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Crítica gastronómica: Salvador, Cocina y café, una pequeña rebeldía Bombero Ossa 1059, Santiago Centro

Crítica gastronómica: Salvador, Cocina y café, una pequeña rebeldía

Está bien la cazuela, el pollo arvejado, el charquicán y el arroz con carne como sustituto inevitable de lo que podría ser una comida en los años en que se podía almorzar en el comedor de la casa entre horarios de oficina. Pero también sedujeron, en su menú del 17 de octubre pasado, unas pequeñas y crocantes Croquetas de arroz con parmesano, que no fueron intensas en términos de sabor pero funcionaron igual.


IMG_3639En el enjambre de opciones culinarias del centro en hora de almuerzo hay algo que importa o debería importar tanto como cualquier bocado: huir del acto mecánico de echarse algo a la boca, del tedio de comer por comer y conseguir al menos -cuando el presupuesto lo amerite-, que el rito sea distintivo. En eso aporta bastante Salvador Cocina y Café de calle Bombero Ossa, en el corazón del centro caminable, donde a diario tratan de buscar en la cocina de mercado y sus circunstancias, lo necesario para entregarle novedad a la media docena de platos que imprimen en su carta diaria.

Los $8.500 por un menú completo, té verde frío incluido, no representan el promedio de un comedor estándar de la zona, pero los valen por los detalles de su ambientación, entre casero tipo bodegón y moderno, aparte de la necesaria velocidad de un servicio que a ratos se atolondra pero que sabe sacar la tarea entre las mesas atiborradas. Tiene valor asegurado, además, gracias a la voluntad y el ingenio del equipo de cocina comandado por Rolando Ortega.

Está bien la cazuela, el pollo arvejado, el charquicán y el arroz con carne como sustituto inevitable de lo que podría ser una comida en los años en que se podía almorzar en el comedor de la casa entre horarios de oficina. Pero también sedujeron, en su menú del 17 de octubre pasado, unas pequeñas y crocantes Croquetas de arroz con parmesano, que no fueron intensas en términos de sabor pero funcionaron igual.

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Más vivo lució el Paté de campo casero, que con una rodaja de pan fresco de cáscara gruesa dio bien en el tono como apettizer. Los fondos acrecientan esa sensación de comer algo que quizá no aparezca en un buen rato y con una pátina gourmet. Garbanzos estofados al vino blanco, longaniza ahumada, choritos, jibia y perejil pusieron en valor a dos de los mariscos menos apreciados del momento (ya los quiero ver en 20 años más) mientras que comerse un Sánguche de merluza frita con ensaladita de cebolla, cochayuyo y hojas, tampoco es una cosa de todos los días, más si aparece en un tamaño más que razonable, con buenas rodajas de pan (de adorno casi pero supieron bien) y una sazón acidita que levantó el gusto de un cochayuyo blando y sin tanta intensidad como para atemorizar a quien no esté acostumbrado.

Si uno se abstrae del mero comer, vale la pena levantar la cabeza del plato y apreciar el derroche de adrenalina del servicio y los cocineros. Un pequeño espectáculo aparte que sazona un sitio donde lo que importa es llegar a tiempo y de manera eficiente, pero con una suma de detalles que lo hacen sabroso y distintivo en el centro y que de paso, sirve para apreciar eso que llaman déficit atencional, cuando en realidad es una pequeña y sabrosa rebeldía contra la monotonía de la ciudad.

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Bombero Ossa 1059, Santiago Centro

Tel. 2267 30619

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