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El dramático y enfurecido testimonio del actor de El Reemplanzante: «Desde hace muchos años que los incendios nos acechaban». Su familia lo perdió todo en el siniestro

El dramático y enfurecido testimonio del actor de El Reemplanzante: «Desde hace muchos años que los incendios nos acechaban».

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Sebastián Ayala, el joven actor y novel director de cine, conocido por su papel de Maicol en El Reemplazante y por haber protagonizado «La Pasión de Michelangelo», lo perdió todo el incendio de Valparaíso. Su cerro, Las Cañas, parece haber sido víctima de la explosión de una bomba. Además de la desazón, el sentimiento que lo inunda es de rabia, de cólera contra las autoridades municipales por haber apoyado a los privados en la construcción de obras y abandonado a la gente de los cerros, quienes todos los años conviven con las llamas. «Eso aquí todos lo sabían», dice indignado.


El cerro Las Cañas en Valparaíso, donde durante más de 50 años vivió la familia del joven actor Sebastián Ayala, parece desde el aire haber sido víctima de una hecatombe. «Era todo un caos, la gente arrancaba para cualquier lado y no se veía nada», recuerda el actor de El Reemplazante los primeros minutos del dantesco incendio que consumió todo el patrimonio suyo y el de su familia.

El dramático testimonio, de este joven actor quien hace un par de meses ganó con su cortometraje Anqas la competencia nacional del Festival Internacional de Cine de Lebu, parte la noche del sábado cuando estando en otro cerro vio a lo lejos las llamas que consumían el cerro La Cruz, que se ubica contiguo al suyo.

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«Yo no estaba en le cerro en ese momento, estaba en Playa Ancha, y de ahí vi que se estaba quemando el cerro. Varias veces ha habido incendios allá, en el cerro La Cruz, que son cerros que están muy juntos. Yo sabía que era ese lugar de donde venía el fuego, pero no me preocupé porque siempre se está quemando ese bosque, pero se controla y nunca pasa a mayores», comienza Ayala su relato.

Lo primero que hizo luego de ver las luces en los cerros fue intentar comunicarse con su familia, pero sólo pudo hacer contacto telefónico con una sobrina.

«Me pude comunicar con ella y me dijo que estaban bien, pero luego la volví a llamar en 20 minutos y  ya no me contestó. En cosas de minutos todo cambio allá, en ese pequeño lapso se desató el caos y todos comenzaron a arrancar», recuerda.

Sin información acerca de su familia, Ayala se fue para el lugar y ahí se dio cuenta que ya no se trataba de un incendio forestal más, sino que de un gran tragedia y que tenía a su familia en el corazón del siniestro.

El caos

Según cuenta el joven actor, el cerro Las Cañas  comenzó a ser poblado desde los años 60 por miembros de su familia.

«En el cerro Las Cañas, la mitad de la gente es familia mía o amigos desde chicos. Mis papás y mis abuelos vivían ahí hace más de 50 años. Ellos formaron ese cerro con puros familiares, con puros parientes. Mi familia pobló ese cerro, eran apenas 3 o 4 familias las primeras que llegaron, cuando todavía este lugar era un área verde, cuando no era nada. Y obviamente conozco a todas las familias y obviamente también a la gente que murió. O eran amigos o familiares de amigos», narra Ayala, tres días después de la noche en que partió todo y que recuerda como si fuera una película.

Fotos: Agencia Uno

Fotos: Agencia Uno

«En mi familia todos arrancaron por lugares diferentes. Se había cortado la luz y no se veía nada. Mi gente se fue perdiendo en el camino, traté de comunicarme con ellos  y ahí me enteré que mi hermana chica se había perdido», cuenta.

La situación- recuerda Ayala- era un caos. «Las gente arrancaba corriendo por cualquier parte, la mayoría bajaba a pie pero otros también subían en auto. Las cenizas no te dejaban ver y yo no encontraba a mi hermana. Después de un rato me fui a la Posta a ver si estaban allí y ahí me encontré con una tía que me dijo que mi abuelita estaba ahí y que mi hermana chica estaba con ella».

