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«Amansadura», la obra sobre un conflicto entre vecinos que impactó a la dirigencia social La obra fue programada en el marco de los Temporales de Teatro de Puerto Montt

«Amansadura», la obra sobre un conflicto entre vecinos que impactó a la dirigencia social

Tatiana Oliveros
Por : Tatiana Oliveros Artista, colaboradora de El Mostrador Cultura
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El montaje, realizado por la compañía de teatro emergente «El acuerdo», narra el conflicto entre dirigentes vecinales cuando se revela un hecho dramático que afecta a la integridad de la hija de un miembro de la comunidad. La obra al ser presentada en la población Mirasol de Puerto Montt, uno de los complejos habitacionales con mayor número de dirigentes sociales, no sólo generó discusión sobre lo cercano a su realidad, sino que comprobó que la apuesta de crear audiencias críticas en públicos con poco acceso a la cultura es una labor altamente posible.


Cinco ciudadanos son elegidos para representar a sus vecinos en la asamblea que decidirá el futuro de la comunidad a la que han sido trasladados. Para resolver el caos imperante en la localidad, pondrán en práctica los valores que todos creemos conocer: la democracia, el respeto y la dignidad de las personas, todo esto hasta que se desencadena una tragedia.

Esto que puede ser la común realidad de cualquier sede comunitaria o junta de vecinos, es el argumento de Amasandura, una obra de la compañía «El Acuerdo», que fuera de ser una temática cercana a la realidad social de cientos de poblaciones del país, la presentación de este montaje forma parte de un proyecto de creación de audiencias que la Corporación Cultural de Puerto Montt está realizando en poblaciones, en el marco de la XXV versión de los Temporales de Teatro de esa ciudad.

El lugar para el debut de la obra, no pudo ser mejor: Las poblaciones Alerce y Mirasol.

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De vecinos para vecinos

El miércoles en la noche, en el Centro Cívico de la población Mirasol, había expectación. A la improvisada sala llegaron apenas unas 30 personas, una cantidad menos que sobria, comparada con las cerca de 18 mil personas que recorren todas las estaciones de los Temporales en sus 23 días de duración. Pero la escasez de público no fue una preocupación. Las audiencias que importan, al parecer, nada tenían que ver con el número de espectadores.

«La experiencia de traer teatro a la población es una apuesta a futuro. La rentabilidad social tiene un fundamento ético: hacer buen uso del tiempo libre», explica Carlos Soto Ojeda, delegado Municipal de Mirasol.

Pero la combinación de poca gente con el propósito de crear audiencias críticas, tuvo un resultado superior a lo esperado al darse, posterior al espectáculo, una reflexión real respecto de los temas que precisamente se trabajan en el obra, cuentan los actores.

«En este caso fue súper concreto y nítido ese fenómeno porque el diálogo se dio desde el inicio. Nosotros no habíamos planeado una conversación con el público y surgió de manera espontánea. Creo que todo eso nos hizo darnos cuenta que la obra tomó mucho más sentido en un contexto así, en donde hay dirigentes sindicales, dirigentes de juntas de vecinos y para nosotros también fue un espacio nuevo que no sabíamos que se podía generar en una instancia como ésta», cuenta Pablo Manzi, director de la obra.

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Y es que la población Mirasol no es un conjunto habitacional cualquiera. Tiene cerca de 75 mil habitantes con un gran porcentaje de hogares en condición económica vulnerable, pero con una importante participación e historia en dirigencia vecinal. La población, más que nunca, posee lo que llaman «organizaciones vivas», con todo el aporte y conflictos que ello implica.

Gabriel Cañas, actor de la obra, cuenta que desde dentro de la compañía la representación de obra, en este lugar, cobró mucho sentido. «La dramaturgia, de alguna u otra manera, está creada en base a las distintas ideologías que tiene cada uno de los personajes, entonces estas ideologías cobraron un nuevo sentido, porque estábamos en un lugar en que representábamos a la gente que nos estaba mirando. Se volvió real el ejercicio de no ironizar ese imaginario que teníamos antes como actores en Santiago. El ejercicio se puso más serio para nosotros, más serio que antes, entonces la moral o ideología que tenían cada uno de los personajes cobró un sentido mayor».

Paternalismo

La experiencia de trabajar estas temáticas, en poblaciones que distan a 921 kilómetros de Santiago, ha contribuido -según los propios actores- a combatir el prejuicio de que a los públicos populares no es conveniente llegar con obras complejas, por lo arriesgado, ya que el éxito de una obra -dicta el prejuicio- estaría garantizado sólo cuando se copian las temáticas o los enfoques que propone la televisión, como único referente cultural.

Soto explica que el referente de la televisión es muy fuerte, que muchas veces la gente espera una obra para ver si hay actores de la tele, pero que estos trabajos como el de Amasandura confirman que «romper ese círculo vicioso no es imposible».

Pablo Manzi, opina que lo que demuestra es que «hay una especie de paternalismo en la idea de que existe un público más ignorante, o con pocas herramientas para entender este tipo de trabajos, que otros. Este tipo de experiencias demuestran que esas cosas son mentiras. Creo que es parte de una construcción mediática en la que constantemente se está diciendo que existe este tipo ignorancia».

Y el montaje se encargó, precisamente, de demostrar lo equivocado de esa idea, ya que mientras el argumento de la obra se desplegaba sobre la cháchara desmedida de los personajes, donde se hacía difícil discernir la diferencia entre lo cívico y lo bárbaro, o entre lo tolerante y lo opresivo, el pequeño grupo de espectadores, la mayoría de la tercera edad, se sumaba al espíritu del debate teatral de modo que al término de la obra, junto con aplaudir de pie, quedaron sumergidos en una discusión sobre lo difícil que es proteger, incluso con sangre, la «dignidad» de cada ser humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

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