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Después de la resaca del after Ch.ACO Artículo publicado en www.revistapuntodefuga.com

Después de la resaca del after Ch.ACO

Diego Parra Donoso (1990) Teórico y Crítico de Arte formado en la Universidad de Chile. Es parte del Equipo Editorial de la Revista Punto de Fuga y escribe en la revista de arte contemporáneo Artishock.


Ch.ACO se acaba, se pone fin al delirio que se toma a prácticamente todo el circuito del arte local y así volvemos a nuestras regulares existencias. Los artistas siguen viviendo del FONDART y los galeristas vuelven a esperar a perpetuidad vender sus cuadros. La cosa se vuelve plana –algunos podrán decir–, porque al final del día es evidente que Ch.ACO le agrega algo de intensidad a las agendas de muchas personas. Ahora, cabe preguntarse qué tipo de persona se excita tanto con un evento como este, con una feria boutique que más que otra cosa sirve para estrenar ropa nueva y creer que el mundo del arte tiene algo de glamour. A mi entender, el mundo del arte en general es bastante estimulante por lo que Ch.ACO no es algo que me quite el sueño, las obras junto con las discusiones que entablan siempre han sido objeto de controversia, o dicho de un modo más farandulero, el arte siempre ha sido polémico y con ello, dinámico.

Si bien pensar a Ch.ACO únicamente desde su aparatosa puesta en escena puede ser tentador (sobran los comentarios acerca de lo absurdas que se vuelven algunas acciones de parte de la organización), creo que conviene ir un poco más a fondo. Esto porque la feria en cuestión, durante el gobierno recién pasado, adquirió una notoriedad y protagonismo en la escena que de primera mano parece ser muy sospechoso. Uno siempre tiene que ser paranoico cuando algo recibe mucha iluminación, es decir, cuando todos los focos son puestos sobre un punto y a la larga, no podemos presenciar nada más que lo que quieren que veamos.

Este año, en un acto extraño, la Ministra de Cultura Claudia Barattini, inauguró Ch.ACO junto con la gente de la Fundación Artes Visuales Asociadas (FAVA) que organiza el evento y a su vez, con Carolina Tohá y Sebastián Dávalos (el conocido Primer Hijo de la Nación). En esta ocasión, Barattini expresó que Ch.ACO “se ha consolidado como en un espacio reconocido, en el que los artistas pueden establecer diálogos con los diferentes públicos”. Conviene preguntarnos cuál sería dicho diálogo que la feria entabla con la gente, entendiendo que este es un espacio de compra y venta de bienes suntuarios, no un museo o un centro cultural donde la mediación de contenidos se encarga de vincular al espectador con la obra. A su vez, si tenemos en cuenta el alto costo de la entrada, no cualquiera puede entrar a la feria en cuestión, por lo que el público que Barattini indica, se limita a los que están en condiciones de pagar la entrada. Curioso, ¿no? Sin embargo, no quiero recurrir al argumento facilista de que la entrada es cara, puesto que eso es irrelevante a la hora de preguntarnos por el público que una feria efectivamente requiere, ¿son acaso los mirones que simplemente asisten a la feria a la espera de ser vistos? No lo creo. ¿Son los miles de chilenos que buscan mayor acceso a la cultura a causa de la evidente desigualdad educacional que vivimos? Tampoco, ellos buscan otras manifestaciones de la cultura, otros espacios donde el rol formativo del Estado se hace patente (lugares como el CCPLM, el GAM, M100, etcétera).

