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Daniel Burman, director de dilatada trayectoria explica el boom del cine argentino: “Sin política de Estado no existe el cine” El filme se exhibe en el marco del Primer Festival del Cine Argentino de Cinemark

Daniel Burman, director de dilatada trayectoria explica el boom del cine argentino: “Sin política de Estado no existe el cine”

Vino a Santiago para presentar “El misterio de la felicidad”, vista por más de medio millón de personas en su país. Aquí explica el poderío de la industria cinematográfica del otro lado de la cordillera, habla de cómo fue filmar con el cantautor uruguayo Jorge Drexler y cuenta detalles de su próximo proyecto, centrado “en el misterio del bien”.


La cita con el cineasta argentino Daniel Burman (1973) es en el Hotel Kennedy. Burman es pura tranquilidad, transmite paz y simpatía. Parece un tipo feliz, un hombre agradecido con la vida. Habla con elocuencia. Y tiene una humildad que sorprende considerando que ha filmado 10 largometrajes, que ha ganado un premio al mejor guión en Sundance (por “Todas las azafatas van al cielo”) y otros tantos galardones en lugares tan dispares como Biarritz, Valladolid, La Habana y Berlín, y que frente a su cámara han desfilado actores como Cecilia Roth (“El nido vacío”) o el cantautor uruguayo Jorge Drexler (“La suerte en tus manos”).

O que “El misterio de la felicidad”, su última cinta, ha superado el medio millón de espectadores en Argentina. Fue justamente esta cinta la que presentó la noche del lunes, en el marco del Primer Festival de Cine Argentino, organizado por Cinemark, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y la embajada trasandina en Chile, en un ciclo que además incluye “Mar del Plata”, “Días de Pesca”, “La corporación” y “Ciencias Naturales”.

pelicula

“Una metáfora de la felicidad”

“El misterio de la felicidad”, una película que mezcla drama y humor, una de las características de Burman, cuenta la historia de dos amigos y socios, Santiago y Eugenio (Guillermo Francella, otro astro transandino, y Fabián Arenillas). Un día el segundo desaparece y Santiago emprende su búsqueda junto a la esposa de Eugenio, Laura (Inés Estévez), “y en el trayecto se dan cuenta de que no lo quieren encontrar”, según reza la reseña.

“De alguna forma esa es una metáfora de la felicidad”, señala Burman. “Hay una frase, creo que de Lacan, que dice que el deseo se defiende de ser consumado. Estos personajes ven la felicidad ahí, a lo lejos, y quieren seguir caminando, pero no quieren encontrar nada, ni seguir al hombre que supuestamente dio inicio a esa búsqueda”.

Para el cineasta el éxito de la cinta se debe que toca el tema de la felicidad, “una cuestión universal”. La felicidad como una ilusión, que puede residir imaginariamente en cosas como la pareja, una marca de cerveza, conseguir entradas para el Mundial o en un partido político. “Si nos detenemos un momento, nos damos cuenta de que la felicidad no anida en ningún lado, que la felicidad es estar en cierto camino, en cierta geografía ambigua, pero no está en ningún lado físico, ni siquiera espiritual. Está en un transitar”, remata.

En este film, Burman quiso hablar además “de la tensión entre la lealtad y la fidelidad” y de “cómo constantemente necesitamos encapsular los sentimientos que tenemos –ya sean de amistad, de pareja, incluso de familia- dentro de ciertos pactos”, ya sean explícitos como el matrimonio o implícitos como la amistad.

“Ocurre que con el transcurso del tiempo, los sentimientos que dieron vida a esos pactos, mueren o mutan hacia otras personas, y sobrevive el pacto. Entonces muchas veces somos más leales a esos pactos que fieles a los sentimientos. La fuerza del pacto muchas veces es más poderosa  que el sentimiento, ¿y quién se anima a decir que el pacto se ha vencido?”, se pregunta.

