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Los mejores cien poetas de Chile reunidos para debatir sobre la «hiperdictadura» El evento fue convocado por el poeta Héctor Hernández y termina el sábado 22 de marzo

Los mejores cien poetas de Chile reunidos para debatir sobre la «hiperdictadura»

Durante esta semana se desarrolla en Santiago el Seminario Nueva Poesía Chilena, que reúne a los más destacados poetas de los últimos 25 años en Chile, además de críticos y estudiosos del tema. El programa del evento contempla lecturas mutuas, mesas críticas y reflexivas, recitales y conversaciones sobre la creación poética de este último cuarto de siglo, que abarca la denonimada “generación del 90” hasta autores reconocibles hoy como ‘sub 25’.


Probablemente es el acontecimiento literario más importante del último tiempo tanto por la cantidad de escritores reunidos (cien), como por los nombres que ha convocado.

La idea de hacer este seminario nació espontáneamente de Héctor Hernández (1979), uno de los más destacados, polémicos y reconocidos autores de la poesía actual, premio Pablo Neruda 2009, quien sintió la urgencia de realizar este encuentro y convocó a quienes consideraba imprescindibles.

“Fue algo que apareció y se me hizo urgente. Invité a los poetas, pedí los espacios donde se está realizando y en una semana ya estaba todo armado”, cuenta Hernández, quien recalca que se “pueden hacer cosas como éstas sin ningún peso. No hay presupuestos, nadie financia nada y todo se hace de boca en boca y con la gentileza que ha levantado este proyecto con los que yo considero los cien poetas más importantes de mi época”.

Agrega: “Sólo falta Nicanor Parra, pero el título que llevarán las actas del Seminario, ‘Celestes cordilleras’, es un verso de él, a modo de homenaje por sus cien años y su obra fundamental”.

El seminario se presenta como una instancia para reflexionar y profundizar en lo que han sido la última generación poética del siglo pasado y las primeras de éste, y repasa lo que denominan y entienden como post o hiperdictadura. Además retoma algunas antologías señeras en el tema y se erige como un espacio de diálogo para oír la voz de los propios protagonistas, quienes abordarán las sensibilidades que se permean en las nuevas obras de este siglo.

Dejando atrás el morbo de las guerrillas literarias

Héctor Hérnandez Foto: Javier Liaño

Héctor Hérnandez
Foto: Javier Liaño

No fue una guerrilla desatada como aquellas entre De Rockha, Huidobro y/o Neruda, pero alguna vez Hernández, a principios del 2000, en un afán de polemizar, le declaró la guerra a los poetas de la generación del 90 y del 60, o más bien no los dejó entrar a su fiesta. Fue en un poema del libro [guión] (LOM, 2008).

El poema parte así: “Mamá esta noche quiero salir a bailar con mis amigos Mamá esta noche quiero salir a mover los huesos las prótesis y las penas…”. Y termina así: “Quiero que Thalía Paulina Rubio Lynda y la Trevi toquen toda la noche Quiero que afuera haya un cartel con los nombres de toda la gente que tiene prohibido entrar a esta maravillosa fiesta Todos los poetas del noventa y todos los poetas del sesenta Quiero que esta fiesta nunca termine y que sea el sueño tres”.

Por ese entonces el centro de la discusión, avivada por Hernández, era la oposición entre la supuesta adscripción a la Academia de la generación del 90 (Zambra, Roa, Rubio, Anwandter, Bello, Huenún y Carrasco) y la afiliación a la calle de la generación bautizada como “Novísima”  (a la cual éste pertenecía junto a Ilabaca, González, Paredes y Ramírez) por Alejandra Costamagna en una entrevista realizada a Hernández. Este último, en otra entrevista, al diario La Nación en 2008, acusaba a los del 90 de escribir con miedo, así de explícito.

“La Novísima éramos unos amigos que nos juntábamos a leer, salir, bailar y tomar. Nuestra generación fue la primera en acercarse a la sensibilidad pokemona, colegial, y poniendo el énfasis en las minorías (…) Los poetas de los noventa escribieron con miedo a la literatura. Quisieron hacer una obra académica, con una retórica bibliográfica y preciosista, perdiendo el rumbo, que es dar cuenta de una vida personal y otra colectiva”, declaraba.

Hoy recalca que tanto los poetas del 60 como los del 90 fueron generaciones diezmadas, truncas, que no pudieron llegar a ser lo que pudieron. “A los poetas del 60 el Golpe de Estado les marcó y desarticuló por completo; a los del 90, creo, les afectó un golpe mucho menos visible, pero hasta quizá más fuerte que es el neoliberal”, apunta.