La ministra destacó luego que “desde nuestro Consejo Nacional de la Cultura y las Artes trabajamos para que millones de chilenas y chilenos, puedan acercarse cada vez más a la experiencia artística y su impacto en la sociedad. Frente a una producción visual que explora las periferias, los no lugares y las derivas de sus comunidades, nuestro desafío es avanzar en una nueva visión de la cultura y el arte”, ya es raro que Barattini hable de su Consejo, como si las instituciones del Estado le pertenecieran al gobierno de turno y no a todos los chilenos. Pero en conjunto con la primera cita, se asoma un razonamiento sumamente extraño, a saber, que Ch.ACO es efectivamente un aporte a toda la sociedad en función de la democratización de la cultura y se ignora lo que efectivamente es, una feria comercial que intenta desarrollar el limitado mercado de las artes chileno, ámbito que de por si ya es menor en la serie de factores que construyen el sistema de las artes. De este modo, Barattini —quizá sin desearlo— identificó democratización de la cultura con un evento masivo que es por definición restrictivo a pesar de dicha masividad, pues si bien todos pueden participar de la feria (asistiendo a ella), no todos pueden participar del objetivo principal del evento en cuestión, que es comprar.

Si durante cuatro años tuvimos que soportar al piñerismo dándole en bandeja de plata todo lo que FAVA (antiguamente Gestores de Arte Ltda.) requiriese, puesto que Ch.ACO era precisamente el tipo de visión que ellos querían darle a las artes (de fomento a las Industrias Culturales), se hace realmente incomprensible que el nuevo gobierno, que públicamente manifiesta querer dar mayor acceso a la cultura y a su vez, mejores contenidos le siga dando su beneplácito a la feria. Ahora, nobleza obliga, los recursos fueron asignados mediante Fondos de Cultura, no como las ocasiones anteriores. Esta vez el Estado de Chile entregó 72 millones de pesos (cifra mayor a la que Cruz Coke cariñosamente entregó previamente) a Irene Abujatum y Elodie Fulton para la realización de esta feria (y al parecer la del próximo año). Sin embargo, dejo la pregunta ¿Ch.ACO es efectivamente un proyecto que mejore el acceso a la cultura en los que normalmente no lo tienen? La respuesta la puede dar cada uno, pero para ello es necesario tener en cuenta las específicas características de la feria de arte.

Luego, si pensamos el tipo de obras que tienen lugar en Ch.ACO, es importante recordar lo que Federico Galende manifestó en el conversatorio realizado a partir de su último libro, estas poseen una impronta muy específica que guarda relación con la necesidad que poseen de ser fácilmente transportadas al lugar donde el coleccionista disponga, luego de adquirir su nuevo juguete. El tipo de trabajos que los artistas llevan, o más bien, el sistema de galerías decide mostrar, están claramente definidos. Y a su vez, en estos eventos se pone en evidencia el gusto masivo con respecto a obras de arte, gusto que suele ser conservador (en función del conservadurismo político y moral de los coleccionistas), cuestión que choca con el tipo de manifestaciones artísticas más recientes e incluso, las más “de avanzada” que por lo general, desprecian los medios y soportes tradicionales. En este sentido, una feria con opciones conservadoras (por no decir, ornamentales en su mayoría) no permite, como considera la Ministra, mostrar a la comunidad el impacto y experiencia artística contemporánea, la nueva cultura de la que habló durante la inauguración.

Teniendo en cuenta lo último, creo que se hace necesario hacer un llamado a la Ministra y en realidad, a todo el gobierno: si quieren hacer un evento masivo que lleve el pensamiento crítico que levantó el proceso político y social nacido el 2011, sería mejor que gasten sus recursos en un evento como una Bienal, o en revivir la fallida Trienal de Chile (que fue un proyecto de la misma Presidenta que ahora ejerce). Es absolutamente improductivo seguir financiando un proyecto como Ch.ACO si lo que pretendemos es incentivar la reflexión crítica el arte contemporáneo puede levantar en sus expresiones de carácter más político. Y al mismo tiempo, como un amigo me dijo hace tiempo, ya es hora que Ch.ACO vuelva allá por la cota mil, donde su público objetivo no tiene que hacer mucho para llegar y efectivamente comprar, que es lo único que FAVA debería tener como meta y no la supuesta filantropía con dudosos incentivos tributarios.

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