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Leonardo Padura: “En mis novelas busco crear una imagen posible y verosímil de la realidad cubana” Es el escritor de mayor renombre internacional que vive en La Habana

Leonardo Padura: “En mis novelas busco crear una imagen posible y verosímil de la realidad cubana”

Presente en la Feria del Libro de Antofagasta (Filzic 2014), este narrador caribeño, ganador de los prestigiosos premios Café de Gijón, Hammett de ficción policíaca, el Roger Caillois y del Nacional de Literatura de su país, se manifiesta por estos días como una de las figuras más destacadas a nivel mundial, de los que desarrollan su arte en lengua castellana. Lector de Philip Roth y Paul Auster, y admirador de Vicente Huidobro y de Roberto Bolaño, en esta entrevista habló de sus referentes creativos, sus proyectos cinematográficos y las motivaciones generacionales que impulsan sus textos.


La verdad que es un milagro que Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955) se encuentre conversando conmigo en una capital regional de Chile, mientras se prepara para seguir y continuar con la gira promocional que sus compromisos editoriales, le obligan por contrato. Pues este escritor, que viene de gira por Europa y de los Estados Unidos, y que este fin de semana aloja en Antofagasta, el lunes ya pernoctará en un hotel de Buenos Aires, frente al Río de la Plata.

Así es la rutina de los novelistas que cruzan el umbral del respeto literario y del éxito en ventas y lectoría. Que es el caso de Padura, el autor de Herejes (2013), su último original publicado, y ya traducido y editado en más de veinte idiomas. Vencedor de reconocimientos tales como el Premio Café Gijón (1995), el Premio Hammett de novela policial en dos oportunidades (1998 y 2006), ganador del francés Roger Caillois de literatura latinoamericana (2011) y merecedor del Nacional de la disciplina en Cuba (2012), el máximo galardón al que puede aspirar un narrador cubano, dentro de las fronteras de su patria.

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Me cuenta este filólogo de formación, quien deseaba estudiar periodismo -pero que la burocracia de la isla no se lo permitió, por estar muy saturada la profesión en ese entonces-, que si bien es un agnóstico que creció bajo la filosofía materialista marxista, su comportamiento en sociedad tiene la huella indeleble de la moral cristiana que le inculcó su madre, una católica devota. Pero no es religioso, Padura: “Creo que con la muerte se acaba todo”, afirma convencido. Y complementa: “Nunca he pertenecido a un partido, iglesia, logia o cualquier organización que entregue una cosmovisión e imaginario de la realidad a seguir”.

A pesar de aquello, sus novelas, tanto las de la serie dedicada al detective Mario Conde (la mayoría y las que le dieron la fama), como las invenciones en las que este personaje brilla curiosamente por su ausencia, están inspiradas en tópicos “metafísicos” que insisten en la comprensión del pasado, la búsqueda del yo personal, los fragmentos de la memoria y la reconstrucción del tiempo histórico.

“Las orientaciones de mi literatura están dirigidas a rastrear en la identidad cubana, en la latinoamericana, y en la del mundo. De esa manera, persigo cuestionarme y realizar esas preguntas fundamentales que tratan de responder de dónde venimos, qué somos, de indagar en nuestros orígenes. En ese sentido, el primer antecedente del mundo que intento construir literariamente, se encuentran en la vida y obra del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), el cronista inaugural de nuestro continente”, explica Padura.

Sensaciones tales como la orfandad afectiva, los obstáculos que instala para sus ciudadanos una sociedad cínica y represiva, el dolor de la pérdida amorosa y las precariedades materiales en el derrotero de todo ser humano; igualmente representan caminos importantes en la trayectoria artística de este intelectual, los que son expresados, sin embargo, bajo el prisma de una visión de un cubano nacido y habitante de la segunda mitad del siglo XX.

“Pertenezco a un grupo de hombres y mujeres que nunca tuvo la posibilidad de decir qué deseaba hacer, que ha sido siempre obligada a obedecer, y que ha tenido una distancia inmensa con el poder real, el que nunca tuvimos, por lo demás. Yo soy el escritor de una generación que ha perdido las ilusiones, las esperanzas, y que se mueve y moviliza en la mayor de las frustraciones. Por eso, en mis novelas busco crear una imagen posible y verosímil de la realidad cubana, la que en 50 años tendrá para un historiador más valor científico que los titulares de la prensa de mi país en su conjunto durante este período”, argumenta.

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En efecto, la totalidad de las coordenadas del creador de La novela de mi vida (2002), giran sobre esas preocupaciones elementales, y sus lecturas actuales, dicho sea de paso, también. “Disfruto mucho leyendo a Paul Auster y a Philip Roth, dos escritores estadounidenses por cuyas páginas transitan esos temas y variaciones”, dice en un lenguaje de clave melómana, que recuerda a otro cubano insigne, el notable escritor y musicólogo, Alejo Carpentier (1904-1980).

