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Neurociencia: la disciplina que propone identificar qué hay en el cerebro de los políticos En la UDP se presentó libro «Usar el cerebro»

Neurociencia: la disciplina que propone identificar qué hay en el cerebro de los políticos

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Si bien la relación entre política y neurociencia, es aún incipiente, el neurocientífico argentino Facundo Manes identifica en su libro, recientemente publicado por Ed. Planeta, la «cognición social» como una habilidad que habita en mayor o menor medida en el cerebro de los políticos. En esta entrevista, el doctor también amplía sus impresiones respecto del fenómeno electoral y como la emocionalidad, reemplazó a la racionalidad, cuando se trata de cautivar a los electores indecisos.


Hace pocas semanas, el neurocientífico argentino Facundo Manes publicó un artículo que partía con lo siguiente: «El cerebro humano es la estructura más compleja del Universo. Tanto que se propone el desafío de entenderse a si misma».

librocerebroManes, quien estuvo la semana pasada en Chile, acaba de presentar en el país el libro Usar el cerebro (Editorial Planeta 2014), que escribió en coautoría con el lingüista y semiótico trasandino Mateo Niro. Este libro, viene siendo una interesante compilación de los últimos avances en el estudio de la neurociencia y cómo es que esta disciplina comienza hoy a ganar terreno en el diálogo con otras ciencias a fin de comprender, por una parte, cómo funciona nuestro cerebro biológicamente, y, por otra, cómo las emociones se han convertido en la evidencia empírica para sostener que los seres humanos no somos seres racionales.

Si antes la psicología había adelantado un principio similar, en la actualidad son las neuroimágenes la que confirman, por ejemplo, que nuestras decisiones, incluidas las más técnicas como las económicas, son fruto de un estado de ánimo o de un juicio rápido e inconsciente.

El diálogo con otras áreas del conocimiento, ha permitido a la neurociencia salir de los laboratorios y plantearse las grandes preguntas de la humanidad, antes destinadas al conocimiento exclusivo de la filosofía y el arte. Pero también, se introduce en las cuestiones prácticas como la ciencia política, en donde han logrado aventurar repuestas para comprender una de las incógnitas del pasado y del presente: ¿cómo piensan los políticos? o ¿cómo hacen para captar el voto indeciso?

El diálogo entre las ciencias

Niro, quien actualmente se encuentra concentrado en los estudios de la glotopolítica, concepto acuñado hace pocos años que engloba las diversas formas en que una sociedad actúa sobre el lenguaje, sea o no consciente de ello, explica que este libro se entiende como un diálogo, como una interacción con el sentido común que permite abordar preguntas que se planteó la literatura, la filosofía, la religión…

«Los grandes clásicos son preguntas que nos seguimos haciendo y que se hacían las sociedades hace 100 años o más sobre la memoria, el olvido, la felicidad, el poder», señala el lingüista.

Una de estas preguntas tiene que ver con Dios o con la experiencias religiosas. Aunque en un comienzo los científicos han sido renuentes a entrar en el campo, diversos grupos de neurobiólogos han usado las neuroimágnes para determinar qué le pasa al cerebro cuando se está en oración. Y sin bien las pruebas pueden generar comprensibles controversias, el libro Usar el cerebro pone el énfasis en el «riquísimo debate sobre si el cerebro está programado para tener fe o si es un habilidad mental que el cerebro desarrolló a través de la cultura».

Otra de las grandes preguntas, explica el semiótico, tiene que ver con el lenguaje y con la memoria. «Uno de los temas que tratamos de abarcar es sobre la memoria y el olvido y lo tratamos de problematizar a propósito del famoso cuento de Borges “Funes el memorioso” en donde, aquello que, casi como mito, está puesto como un defecto que es el olvido, en este texto es el recuerdo el que pasa a ser el defecto, el recuerdo total y pleno. La ausencia del olvido es lo que produce una vida insatisfactoria e invisible. La neurociencia hoy intenta responder cuál es el rol de la memoria y fundamentalmente, cuál es el rol del olvido».