«Estaba muy preocupado porque mi hermana chica no aparecía, y ya había mucha gente que había perdido a su familia o no que no sabían donde estaban. El casos, si te imaginas, era terrible, sin luz, con mucho viento y cenizas que caían por todos lados y no te dejaban ver. Cuando por fin los encontré ahí me sentí mucho más tranquilo», cuenta el actor, quien admite que la situación ha sido tan chocante que todavía no saben bien qué hacer, ya que quedaron con lo puesto.

Uno de los momentos más dramáticos que experimentó su familia fue el que afectó a su padre, quien en estado de shock, no quería arrancar. «Si no fuera por mi cuñado mi papá no estaría con vida».

«Mi papá se quedó hasta el último momento. Él estaba ahí con una manguera regando el patio cuando el fuego ya estaba consumiendo la casa de enfrente. Era una cosa como de película. Mi cuñado que estaba en otro lado, se devolvió a la casa a ver si había alguien porque no sabía nada de nosotros, y vio que estaba mi papá estaba en el patio, como que no reaccionaba. Él lo fue a buscar pero mi papá no quería irse, al final lo tuvo que sacar empujándolo de la casa», cuenta.

Esa situación de shock afectó a muchas personas en el lugar. Y muchos, piensa Ayala, fallecieron al quedar estupefactos producto de la tensión y el miedo.

«Conozco a una señor que vivía más arriba de lo que era mi casa, es el abuelito de un amigo, que no alcanzó a salir. Otra señora que vivía lado de la casa de una tía le pasó lo mismo. Estaban también unos abuelitos que murieron los dos juntos», dice Sebastián, quien en esta parte del relato deja el estado emocional de desolación para cambiarlo por enfurecimiento, rabia en estado puro. «Y siguen encontrando cuerpos. De la gente en el cerro nunca nadie se preocupó».

Contra el municipio

Las principales críticas del protagonista de la «Pasión de Michelangelo» apuntan a las autoridad del municipio de Valparaíso y a la contradicción en el crecimiento urbanístico del puerto.

«Para nosotros es demasiado frustrante ver cómo desde el municipio, las autoridades, pretenden proyectar la ciudad desde una cáscara patrimonial que es de mentira. Esa mixtura rara entre el privado y el municipio cada vez como que deja más dudas», señala el actor, haciendo hincapié en los millones de dólares que recibió de subvención el mall Barón de Valparaíso.

El problema -según él- son las contradicciones y las prioridades del Municipio. «El avance de la inmobiliaria acá en Valparaíso es terrible. Lugares donde antes por decreto municipal no se podía construir, hoy día te ponen un edificio en la puerta de sus casas, y edificios no chicos, sino de 20 pisos. Y además está el mall. Todo eso contrasta con los edificios patrimoniales abandonados y la situación de abandono de los cerros».

«Las avenidas de los cerros son las mismas de los últimos 50 años. Mientras la construcción de obras se preocupa de la cara bonita del Valparaíso, en los cerros no se hace nada. Ni siquiera hay grifos y los pocos que habían estaban destrozados. Y esa información siempre la tuvo el municipio, pero no les importó», dice con indignación.

Lo más grave, apunta Ayala, es que nadie en Valparaíso puede señalar que esta tragedia lo haya tomado por sorpresa, o que haya sido la fuerza incontrolable de la naturaleza la única responsable.

«Desde hace muchos años que los incendios nos acechan. Hoy estamos en abril, pero en este sector los incendios parten en noviembre. De hecho hay una tía que perdió su casa en el incendio pasado del cerro La Cruz donde se quemaron cerca de 100 casas. ¡Si esto es un mal chiste!. Luego que la había reconstruido, ahora se le volvió a quemar», recalca.

La familia de Sebastián, como la de mayoría de las familias que perdieron todo, se encuentra de allegados en la casa de amigos, a la espera de que junto con el control del fuego, también se les enfríe un poco la cabeza, para tener claridad sobre qué es lo harán en el futuro cercano.

De lo que sí está muy seguro es que las responsabilidad de tragedia no pueden ser atribuidas sólo a la naturaleza. «Esto era previsible. Este es el resultado de las políticas del municipio. De las contradicciones de Valparaíso», remata Ayala, con desazón.

 

 

 

 

 

 

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