Según el poeta, en la década del 90 se produjo un apogeo de la simbiosis entre tecnología y entretención, un símil de lo que es la democracia, el “país de los juguetes» como él comenta a partir de Agamben.

“En ese contexto los poetas que comienzan a publicar en esa década se ven supeditados a una interiorización de la escritura que suspende todo acontecer en el sujeto y el mundo, del mismo modo que los poetas del 60 antes del Golpe. Los autores del 90 pudieron dar más, pero casi todos publicaron no más de dos o tres pequeños libritos, salvo algunas excepciones que siguen dedicados plenamente a la escritura”, explica.

Aquel “portazo” a dichas generaciones de poetas hoy lo hace reír y no le da mayor importancia. Comenta que en diversas ocasiones se ha referido a los poetas del 90, a los de su propia “generación” y ahora más que nunca a varios poetas menores de 25 años que le parecen geniales.

A su vez se queja de que durante mucho tiempo tuvo bastante que decir sobre la poesía escrita en las últimas dos décadas, pero como no existen medios para ello lo hacía de manera más bien informal y con un lenguaje un tanto combativo y sin poder ampliar en las aristas o singularidades de cada caso. Confiesa que este seminario justamente “es una necesidad de muchos ante lo egoísta del propio medio, la vanidad de la prensa cultural o la miopía académica” para tratar estos asuntos.

“Todo lo que he dicho de los 90 son síntesis de pensamientos mucho más complejos, más problemáticos que por el caso de aparecer en la prensa se ven diezmados al knock out malicioso de una frase que no explica la idea completamente”, y añade que “todo lo que se diga de un poeta más allá de su obra, es parte de esa obra”. Así reconoce tomarse las críticas personales, y por eso no le disgustan, incluso, dice, “refuerzan el impacto de la palabra y corroboran la incomodidad con que fueron escritas, pensadas, soñadas”.

Hoy lo que mueve personalmente a Hernández y guía el seminario es un “escenario ya no de guerra, sino por el contrario, de creatividad, comunidad, cariño y cooperación”, comenta.

De ahí que la principal contribución del seminario según Hernández sea el espíritu que lo anima: “Saltarse lo más detestable, odioso, egoísta y burdo del mundillo literario y dejar que hablen los autores y sus obras. La guerrilla literaria responde a otra época, otras desesperaciones, otras necesidades. Hoy el mundo, el día a día es una guerrilla por lo cual nuestra urgencia como poetas, como sujetos creativos es otra que responde a nuevas éticas, nuevos modos de entender el oficio literario en un campo cultural tan paradójico como el nacional, y sobre todo dejar de lado la mezquindad y la frustración”.

Uno de los expositores Germán Carrasco Foto: Javier Liaño

Germán Carrasco, máximo exponente de la denominada «generación del 90».
Foto: Javier Liaño

Si no, no se explica cómo dentro del seminario esté realizando, en sociedad con Germán Carrasco (1971), el mayor poeta de la generación del 90 y también premio Pablo Neruda (2005), un taller de creación poética en el Espacio Estravagario de la Fundación Neruda para diez jóvenes poetas que ellos mismos seleccionaron.

Destaca, en sese sentido, que lo mejor del seminario hasta ahora ha sido la camaradería y el respeto a la poesía que se debían los poetas. “La poesía se debe un poco de felicidad en el sentido de recuperar su potencial subversivo de afectos”, remata.

 La invisibilidad de la poesía en un país de poetas

El cliché es extendido. Siempre se ha dicho que Chile es un país de poetas, y, bueno, no es menor su rica tradición admirada en todo el continente de habla hispana. Aunque como comenta Felipe Cussen en un sabroso artículo titulado “Chile, país de críticos” en la revista Intemperie, no son pocos los países que reclaman su condición de país de poetas: desde México, pasando por Colombia, Nicaragua, Brasil, Guayana, España, Portugal, Grecia, Irlanda hasta países más exóticos como China, Afganistán, Macedonia, Somalia y Lituania, entre otros.

Sin embargo, contrario a esta rica tradición poética nacional, la poesía “aparece” como invisible antes los medios y nuestra sociedad nacional. Probablemente esto tenga que ver con lo que Germán Carrasco comentó alguna vez en la Otra Pluma: “El odio a cualquier tipo de expresión que no sea instrumental, que no tenga que ver con el dinero, es terrible en Chile. Siempre está el para qué…”, condición extensible a las artes en general.

Hernández se explica esto así: “La poesía es peligrosa (…) porque libera al sujeto de su yo, de la amalgama de las identidades impuestas y lo abre a un mundo que se transforma en universo donde todo está conectado, donde no hay bien ni mal ni verdad o mentira y en ese suspenso de la realidad ciertamente lo real decanta y se hace accesible de una manera libre, fulgurante, intensa”.