Perspectivas vitales

Burman va filmando los temas sobre distintas etapas de la vida adulta: cuando era más joven retrató el deseo de un joven por emigrar de un país en crisis (“El abrazo partido”), luego habló de una joven pareja y su hijo pequeño (“Derecho de familia”) y después abordó la vida de una pareja madura y sus hijos adolescentes (“El nido vacío”).

“Vas cambiando la perspectiva vital y a partir de eso los conflictos que vas tomando son diferentes”, explica, aunque recalca que siempre está centrado en un gran tema: la familia. “Es tan determinante la familia en nuestra infancia, para toda la vida, y hacemos muchos esfuerzos, todo el resto de los años, para escapar de eso, hasta que al final nos damos cuenta de que es imposible”, reflexiona. El intermedio de ese proceso a Burman le parece “fascinante”.

“El misterio de la felicidad” posee, al igual que el resto de las cintas, esa mezcla de humor y drama que ya es un sello de su cinematografía. Un sello que para Burman es una forma de ver la vida. “En la vida cotidiana nada es tan tremendo, nada es ni muy maravilloso ni para tirarse debajo de un tren. Hay momentos de una sonrisa y momentos de depresión. Uno se maneja entre la tendencia del escape y la permanencia todo el tiempo, y en esa zona uno sobrevive”.

Explicando el boom de cine argentino

Hay que decir que la prolífica producción de Burman -ésta fue su noveno largometraje- no son un hecho aislado. La propia existencia del Festival de Cine Argentino de esta semana es un ejemplo más del gran momento que está viviendo el séptimo arte trasandino, ganador de dos premios Oscar (“La historia oficial” en 1985 y “El secreto de sus ojos” en 2010). Este año estuvo presente en Cannes con “Jauja” de Lisandro Alonso (que ganó el premio FIPRESCI), “Relatos salvajes” de Daniel Szifron, “El ardor” (con Gael García Bernal) de Pablo Fendrik y “Refugiado” de Diego Lerman.

El cineasta recuerda que en el 2001, cuando un estallido social hizo caer el gobierno en medio de una debacle económica, en Europa se solía decir que “Argentina hacía buen cine porque estaba en crisis”. Para Burman, en cambio, se trata sin duda de una política de Estado, que ha continuado más allá de los distintos gobiernos en el poder. Hace más de medio siglo, en 1957,  se promulgó la Ley de Cine y se creó el Instituto Nacional de Cinematografía (INC), antecesor del actual INCAA.

“Si agarras todos los países latinoamericanos y tomas los últimos cincuenta años y ves desde cuando los países tienen legislaciones con políticas de Estado de apoyo a la cultura” resulta claro que aquellos con políticas permanentes tienen una industria mayor, señala.

“En todas las administraciones (de Argentina), con mayor o menor medida, hubo un respeto por la Ley del Cine y se cumplió siempre. Eso demuestra que cuando hay políticas de Estado realmente a largo plazo se producen este tipo de milagros en un país como Argentina, con una industria cinematográfica muy importante”, dice. Y agrega que en los últimos años el apoyo se ha acentuado, también gracias a una Ley de Medios que impulsó la creación de numerosas unidades audiovisuales. “Sin política de Estado no existe el cine”, sentencia.

Las cifras no hacen más que confirmar sus dichos. Según Lucrecia Cardoso, presidenta del Incaa, Argentina pasó en 2003 de 35 millones de espectadores a 48 millones en 2013, casi un 40% más. «En 2003, 3,5 millones vieron películas nacionales. En 2013, fueron casi 8 millones. Además cuatro de las 10 películas más vistas fueron argentinas. La industria cinematográfica en la Argentina genera aproximadamente  100 mil empleos, directos e indirectos, desde los servicios vinculados a la producción,  la exhibición y los puestos generados por las salas”, señala Cardoso.

