Publicidad
Camilo Marks: «El género policial no funciona en Chile porque nadie siente simpatía por la PDI o Carabineros» “Biografía del crimen” explica la debilidad de la novela negra chilena

Camilo Marks: «El género policial no funciona en Chile porque nadie siente simpatía por la PDI o Carabineros»

Describe a los grandes maestros del asesinato y sus obras, desde Agatha Christie a Stieg Larsson. “Fue de nuevo una revelación volver a leer la novela negra americana, descubrir a autores y autoras de real calidad”, asegura el escritor, para explicar de paso por qué este formato sobrevivirá a las series de televisión en boga como “Los Soprano” y afines.


biografiadelcrimen“Mis padres leían muchísimo, sus amigos leían muchísimo y, hasta donde tengo conocimiento, en las casas de mi reducida parentela también se practicaba con fruición lo que Alone llamó el vicio impune, es decir, la lectura”. Así comienza una historia personal del género policial que acaba de publicar el crítico y escritor Camilo Marks con su libro Biografía del crimen (Ediciones UDP).

Se trata de una obra que recorre desde los clásicos como Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, pasando por la novela negra estadounidense (Raymond Chandler, Dashiell Hammett), Georges Simenon y John Le Carré hasta los suecos Stieg Larsson y Henning Mankell, entre muchos otros. Marks, un lector del género desde sus inicios, escribió el libro tras una sugerencia del editor Matías Rivas. También se interna en asuntos “más complejos y misteriosos”, según él mismo.

“¿Por qué las historias de crímenes sólo pueden ser bien contadas desde su propio género?, ¿por qué las escritoras han demostrado ahí un talento, e incluso un genio, superior al de sus colegas hombres?, ¿por qué, si ya han desaparecido tantas manifestaciones de cultura masiva, la novela detectivesca tiene más y más adeptos? Como en las tramas policíacas, esas preguntas llevan, antes que a una respuesta, a un viaje, en este caso por los insondables laberintos del crimen”, indica la reseña.

christie

“Fue de nuevo una revelación volver a leer la novela negra americana, descubrir a autores y autoras de real calidad, como (el islandés Arnaldur) Indridason, (el noruego Jo) Nesbo, (el británico Ian) Rankin e incluso a algunos de los que doy sólo el nombre, sin explayarme, porque me parecen casos aislados dentro de sus respectivas literaturas, como la israelí Batya Gur y el griego Petros Márkaris”, revela Marks a Cultura+Ciudad.

“En términos generales, creo que también puede considerarse un hallazgo ver la mediocridad de la novela ‘seria’ en todas partes, frente al poder cada vez más creciente del género negro”, agrega. Una literatura cuyo gran personaje en el presente siglo puede ser el hacker, según concluye Marks casi al terminar el libro. Como aquel nigeriano que lo suplantó desde su correo electrónico estando en Londres, por ejemplo, cuya vida –el autor aventura– es, probablemente, “de novela”.

Chile, un caso perdido

Una de las cosas que Marks hace en su libro es desmenuzar críticamente la novela policial chilena. En su libro explica con simpleza el por qué de la debilidad del género en nuestro país.

“He dicho, he escrito y he explicado miles de veces, en mis críticas, en clases, en mesas redondas y también en este libro, por qué el género policial no funciona en Chile en su variante detectivesca: nadie siente simpatía por la PDI o Carabineros de Chile, por el contrario, inspiran más bien un rechazo profundo, nadie confía en las instituciones, nadie cree que vivimos en un Estado de Derecho, nadie confía en los medios de comunicación, cada vez más degradados, ninguna persona tiene fe en los tribunales de justicia”, declara.

Marks habla con conocimiento de causa. En el libro recuerda su experiencia como abogado de la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura –una función que le permitió conocer muy bien los vericuetos del aparato judicial chileno– y explica su descreimiento rememorando, por ejemplo, cómo el presidente de la Corte Suprema, Enrique Urrutia, terció la banda presidencial al general golpista Augusto Pinochet en 1974, o cuando el juez Israel Bórquez señaló que los desaparecidos lo tenían “curco”.

ciudadtriste

El crítico analiza en su libro con detención a dos de los más conocidos autores policiales locales, Roberto Ampuero y Ramón Díaz Eterovic. Al primero –que de militante comunista pasó a ser ministro de Cultura del gobierno de derecha del ex presidente Sebastián Piñera– le reconoce el éxito de ventas como autor de “novelas que se tragan de corrido y sin sobresaltos, lo que demuestra que muchas personas deben pasarlo bien leyéndolas”. Sin embargo, advierte que las mismas “son demasiado fáciles, carecen de espesor cultural y están bien lejos de lo que hoy es el relato policial detectivesco en el ámbito internacional”.

