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Opinón: El artista ¿cliente principal? El artista participa de un proceso cuyo fin último son las personas

Opinón: El artista ¿cliente principal?

Bárbara Negrón es directora general del Observatorio de Políticas Culturales


En política pública, uno de los errores más complejos es tomar decisiones basadas en supuestos parciales, reemplazando el necesario diagnóstico con ideas que, de tan generalizadas, se asumen como ciertas. El sector cultural, por supuesto, no está libre de esta situación.

Una de las ideas, quizás de las más reiteradas en los últimos años, afirma que los esfuerzos del Estado en materia cultural han estado dirigidos a apoyar a los artistas. Prueba de este racionamiento son frases como “El CNCA no es hijuela de los artistas” del ex ministro Luciano Cruz Coke, cuando recién asumía su cargo, o la más reciente de la actual Ministra de Cultura, Claudia Barattini, en The Clinic, indicando que a través de los fondos concursables los artistas han sido los “actores más atendidos” del CNCA.

Esto supone creer que los fondos, principal herramienta de nuestras políticas culturales, han tenido como objetivo apoyar a los creadores. Pero lo cierto es que los fondos financian proyectos, eventos, obras, actividades, no personas. Puede parecer una diferencia sutil, pero no lo es. El objetivo tras la implementación del Fondart y el resto de los fondos concursables ha sido asegurar, más allá de los designios del mercado, una producción artística de calidad a disposición de los ciudadanos.

Asumir que financiar obras es en beneficio del artista es lo equivalente a creer que mejorar la producción agrícola es en beneficio de quien las cultiva y no de quienes se alimentan con sus frutos. Tal como el agricultor, el artista participa de un proceso cuyo fin último son las personas.

Por supuesto, quien logra adjudicarse un fondo contará con los recursos necesarios para llevar a cabo un proyecto artístico, que de lo contrario, probablemente realizará con sus propios medios, pero además, en el financiamiento entregado por el Estado no se contabiliza la investigación o el proceso creativo que derivó en una obra de teatro, en un libro, o una película, y por supuesto no cubrirá los costos de la misma postulación. Además, los honorarios que permiten las postulaciones son bajos y apenas compensan el trabajo dedicado.

Por otra parte, la evidencia que tenemos muestra que el Estado participa en un porcentaje mucho más bajo de lo que se cree del financiamiento de la producción de bienes culturales. De acuerdo al Catastro de Producción Fonográfica[1] realizada por el CNCA, del total de la producción de un año, solo el 10% tenía apoyo del Estado. Es decir, el 90% se financió con autogestión o con el apoyo de sellos independientes. Si relacionamos esto con el hecho que los fondos concursables de cultura cubren entre un 10% a un 18% de los proyectos presentados, veremos que aunque fuera cierto lo idea que los fondos están destinados a los artistas, el impacto de este beneficio seria relativo.

Si se acepta la idea que el Estado ha tenido como “cliente” principal al artista, habría que llegar rápidamente a la conclusión que sus políticas han fracasado. Las condiciones en que nuestros artistas deben desarrollar su trabajo están muy por debajo que las de cualquier trabajador chileno.

Lo que si es cierto es que nuestras políticas culturales han estado centradas en la primera etapa –la creación y producción artística- de un ciclo mayor (distribución, comercialización, difusión, etc.) cuyos eslabones tienen debilidades que requieren atención y herramientas de política con las que hoy no contamos. Es necesario avanzar en reforzar toda la cadena para lograr que los bienes culturales generados circulen, se conozcan, salgan al mundo y sean disfrutados por la mayor cantidad de personas.

Es posible que el propósito detrás de estas declaraciones sea bien intencionado, quizás se intenta reforzar la idea de que todos los ciudadanos deben acceder a la cultura y que es necesario hacer un giro en nuestras políticas culturales. Pero la confusión del diagnóstico no permitirá encontrar las soluciones adecuadas y estas frases tensionan innecesariamente la relación entre las autoridades y los artistas.

Los creadores han sido y serán parte fundamental del desarrollo cultural, tanto mejor integrarlos a los desafíos que estén por venir.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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