y después de algún tiempo sentí que me había convertido en sólo una funcionaria de la música, entonces me aburría, ya no podía más”, recuerda la cantante.

En las alturas de Montmartre no le fue mal. Según su propia confesión, 450 euros fue el récord de recaudación que alcanzó en una hora (los que se repartían normalmente entre tres), aunque lo normal era entre 60 y 90 euros. “En cualquier caso, cantar en la calle no está mal con buen tiempo y es bastante rentable en temporada turística alta”, comenta sonriendo Zaz.

“Entonces de allí surgió la canción ‘Je veaux’ (‘Yo quiero’). En ella, en el fondo, se afirma lo que yo quiero y yo hice lo que quise porque tenía dos opciones: o seguir así y me moría de aburrimiento o hacía lo que yo quería. Y lo hice muy bien porque si no me hubiera ido, estaría trabajando allí aburrida hasta los 60 años. Y bueno, eso como consecuencia generó que no tenía dinero y entonces tuve que cantar en la calle”, cuenta.

“A veces hacemos las cosas por seguridad, entonces nos encerramos, por miedo y por lo tanto nos volvemos tristes. Entonces, en este caso, cuando no hacemos las cosas que anhelamos, podemos comer, podemos vivir, pero en realidad no hacemos lo esencial Y es evidente que si me proponen ir a dormir a un hotel de lujo, voy a ir por supuesto, pero no es lo esencial para mí”, explica a partir de la letra de ‘Je veaux’.

El éxito del single “Je veaux” sorprendió no sólo a Zaz, sino también a todos sus compañeros y el equipo que la rodeaba. A partir de ahí nacieron los viajes por diversas localidades y festivales de Francia así como apariciones en Montréal (Canadá) y en varias capitales europeas. En enero de 2009 ganó el concurso “Le TremplinGénération France Bleu/Réservoir”, que implicaba la grabación de un disco, pero mientras tanto seguía viajando por diversos países en los cuales se incluyó Egipto y Japón, y ahora último también Chile.

Poco tiempo tiempo pasó para que se convirtiera en una celebridad en Francia. Pero las luces y el éxito no la encandilaron y decidió volver a las calles de Montmartre para seguir cantando como en sus inicios.

“Hubo un momento en que tuve que optar:  ser activa, que si las cosas no me gustan, me toca a mí cambiarlar o esperar que éstas cambien sin mi», reflexiona.  La experiencia de darse cuenta de eso -prosigue- la impulsó a recobrar la fuerza y determinación de que «sí se pueden cambiar las cosas a consciencia».

«Eso es lo que yo busco: que la gente vuelva a encontrar ese poder para cambiar las cosas. Todos tenemos algo particular y único para expresar, basta con encontrar ese camino para expresar lo nuestro en un mundo que intenta formatearnos en el fondo, o llevarnos a un sólo camino. Y en general en la sociedad nos enseñan a repetir y no a crear. No sé si eso es mundial, pero me da la sensación que eso es así. Nos enseñan a buscar las cosas afuera. Creo que es lo que hace triste este mundo”, opina la cantante, quien raíz de fulminante estrellado se ha erigido también como filántropa con una fundación que busca que las personas se autodeterminen.

«Todo el dinero que gano, toda la celebridad y todo eso, los productos publicitarios que hago, me sirven para una asociación que se llama Colibrí, que defiende que los ciudadanos sean los actores. No esperen que los gobiernos hagan todas las cosas, remata la francesa quien prometió una segunda visita a Chile en noviembre.

Traducción de ‘Je veux’

Dadme una suite en el Ritz, ¡yo no la quiero!

Unas joyas de Chanel, ¡yo no las quiero!

Dadme una limusina, ¿qué haría con ella?

Ofrecedme servidumbre, ¿qué haría con ella?

Una mansión en Neuchatel, no es para mí.

Ofrecedme la torre Eiffel, ¿qué haría con ella?

[Estribillo]

Yo quiero el amor, la alegría, el buen humor,

no es vuestro dinero lo que hará mi felicidad,

yo quiero morir con la mano en el corazón.

Vamos juntos a descubrir mi libertad,

olvidad pues todos vuestros cliché,

bienvenidos a mi realidad.

 

Estoy harta de buenos modales, ¡demasiado para mí!

Yo como con las manos, yo soy así.

Hablo alto y soy franca, perdonadme.

Basta de hipocresía, yo me aparto de ahí.

Estoy harta de palabras insinceras.

Miradme de todos modos.

Nada os reprocho y soy así.

 

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