En cuanto a Díaz Eterovic, escribe que “comenzó bien” con La ciudad está triste (1987) y su personaje Heredia, un solitario que vive en el barrio de Estación Mapocho. “Al menos en sus primeros títulos, Díaz Eterovic logró concebir historias simples, pero bien escritas. Pese a lo anterior, este novelista lleva unos once libros más con el mismo antihéroe, ha terminando poniéndose repetitivo, ocupa en cada nueva obra las mismas fórmulas que las anteriores y, dicho sin ambages, Heredia ya es pesado, monocorde, cansador, sin gracia”.

Marks destaca en Biografía del crimen, en cambio, Las manos al fuego de José Gai, como “una de las mejores novelas negras que se han escrito en Chile. Complicada, ambigua, contradictoria, de real calidad estilística (…). Mientras el llamado neopolicial latinoamericano chapotea en el lugar común, el efecticismo y la ramplonería, Gai evita toda concesión”. También elogia Las confidentes de Elizabeth Subercaseaux.

Otro chileno que se salva es Roberto Bolaño, al que destaca en su texto entre los compatriotas “dotados de genio y reconocimiento internacional”, según escribe, y a quien declara “heredero del relato de enigmas clásico y, muy en especial, de la narración policíaca norteamericana” (de hecho lo nombra en el capítulo dedicado al “American noir”).

“El solo título de su libro más famoso –Los detectives salvajes (1998)– indica una clarísima filiación hacia esta clase de narración. Los dos actores principales de la trama (…) son, a su manera, dos investigadores que intentan descifrar un misterio: el origen de un movimiento literario y el paradero de su fundadora”, se lee en el libro.

Series versus libros

sopranos

Entre otros temas, Marks también dedica un capítulo a desmitificar a las series de televisión en boga, como “Los Soprano”, “Mad men”, etc., aunque no es demasiado optimista sobre su permanencia en el tiempo ni cree que representen una amenaza al libro.

“Todo, absolutamente todo tiene mejor pronóstico que las series de televisión”, asegura enfático. “Nómbrame una sola que haya sido exitosa hace 10, 20 años, y que ahora no esté en el olvido total y te doy el Nobel”.

“He visto modernas adaptaciones de novelas policiales bien realizadas, excelentemente producidas”, escribe en su libro. “Admito que la calidad de algunos ciclos es notable, que el tratamiento de ciertas materias es muy sui géneris, que hay agudeza, originalidad (…). Sin embargo, casi nunca logran conmoverme o entusiasmarme más que un corto lapso, quizá porque años atrás vi mucho buen cine y mucha buena televisión”.

Marks ejemplifica nombrando, entre otras versiones televisadas inglesas de La guerra y la paz de Tolstoi o de Tierna es la noche de Scott Fitzgerald, producciones de alta calidad que datan de hace tres o cuatro décadas. “¿Alguien las recuerda? Pocos, por no decir nadie”, admite en el libro.

Optimismo para la literatura en cambio sí le queda, sin embargo, más allá de lo inexplicable que le resulten los best sellers (“personalmente no logró comprender cómo personas con dos dedos de frente pueden disfrutar de la serie de vampiros de Stephenie Meyer, de los bodrios titulados Sombras de Grey y sus secuelas”), especialmente respecto a la literatura policial.

“La única literatura que, en gran medida, se originó en revistas baratas, en el pulp o en publicaciones seriales hasta alcanzar un nivel de fervor internacional y que subsiste hasta el día de hoy, es la literatura policial”, escribe. “Para no seguir siendo lapidario con esos escritores graves, dignos, pomposos, consagrados, diré que los autores del género negro pueden competir caballerosamente con ellos. Y no vacilo un instante en decir que estoy seguro de que el género policial continuará floreciendo por un buen tiempo más”.

El tiempo lo dirá.

Publicidad

Tendencias