Uno de los avances interesantes es lo que tiene que ver con lo que la ciencia ficción ha llamado como «memoria atávica o genética».

«Ahora sabemos que una experiencia traumática, un aprendizaje importante, puede cambiar la expresión genética en uno. Por ejemplo yo puedo ser testigo o sobreviviente de un genocidio o ser parte de una sensación de miedo colectivo o una violación y mis genes se van a expresar de distinta manera y eso se puede transmitir a mis descendientes, quizás nietos de gente que estuvo en Auschwitz pueden tener trastorno de ansiedad porque los que estuvieron en Auschwitz tuvieron una expresión genética que luego se propagó», señala el neurocientífico, quien para mayor claridad enfatiza que «la expresión genética es más dinámica de lo que pensamos» y que puede existir mutación genética, incluso en un sola generación.

La toma decisión y la mente de los políticos

El cerebro y la política están relacionados por una condición obvia: que en nuestro cerebro se procesa toda la información para la vida en sociedad. El crecimiento de la neurobiología, sin embargo, está estrechando vínculos con la ciencia política, -explica Manes- y aunque esta relación es incipiente, el punto de partida se encuentra en la «toma de decisiones», con el fin de predecir los patrones de conducta de los líderes y ciudadanos que conforman los electorados clave.

Manes, que además de ser científico y creador de Ineco (Instituto de Neurología cognitiva), es también divulgador científico a través de programas de Tv como «Los enigmas del cerebro», y miembro del Núcleo de Neurociencias de las UDP, explica en su libro que uno de los errores frecuentes es suponer que los demás utilizan los mismos patrones de comportamiento. En este campo en donde se utiliza el concepto de «cognición social», que refiere a la capacidad de darse cuenta que todos pensamos diferente, y la habilidad consiste en los grados de empatía que se pueden lograr con esa información.

«Quizás un político no sabe hacer muy bien un cálculo matemático, pero claramente un político entra a un salón y sabe quien lo quiere y quien no. Posee la habilidad de ponerse en el lugar del otro y de ahí que tener inteligencia social resulta clave para ser un buen líder», dice.

Mientras la ciencia política utiliza las encuestas para realizar sus mediciones, la neurobiología usa muestras chicas y de alta complejidad tecnológica, como las neuroimágenes. «Una posible utilización de esta tecnología sirve para explorar lo no dicho, la información de votantes que en encuestas se declaran indecisos”, explica Manes en su libro.

Una de las investigaciones recientes publicada por la revista Science, “que inferir a algún candidato como ‘competente’, a partir de la apariencia facial, puede predecir el resultado de las elecciones.

Manes explica que los participantes del estudio fueron expuestos a rostros de candidatos que no conocían, y a los que tenían que catalogar como ‘competentes’ o no, de acuerdo a su expresión facial. El resultado fue sorprendente: se logró predecir con un 70 por ciento de exactitud quiénes fueron los candidatos que resultaron electos.

“Estos hallazgos sugieren que el voto, muchas veces asumido como un producto racional, es más bien influenciado por un juicio inconsciente”, dice el experto en neurocomportamiento.

Esta inconsciencia, según la lógica del estudio, está determinada por la emocionalidad. Otro estudio citado en el libro, se realizó durante la campaña presidencial de Estados Unidos, el 2004. En esa oportunidad, simpatizantes republicanos y demócratas fueron evaluados por un “resonador funcional” mientras veían los discursos de sus candidatos.

Las neuroimágenes establecieron, que aun cuando los candidatos se esforzaran en defender racionalmente las posturas políticas de cada uno, las áreas de racionalidad del cerebro se mantuvieron prácticamente inactivas, mientras las que mantuvieron gran actividad fueron aquellas relacionadas con el procesamiento emocional.

Aunque el científico está consciente que no existe evidencia suficiente todavía, las encuestas sobre aprobación o desaprobación a determinado político o conglomerado, representa «una radiografía de los síntomas, las consecuencias de un proceso personal y social donde las emociones constituyen un elemento que vas más allá de un sencillo ritual de campaña».

 

 

 

 

 

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