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Opinión: ¿Qué sé yo de lo que sabe Peter Holder del amor?

Opinión: ¿Qué sé yo de lo que sabe Peter Holder del amor?

Luis Sepúlveda. Escritor.


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El libro de Vladimir Rivera llegó a mis manos un día extraño en el sur del mundo, porque el cielo se mostraba diáfano, no soplaba viento, y el grupo de amigos estábamos más concentrados en el animalito que se doraba en la parrilla de Yuri Soria Galvarro que en asuntos literarios.

Además, mi amigo el poeta Luis Rivera Órdenes me lo entregó de una manera también extraña: me lo daba pero no me lo entregaba, yo estiraba la mano para recibirlo y él alejaba el libro indicándome que debía leerlo, y que era bueno, muy bueno, detalle comprensible porque el autor es su hermano. Finalmente lo recibí y, casi un mes más tarde, a miles de kilómetros del Reloncaví, empecé la lectura de un libro que no pude soltar hasta llegar a la última página.

¿Es Qué sabe Peter Holder de amor un libro de cuentos o una novela?  Es cierto que cada uno lee como quiere, es parte de la libertad del lector y, como escritor, los años de circo enseñan que los géneros son para transgredirlos.

Ciertamente que Vladimir Rivera Órdenes sabe transgredir y ofrece al lector un libro que, además de estar magistralmente bien escrito, lo lleva a preguntarse “¿qué estoy leyendo?” pero sin ningún experimentalismo absurdo, ese recurso odioso de los y las que no saben narrar, porque se trata de un autor que narra bien, y que narra desde la primera línea, detalle que, sinceramente, los lectores agradecemos.

Leí Qué sabe Peter Holder de amor como una novela que consigue situaciones muy difíciles de lograr, como narrar la historia de un amor-desamor que se resuelve sin silencios tácitos sino con la narración que a partir de la descripción de las moléculas del amor y el desamor los une.

Y lo mismo ocurre con música de Nirvana de fondo, convertida en parte de la humedad de las nieblas del sur, o con el fantasma de Kurt Cobain haciendo de cicerone de unos jóvenes alemanes del sur de Chile, que buscan desesperadamente las “razones de ser” que el viejo E.T.A. Hofman nombraba como el mayor desafío del autor para dar credibilidad a sus personajes.

Y he aquí otra de las proezas conseguidas por Vladimir Rivera Órdenes: sus personajes, todos, son absolutamente creíbles, aunque se mueven en una geografía del delirio, aunque en ellos pesa lo onírico con similar fuerza de lo real, el autor establece una verosimilitud literaria, que en el lector se llama seducción y deseos de seguir leyendo.

Me pregunto si es justo decir que es una novela trágica, y creo que es así, porque no puede ser de otra manera si durante toda la trama pesa la presencia del fin cercano, de la muerte como salvación en medio de una realidad que es pura incertidumbre.

Hasta la lectura de Qué sabe Peter Holder de amor no había leído una novela generacional chilena, y creo que esta, aunque para algunos sea un volumen de relatos, es la novela de esa generación que pasó de la infancia a la juventud durante los años de la dictadura.

Pero no es “una novela chilena”. De la misma manera como lo peor que le puede ocurrir a un escritor es “ser un escritor chileno”, esta obra de Vladimir Rivera Órdenes trasciende lo puramente nacional. Hay un lenguaje rico y fresco, hay recursos de brevedad narrativa que no son solamente elipsis para pasar de una situación a otra. De la misma manera como en la música los silencios son parte del todo, en esta obra hay silencios que se incorporan al texto como signos gramaticales nuevos.

Reconozco que soy un lector difícil, fregado, a veces cruel, y muchas veces tiemblo cuando llego a los diálogos en algún libro. En este caso, los diálogos son magistrales, Rivera Órdenes ni anticipa ni redunda con sus diálogos, los emplea para que el lector conozca la fisonomía de los personajes, para que sepa cómo respiran, dudan o aseveran, y eso sí que es difícil de conseguir.

Por último deseo indicar que, si a Arnaldur Indridasson le bastan dos trazos para meternos en el panorama islandés, a Henning Makel lo mismo para llevarnos hasta el paisaje de Escania, o a Mia Couto exactamente lo mismo para abrirnos la puerta de Mozambique, a Vladimir Rivera Órdenes le basta con un par de frases para narrarnos el sur del mundo y una época.

Amigas, amigos, recomiendo con entusiasmo la lectura de Qué sabe Peter Holder de amor, un estupendo libro de relatos o una estupenda novela, eso lo decide cada cual mientras disfruta del placer de la lectura.

 

Luis Sepúlveda

Gijón. Asturias. Mayo 2014.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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