La relación no es en vano ni resulta gratuita, ya que de hecho, Padura ha redactado dos monografías que estudian el universo del genial autor de El reino de este mundo y Los pasos perdidos: el ensayo Lo real maravilloso, creación y realidad (1989) y un volumen de más de 600 páginas, titulado Un camino de medio siglo: Alejo Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso (1994). “Hay que tener cuidado con este tipo de escritores, sin embargo, pues no crean seguidores, sino imitadores”, advierte.

En cuanto a sus referentes estéticos, el artesano de El hombre que amaba a los perros (2009) dice guardar una deuda con cuatro créditos de la literatura hispanoamericana. Con el recordado Carpentier, con su compatriota Guillermo Cabrera Infante, con el Nobel peruano Mario Vargas Llosa y con recientemente fallecido, también consagrado en Estocolmo, el colombiano Gabriel García Márquez.

Y aunque parezca llamativo, Padura confiesa, libre de culpa, que sus principales bastiones literarios, se ubican al noroeste de la isla, en la gran literatura estadounidense de la centuria pasada.

“He bebido bastante, en lo relacionado a su concepto narrativo, de autores como Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Carson McCullers, Jerome David Salinger y de dos fortines de la novela policial norteamericana: de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler”, analiza. Otras inspiraciones estructurales, describe, han venido de la filosofía y narrativa existencialista de Albert Camus y Jean-Paul Sartre.

Feria del libro de Antofagasta 2014

Feria del libro de Antofagasta 2014

De las letras chilenas, conoce, obviamente, la poesía de Pablo Neruda y de Gabriela Mistral, asimismo la de Nicanor Parra. Transparenta que ha leído mal y poco a Enrique Lihn. Se declara amigo de Ramón Díaz Eterovic y de Luis Sepúlveda. Sorprende, en cambio, al demostrar una acabada alfabetización en torno a los títulos de Vicente Huidobro, con el que se cruzó en sus años universitarios, y cuya profundización y lectura no ha abandonado jamás. “La figura de Huidobro se enseña en Cuba, en los planes de estudio de la totalidad de los cursos de literatura. Él fue constituyó la primera voz que abrió el viento de la vanguardia a los versos alicaídos y dulzones de nuestra lengua”, admite en su faceta de erudito.

Otra marca nacional que no podía estar ausente y prohibida de este dialogo, se desprende de la leyenda de Roberto Bolaño, el creador de Los detectives salvajes y de 2666.

“Me parece, sin embargo, que Bolaño para nada es un escritor chileno, tampoco un narrador mexicano ni un artista español. Sí, nació en tu país, vio la luz de la vida en Chile, pero esa fue una casualidad, un capricho del azar, pues él, en verdad, es un ciudadano del mundo, cuya literatura se alimenta del tiempo posmoderno y de los cruces de innumerables culturas, que son evidentes en su obra y el rasgo esencial de la época histórica en que le tocó expresarse”, opina.

Ante las similitudes que se aprecian entre las tramas y los leit motiv de algunos de sus libros, y las obsesiones que dan forma a los textos del autor de Estrella distante, Padura reconoce que sólo se informó y auscultó en las páginas de Bolaño, una vez que éste falleció y él ya había redactado y lanzado parte de la serie en honor al investigador y policía Mario Conde. “Fue un encuentro póstumo”, aclara.

Una de las pasiones que mueven al novelista de La neblina de ayer (2005) es el que se desprende del trabajo cinematográfico, de la labor de escribir guiones y parlamentos para ser utilizados en series, documentales y largometrajes de ficción. En esta hora, sin ir mas lejos, se halla en la postproducción, junto al director francés Laurent Cantet -quien ganó la Palma de Oro en Cannes por su filme Entre les murs (2008)-, un producto televisivo de ocho capítulos, basado en La novela de mi vida, y que llevará por sugerente título, Regreso a Ítaca. El guión de la historia lo redactaron Padura y su esposa, la periodista Lucía López Coll, y sus imágenes serán exhibidas en las jornadas de una importante muestra internacional de cine, que tendrá a lugar durante este año.

La última y mediática participación en el cine del escritor cubano, anterior a la recién descrita, aconteció a raíz de la película coral 7 días en La Habana (2012), y que se proyectó en Chile, en la sala El Biógrafo, en el mes de noviembre de 2013. Ahí, el inventor de Mario Conde, estuvo a cargo de la realización narrativa de los cortometrajes que dirigieron en esa obra múltiple los cineastas Benicio Del Toro, Julio Medem, Juan Carlos Tabío e inspiró la idea dramática de la historia contada por el director argentino Pablo Trapero. Fue gracias a la producción de este filme, que Padura entró en relaciones con Cantet, el que estuvo a cargo de uno de los relatos visuales que componen el largo

Previo a esto, el creador de Pasado perfecto (1991) firmó los guiones de los documentales Yo soy del son a la salsa (1995) y de la cinta Mala Habana (1995).

 

 

 

 

 

       

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