Influencias

Sin embargo, a la hora de hablar de películas o directores argentinos que le gusten, Burman prefiere no dar nombres (“los respeto a todos, admiro a mis colegas, por alguna cosa o por otra”). Sólo hace una excepción: nombra a Juan José Campanella (“El secreto de sus ojos”), que en su opinión logró que el cine trasandino llegara a lugares “insólitos” y “abrió un mercado con sus películas”.

A nivel internacional, sus gustos son “eclécticos”: clásicos como Ingmar Bergman (“ese posarse sobre el detalle de lo cotidiano como una puerta de entrada a los abismos existenciales siempre me ha interesado”) y François Truffaut, los españoles Pedro Almodóvar, Julio Medem, Bigas Luna y Alejandro Amenábar, el cine estadounidense clásico (incluyendo Woody Allen), brasileños como Walter Salles (fue coproductor de “Diarios de motocicleta”) o simplemente las “películas de espías”.

En sus propias cintas, todas le dan motivo “para amarlas o para odiarlas”, aunque reconoce que “El abrazo partido” (2004) marcó un antes y un después. “Se dio en más de cincuenta países del mundo, me posibilitó llegar a mercados, personas y lugares que no hubiera podido llegar nunca de otra manera”.

Un éxito que luego le permitiría trabajar con estrellas como Roth o Drexler, aunque Burman no las considere como tales, al menos no en el set. “Cuando estás trabajando con ellos, son una persona más. No tienes la sensación de estar con alguien diferente”.  En el caso específico de Drexler, tras verlo en el escenario como cantautor Burman creyó que podía hacer bien al protagonista de “La suerte en tus manos”.

“Una cantautor como él tiene un manejo de la palabra, de la expresión, de la voz, y si te pones a pensar son las herramientas que tiene un actor, usadas de otra manera”, cuenta. “Y quedé muy contento, con el proceso y con el resultado”.

Hollywood y su próximo film

A pesar del éxito, Burman señala que no sueña con filmar en Hollywood ni es su norte.

“Me parece que hay que ir a tantas fiestas y hablar con tanta gente para hacerlo que no es algo que me parece que yo pueda hacer”, dice. “La gente que logró hacerlo me parece que tiene un don especial, porque las veces que he estado ahí es una inversión de energía y de vida que uno tiene que hacer que es enorme, y yo valoro otras cosas. Ya pensar que son 16 horas de vuelo de ida y 16 horas de vuelta… Estar en mi casa en pantuflas y piyama comiendo con un cuarto de kilo helado, con mis hijos dando vueltas, me excita más que tener que ir a una fiesta con quinientos tipos, tener que estar sonriendo todo el tiempo y hacerles creer que hablo inglés. Vivimos un rato nomás, y la energía que hay que poner (en Hollywood) es increíble. La gente que lo ha logrado la admiro porque es más de lo que se necesita para hacer una película”.

Una película, digamos, como la que actualmente escribe y que espera filmar en el verano próximo, una ve más centrada en los misterios de la naturaleza humana. Aunque no quiere adelantar mucho, cuenta que “atraviesa lo que es el misterio del bien”.

“Siempre me han llamado la atención los buenos. Los malos no tienen gracia, porque todos somos malos, de alguna u otra manera, tenemos una tendencia animal, no tiene mucho misterio. Si hay una reunión en un ascensor y una persona no está, la gente habla mal de esa persona. Todos nos movemos de una manera especulativa y utilitaria, hacemos algo por otra cosa: somos buenos con nuestra mujer para que el fin de semana nos deje ir a ver el fútbol, o somos buenos en el trabajo porque queremos un aumento. Hacemos todos una cosa esperando algo”.

Sin embargo, otros parecen ser diferentes. “Hay un grupo muy reducido de gente que pareciera que hace sin esperar nada a cambio, gente que da sin esperar, algo que a mí me causa mucha sospecha. La película se centra en un hombre que preside una función de ayuda y puede ayudar a todos, salvo a su hijo”. Esta vez, la pregunta que se hace Burman es si es lícito elegir a quien ayudar.

Habrá que ver.

 

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