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Crítica de cine: “Ocaso”, el rumor silencioso del Maule en imágenes Ópera prima del director chileno-español Théo Court Bustamante

Crítica de cine: “Ocaso”, el rumor silencioso del Maule en imágenes

Aunque fue rodada a mediados de 2009, recién este mes de marzo se pudo apreciar en el país la película de Théo Court. Dotada de una gran belleza fotográfica y una dirección artística digna de mencionarse, este filme se inserta en una tradición estética que, si bien ha hecho cierta escuela en la literatura local, exhibe pocos ejemplos en el cine criollo: la ambición de retratar el crepúsculo de la clase social que detentó el poder político y económico de la nación sin contrapeso, durante el siglo XIX y gran parte del XX.



En una de sus infinitas crónicas, un texto que recogió en su libro Nacionalismo continental (1968), Joaquín Edwards Bello escribió que recién comprendió el sistema de clases chileno y la herencia colonial hispana, después de analizar los tipos humanos que concurrían a la Plaza de Armas de Talca, y las separaciones según el rango, que se suscitaban en el lugar. Para el autor de El roto, la capital de la Séptima Región era la ciudad más española que se conservaba en el confín del mundo, una representación del imaginario medieval hispano en Sudamérica.

Y desde Villa Alegre, la pequeña localidad ubicada un poco más al sur, atravesando el río Maule, el límite del imperio Inca, y donde Théo Court filmó Ocaso (2009) hace casi cinco años, el historiador Francisco Antonio Encina catalogó a la elite de Chile y de la zona, como la “aristocracia castellano-vasca”. Un grupo que para otro pensador conservador, Mario Góngora del Campo, era sólo una burguesía de cultura aristocratizante.

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Acerca de la muerte de ese grupo social, que fundamentaba la imagen que tenía de sí mismo en la posesión de pequeños latifundios de la zona central, su diferencia de apostura física y de modales con el pueblo y la siutiquería, se inspiró el joven director a fin de debutar en el cine. Lo hizo, sin embargo, de una manera distinta a lo habitual, con un relato en donde faltan las palabras y los diálogos, pero hablan las imágenes, los cuadros bien logrados y se expresan las secuencias que brillan por su composición fotográfica. El centro de la cámara, en tanto, enfoca parsimoniosamente la cotidianidad de un peón de fundo, un fiel empleado viejo y cansado, que se niega a dejar sus labores en la degradada casa patronal.

De allí proviene la familia materna de Théo Court Bustamante, de esa provincia es oriundo el clan de José Donoso Yáñez, el célebre novelista que se autoimpuso ficcionar con mayor persistencia en torno a esa casta de mentalidad tradicionalista, una que en el fondo lo despreciaba por el nacimiento mesocrático de su segundo apellido. Y a ese entramado genealógico, de poder y prestigio aparentes, el literato le dedicó su tetralogía de la decadencia, el compuesto por el ciclo narrativo de Coronación, Este domingo, El lugar sin límites y El obsceno pájaro de la noche.

Otros que siguieron el esfuerzo de Donoso, algunos con mayor talento e intuición artística y sociológica inclusive –nada indica el orden con que los nombro–, fueron Cristián Huneeus, Juan Agustín Palazuelos, Mauricio Wacquez, Adolfo Couve, Jorge Edwards, Arturo Fontaine Talavera y quien era tío del joven Court, el fallecido Óscar Bustamante, eso por lo menos en tiempos recientes, para evitar remitirnos a las figuras de Alberto Blest Gana y Luis Orrego Luco, por ejemplo. En el cine sólo lo han intentado Raúl Ruiz y Silvio Caiozzi; ahora se les agrega Court.

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El realizador, educado en la Universidad Arcis y en Cuba, adopta entre sus convicciones estéticas la creencia en el minimalismo y cierta experimentación formal al momento de filmar, que él afirma realizar con la prescindencia intempestiva del guión como columna vertebral de su historia. Grave error a mi entender, que lo priva de articular su lúcida y participante visión del asunto apoyado en la fuerza de un libreto trabajado y poderoso. Aquel es un error conceptual, un precipicio por el que caen y se despeñan al vacío teórico, sin embargo, una importante mayoría de los directores chilenos.

Otro tema es que Court confunda la economía y casi omisión del lenguaje hablado, con la intención de expresar, en un espacio reducido, el universo de símbolos y significados que se desplazan detrás de los planos contiguos y ocultos de su mirada cinematográfica, los cuales el autor encuadra y logra materializar con un oficio que evidencia, sin duda, la altura de su talento y formación. La Nouvelle Vague ya demostró hace tiempo, no obstante, que esas posturas creativas, salvo generar una novedad momentánea, están condenadas al fracaso y a un destino sin mayor trascendencia práctica.

La incertidumbre del hombre contemporáneo ante el presente y el futuro resultan el verdadero protagonista de Ocaso, personificada en la fracción de esa clase social que no supo actuar ante el giro economicista que se produjo en el Chile posterior al quiebre de 1973, una ruptura que generó el traspaso de riquezas, poder e influencia reales, de mayor montaje que se ha dado en el derrotero del país.

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Los miembros de esa antigua “aristocracia”, que por falta de perspectiva o de sentido pragmático de la coyuntura, se hallaron impedidos de subirse al carro de la victoria, son como ese tío de Court que aparece en un lloriqueo y arrebato emocional, por otra parte el gran momento sonoro y humano del filme: un alma en pena, una sombra inquieta, un caballero en el destierro, la niebla y el rumor silencioso de las aguas del río.

Una anécdota cercana, con el propósito de graficar el sentido verdadero de esa escena. Uno de mis abuelos, tenía un primo hermano que, aparte de ser dueño del Banco Regional del Maule, antiguo propietario de la feria de animales de Linares, y criador de caballos de pura sangre, fue el último intendente en la gobernación –previo al 11 de septiembre–, del Presidente Salvador Allende, de quien era amigo personal, y al que alojaba en su fundo mientras pernoctaba en la ciudad. La condición “burguesa” objetiva de este pariente mío, no lo privó de formar una colectividad en apoyo a la Unidad Popular, la que tuvo por nombre rimbombante algo así como la Avanzada Socialista Revolucionaria. Al instante del Golpe, sólo fue conminado a permanecer en su hogar y a evitar las declaraciones extremistas. Hace unos años falleció harto más pobre que el potentado que era hace cuatro décadas, sólo había conservado la propiedad de su finca ecuestre, y nunca más participó en política. Sobre la suerte de esa clase dirigente que pereció con el incendio a La Moneda, de esas vidas frustradas se inspiró Ocaso, me cuenta Théo Court, una vez que nos reunimos a conversar brevemente, días después de su estreno en la sala Radicales.

Así son los fantasmas que vagabundean, invisibles y tales espectros, por la ribera del Río Maule, como la figura imponente y distinguida de Óscar Bustamante, cuando doblaba caminando por la calle Rosal, para perderse en la esquina con Victoria Subercaseaux. Parecida al vapor atemporal de la niebla.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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