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Con la llegada de los libros electrónicos solamente se repiten los patrones Opinión

Con la llegada de los libros electrónicos solamente se repiten los patrones

Javier Sepúlveda Hales. Director General de ebooks Patagonia.


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En la historia siempre ha habido una resistencia y rechazo a los grandes cambios. Cambios en la manera que vivimos y en el comportamiento de las personas. Los esfuerzos por mantener un paradigma vivo siempre son altos. Hoy con la llegada del #TsunamiDigital y la irrupción de los libros electrónicos solamente se repiten los patrones. Los ebooks llegaron a romper las reglas establecidas.

He tratado de imaginar una época en que se leía en papiros. Esos rollos de fibra vegetal que se usaban para guardar conocimiento. La cara que tiene que haber puesto el fabricante de papiros cuando vio pasar el primer libro de papel. Tenía clientes fieles y una producción estable durante décadas, lo debe haber mirado con desprecio, como una moda pasajera sin fundamentos. O tiempo después cuando se dejaron de producir papiros y solo había libros de papel, imagino la frustración de las personas acostumbradas a leer hacia abajo, desenrollando el pergamino. Se tuvieron que enfrentar a libros de papel y dar vuelta la página. “¡¡Dar vuelta la página!!, qué incomodidad!! No hay nada como desenrollar mi papiro”, deben haber dicho.

Luego, la revolución tecnológica que representó la imprenta trajo cosas buenas para unos y malas para otros, dependiendo del lado en que cada cual se encontraba. Una de las malas es que dejó sin trabajo a los escribas, que con su mano completaban las hojas de los libros palabra por palabra. Con la imprenta y su salto en la velocidad de producción para la época, el uso de las palabras abreviadas dejó de ser necesario. En el tiempo que una mano terminaba un libro, la imprenta entregaba cientos.

Unos perdieron el poder que les daba la retención del conocimiento y otros ganaron en acceso a éste. Dejando atrás una época en que la sabiduría estaba en pocas manos, muchas veces en los monasterios, los libros, como nunca antes, llegaron a miles de personas. El conocimiento guardado en ellos dio un salto muy grande en cuanto a su difusión. Imaginen lo caro que pudo haber sido un libro hecho a mano, un lujo hasta el día de hoy. Los libros salieron de los monasterios y de las manos de los ricos para llegar a la calle. Más personas se educaron y con el tiempo surgieron más revoluciones y nuevas religiones.

Hoy, con este cambio tecnológico, el salto en acceso, en que los libros llegan a las personas, es muchísimo más grande, es sin límites. Esta vez más que salir a la calle están llegando a todas partes, no importando dónde te encuentres mientras tengas una conexión, aunque sea por unos minutos, para descargarlos y luego leerlos desconectado. Esta vez sí que dejaron de ser de las personas con dinero. Esas excusas para no leer que dicen que los libros son caros son quejas del siglo pasado, de un paradigma ya quebrado. La baja de precio desde un libro de papel a uno digital es alucinante, y si realmente no tienes dinero, siempre está el camino de la descarga ilegal. Las posibilidades para leer están más abiertas que nunca. Desde el lado de la generación del conocimiento también. Ser publicado y difundir tus pensamientos hoy es mucho más sencillo.

En La estructura de las revoluciones científicas, Thomas Kuhn habla de que la ciencia normal, inserta en un paradigma, sólo puede reconocer anomalías y ver crisis, y que todo termina cuando las personas conversan “con frecuencia de las vendas que se les caen de los ojos y de la iluminación repentina que inunda un enigma previamente oscuro”. Crisis como: editoriales que no pueden publicar títulos por falta de recursos para la impresión; transnacionales españolas vendiendo su editorial (menos lo infantil) buscando hacer caja y enfocarse en negocios más rentables; problemas de circulación de libros dentro del país y cualquier parte que no sean las tres comunas más ricas de la capital; y anomalías como: una apoderada de un colegio de Isla de Pascua que con la matrícula le pasan en un pendrive todos los libros que su hijo debe leer en el año y ya no tiene que traerlos desde el continente con los costos que eso implicaba; grandes lectores de libros que una vez que conocen un eReader no vuelven atrás por la comodidad y cantidad de libros que llevan a todas partes; personas mayores que agrandan exageradamente la letra de los ebooks y vuelven después de años a la lectura.

Con la llegada de las primeras olas del #TsunamiDigital estamos en un momento de convivencia de dos mundos, el papel y el digital. Estas olas están desordenando la industria del libro y otras más. Un nuevo paradigma está tomando su lugar: los ebooks llegaron a romper lo establecido y las nuevas reglas todavía están por escribirse.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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