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Crítica docta: Beethoven juvenil y los bronces de Bruckner Conciertos en el Teatro Municipal y el Ceac de la Universidad de Chile

Crítica docta: Beethoven juvenil y los bronces de Bruckner

Una agitada semana de presentaciones vivió Santiago, con las funciones de la Orquesta Nacional Juvenil en el ciclo dedicado a las nueve sinfonías del maestro alemán, que exhibe el escenario de la calle Agustinas esta temporada, y a causa de la visita del director austriaco Roberto Paternostro, quien condujo a la Sinfónica en el recinto de la Plaza Italia. Destacaron las interpretaciones del “Emperador” durante el primer encuentro, y de la Sinfonía Nº 6 del vienés, en la despedida de Víctor Pérez de la rectoría de la Casa de Bello.


El “Concierto 6” de la temporada del Teatro Municipal de Santiago, ofreció un esperado repertorio este martes 10 de junio, con la interpretación del Emperador de Ludwig van Beethoven, a cargo del solista Luis Alberto Latorre, y de la Sinfonía n. º 8 del mismo compositor germano. Todo en compañía de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil y de su director, el maestro José Luis Domínguez.

Esta cartelera también incluía la obertura de la ópera La cenicienta, del chileno Jorge Peña Hen (1928-1973). Simbólica fue su inclusión para la apertura del programa, pues recordemos que a este desaparecido e insigne músico nacional, le correspondió, en 1964, formar bajo su alero la primera agrupación docta de carácter infantil en el país y de Latinoamérica entera.

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La Sinfónica Juvenil abordó esta pieza moderna y de estilo neoclásico con una interpretación que corresponde al espíritu estético que quiso darle su autor: el de sus aspiraciones e ideas musicales, y el de una intención pedagógica mezclada con una “increíble belleza”, de acuerdo a lo expresado por José Manuel Izquierdo, en el libreto de sala.

Luego, correspondió el turno al Concierto para piano n. º 8, Emperador. Esta se trata de una pieza célebre del repertorio clásico, aunque innovador en su propuesta temática para la época de su estreno (1810). Desde los primeros acordes debidos al solista, hasta el diálogo constante que establece con la orquesta, pasando por la cadenza, del Allegro, la versión que nos presentó Luis Alberto Latorre fue la de un intérprete maduro y en plena posesión de sus facultades técnicas.

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El profesor de la Universidad Católica destacó por su dominio escénico, y la casi labor de dirección con que acompañó a José Luis Domínguez, y esperó y guió, en esa conversación “frenética” de motivos musicales, al bisoño conjunto.

Nos encontramos, en suma, frente a una partitura interpretada con máximo rigor y llevada a cabo sobre un gran porcentaje de sus posibilidades estéticas: la pasión, el dolor y la melancolía violenta del genio de Bonn, estuvieron presentes sin concesiones, debido en buena medida, a las manos de Latorre. Vibró y aplaudió el público que llenó el Municipal esa jornada.

La función concluyó con la versión de la Sinfonía n. º 8 de Ludwig van Beethoven, con que nos deleitó la Sinfónica Nacional Juvenil. Uno puede estar de acuerdo o no con el modo que tiene José Luis Domínguez de conducir y desplegar su labor como director. Lo que es indudable, sin embargo, resulta de la calidad del trabajo y la coordinación de tiempos que ha alcanzado con esta orquesta, a la que, si puede decirse, le ha impreso, para bien o para mal, su sello artístico.

Oímos un capítulo de la Octava lleno de potencia y entusiasmo, que soslayó con intuición, los yerros que puede cometer en su difícil interpretación un grupo de talentosos muchachos, los que todavía, empero, se hallan en el complejo camino de su formación creativa y profesional.

El sábado, en tanto, pudimos apreciar el “Concierto Nº 8” de la temporada oficial organizada por el Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile. La función marcaba la despedida desde la Rectoría de la Casa de Bello, del ex rector Víctor Pérez, un asiduo asistente a las presentaciones de “las flores de la Universidad”, como se refirió en su discurso de cierre, a los músicos de la Sinfónica este connotado académico, comprometido con la educación pública y estatal.

Y los integrantes de ese jardín respondieron a las expectativas, en lo que se refiere a las piezas que les correspondió interpretar bajo las órdenes, esta vez, de la batuta del director austriaco Roberto Paternostro. Un bello Concierto para violín y orquesta n. º 2 de Henri Wieniawski, se escuchó gracias al trabajo como solista del miembro de la agrupación Marcelo González, y de sus compañeros habituales de labores.

Resaltó de ese total, en esa fría tarde-noche, el complejo Allegro con fuoco-Allegro moderato (a la Zingara), que acometió González en una personalísima ejecución, la que estuvo dotada de una gran soltura y manejo de la cadenza, especialmente en el paso musical que conduce al final de la obra.

Por último, llegó el turno de Anton Bruckner, con sus bronces y una pieza que como todo lo suyo, invoca a la muerte y la desafía, en una suma estética que condensa, al igual que Gustav Mahler, la música docta del XIX, en su paso a la más contemporánea del siglo pasado.

El austriaco Paternostro se mostró sobrio, pero no menos romántico en su modo de leer las notas de su compatriota. Disfrutamos de una velada digna de una teatro europeo, escuchando la Sinfonía n. º 6, La mayor de este católico, que a través de su música, confiaba en que el juicio a su vida por parte de la divinidad, sería más benigno en su caso.

Durante los cuatro movimientos pudo sentirse ese factor estético tan caro en la música de Bruckner: su temor a la corrupción de la carne, el padecimiento de una angustia existencial que marcó por entero su producción, y a la decena de piezas mayores que compuso. Fueron un Maestoso, un Adagio, un Scherzo y un Finale, que se complementaron casi a la perfección, y que se escucharon con gran calidad y una visión de la obra inserta en una idea común de aspiraciones artísticas. Espectaculares se desempeñaron los bronces.

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