Y retoma un pensamiento de Diego Maquieira para explicitar lo anterior: “la gente no lee porque no quiere estar sola y creo que pasa por ahí, en ese sentido leer y escribir son vistos como elementos subversivos, pues uno se enfrenta con uno mismo, o mejor aún, con unos yo que no teníamos contemplados por miedo, culpa, ignorancia”.

Sobre el hecho de que la poesía no sea mayoritaria, reflexiona que existe una gran culpa compartida. “Nos sentimos ignorantes y acomplejados ante una tradición, la literatura como genealogía o ante el propio libro y lo que necesitemos tal vez sea disfrutarla como un placer no sólo emocional sino también racional, político, humano, una vivencia de transformación, ampliación y conciencia. Y ése es un triunfo: las personas creativas solucionan sus propios problemas, personas con menos problemas son más felices, personas alegres están más cerca de la libertad. Esto no le conviene a los poderosos ni al sistema, por eso somos terroristas y me encanta”.

 Hiperdictadura

-¿A qué le llaman hiperdictadura? ¿Cómo se refleja?

A una tercera etapa de un proceso mayor que comienza con el Golpe de Estado, es decir, la propia dictadura, la postdictadura que son los años 90 y lo que se inicia con la caída de las Torres Gemelas, un Estado de vigilancia, control, abuso del poder institucional político, jurídico y policial. Lo vemos a diario por ejemplo en el paralelismo con que Estados Unidos ve a los árabes como un enemigo interno terrorista y el caso de Chile con respecto a los mapuches.

Lo vemos en el fascismo civil que ya no requiere un ojo militar o denunciante, pues nosotros mismos nos acusamos, nos denunciamos, nos delatamos en las redes sociales de manera entretenida y sin percatarse.

Son muchos los modos en que la hiperdictadura es notoria en la sociedad, desde temas legales hasta formas-de-vida censuradas por el binarismo mental que divide al país, estúpidamente, en derecha o izquierda, siendo que el verdadero control está más allá de eso. La poesía denuncia eso en su más profunda raíz, ya lo dijo Parra con la unión de estos dos rostros de la misma Moneda. O por ejemplo, obras como las de Paula Ilabaca, Diego Ramírez o Pablo Paredes desmontan esta vigilancia identitaria de lo que significa ser mujer, ser homosexual o ser pobre, respectivamente.

 Antologías señeras y nuevas sensibilidades

seminario

Una de las tareas de este seminario es repasar aquellas antologías que han marcado la pauta de la poesía chilena de este último cuarto de siglo. Entre ellas, según Hernández, están la que hicieron Cristian Basso y Carlos Baier, 22 voces de la novísima poesía chilena, (la primera con poetas de los 90, en 1994), y luego vendrían la Antología de la poesía joven chilena: poesía de fin de siglo (1999, 2003) de Francisco Véjar, Diecinueve (poetas chilenos de los noventa) (2006) de Francisca Lange hasta Cantares: nuevas voces de la poesía chilena (2004) de Raúl Zurita.

Algunos autores ausentes en esos textos que reconoce el poeta serían Antonio Silva, Morales Monterríos, Elizabeth Neira, Jaime Pinos, Alfonso Grez, Arnaldo Enrique Donoso o Nelson Correa.

Comenta que desde ahí hasta ahora ha pasado otra década sin haber mayor trabajo antológico de lo que ha sido el nuevo corpus. Pensando justamente en esta carencia es que está trabajando en una nueva antología, Flor de lepras, que pensó hace ya una década, pero que recién puede empezar a terminar, con poetas nacidos entre 1979 y 1989 que representan las primeras escrituras del nuevo siglo.

Además hace poco terminó una antología con 19 poetas chilenos nacidos en los 90, con autores que no sobrepasan los 25 años, de quienes expresa que “lo que allí hay es de una brillantez que me pone los pelos de punta. No se parece a la “novísima”, a los 90, a los 80, a nada. Ellos están en otra órbita poética, otro cuerpo celeste con nuevos fulgores, de allí el título del libro, Halo.

Éste aparecerá pronto y reúne a autores como Matías Tolchinsky, Fernanda Martínez, Nicolás Meneses, Roberto Ibáñez, Claudia Maliqueo, Pablo Apablaza, Yerko Ostap o Daniel Medina Lillo, entre otros. Reconoce que estos darán que hablar. “No me cabe duda, pues sus proyectos colosales, intensos, ambiciosos inutilizan el mismo nombre de poetas jóvenes y, como dice Zurita, nos hacen pensar en la juventud de la poesía”.

Programa del seminario: http://es.scribd.com/doc/210513623/PROGRAMA-Seminario-Nueva-Poesia-Chilena

 

 

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