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El plagio, el nuevo género de literatura de los poderosos

Maria Soledad de la Cerda
Por : Maria Soledad de la Cerda Autora de "Chile y los hombres del Tercer Reich".
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En vez de denominar plagio al plagio, algunos intelectuales eufemísticamente prefieren llamar a la copia »intertextualidad‘, que sin duda, suena bastante mejor. Pero hay una diferencia entre ambas cosas, y es simple… la intención de pasar inadvertido o asumir con admiración.


El plagio podría constituir una especie de nuevo género que cuenta el modo en que los poderosos, famosos y encumbrados se apropian del trabajo intelectual y estético de los ignorados y olvidados, eso es lo que cree el escritor y columnista argentino Marcos Mayer. Esto implicaría, que de algún modo, la creatividad de algunos grandes nunca llega de primera mano.

Estando tan de moda el tema de la clonación, la literatura no se mantiene ajena. El fenómeno de la duplicación de textos,  que sin duda se ha visto facilitado por internet originando el famoso “copy – paste”, es una tentación en la que muchos caen, incluso algunos parlamentarios de nuestro país. Inolvidable es el proyecto de ley de nanotecnología del Senador Navarro que salió directo desde los cerebros de Wikipedia en la web.

Pero, hablando de políticos copiones, quizás el más audaz fue el australiano Anthony Albanese, cuando era ministro de Transporte y consiguió una cerrada ovación  tras pronunciar un sentido discurso. El problema es que los aplausos se convirtieron en un bochorno inmenso cuando se comprobó que se trababa nada menos que de la misma alocución de la película “The American President” pronunciada por el actor Michael Douglas en 1995.

En vez de denominarlo plagio, algunos intelectuales eufemísticamente prefieren llamarlo »intertextualidad‘, que sin duda, suena bastante mejor. Pero hay una diferencia entre ambas cosas, y es simple… la intención de pasar inadvertido o asumir con admiración.

Mientras el plagio trata de pasar desapercibido y no ser descubierto, la intertextualidad no necesita ocultarse ya que, a partir de lo escrito por un autor, a quien se le admira, la persona se inspira, recrea su obra y reconoce públicamente de quien se trata.

Chile no ha estado ajeno a estas acusaciones. Muchos deben recordar el caso de Paulina Wendt, ganadora del concurso de cuentos de Revista Paula el año 2003 con el cuento «El fin del viaje», que resultó ser un plagio de “El cazador” del argentino Ricardo Piglia. Este hecho fue denunciado por la editorial Planeta y concluyó cuando el jurado del concurso se reunió para comparar ambos textos y decidió retirarle el premio a Wendt.

En nuestro país hay casos mucho más antiguos, antes del copy-paste computacional y en tiempos donde era más difícil comparar. En 1933 se destapó en la antigua Revista Hoy uno de los casos más vergonzosos para los escritores chilenos: Sady Zañartu autor de La Posada del Corregidor (1927)  había plagiado textos de la novela La Santa y su Sombra (1917) de Emilio Rodríguez Mendoza, un libro publicado diez años antes.

Veamos:

Decía el autor de “la Santa y su Sombra» en 1917,  en su página 55:

«el cuerpo cuarteado por el látigo y abierto por la lanza…»

Dijo en 1927, en su “Posada»  Sady Zañartru:

«…su cuerpo cuarteado por el látigo y abierto por la lanza…»

Se lee en la página 100 de “La Santa y su Sombra”:

«Sí, si es el demonio. Anda trasegando en mi refugio para alimentarse con mi paz».

Puede leerse en la página 103 de la “Posada”

«El demonio anda trasegando por los corredores de nuestra casa para alimentarse con su paz».

Dice la «Santa y su Sombra«, página 69:

«Sus ojitos de roedor rebrillaban…»

Como un eco, reprodujo el señor Zañartu en la página 63 de su «Sombra»:

«…rebrillaron sus ojitos de roedor».

A pesar de esto, en 1974, el escritor Sady Zañartu Bustos obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez “el arte de escribir es el arte de mentir con propiedad, con aplomo y con seriedad”. Al respecto, él ha dicho “no hay que mentir de mentira, sino mentir de verdad, que es por lo que el lector se compromete en el oficio de leer”.

Explica Ramírez que “cuando alguien compra una novela que sabe que es ficción al comenzar a leerla también comienza a dejarse engañar. Ahora, si el escritor comienza a fallar en el engaño y hacerlo obvio, a dejar huellas del crimen, el lector comienza a decepcionarse”.

Precisamente “el arte de mentir” es también el nombre de una columna que publicó Alfredo Bryce Echenique en Excelsior el 16 de abril de 2000. Él ya había aprendido a hacerlo con propiedad, pero debieron pasar todavía seis años para que las huellas de sus crímenes literarios quedaran al descubierto…

Alfredo Bryce es acusado por Herbert Morote

El escritor y economista Herbert Morote publicó el 6 de julio de 2006 una carta muy dura en El Comercio de Perú, en la que acusaba a Alfredo Bryce de haberle plagiado un ensayo aún inédito, en un artículo publicado en ese mismo diario, el 25 de junio, con el título «La educación en ruinas».

Al día siguiente de la aparición del artículo, Bryce envió un mensaje a El Comercio, en el que lamentaba que, debido a la extensión del texto, «no se haya publicado la nota que suele aparecer acerca de su autor y, en este caso, también la nota en que debí agradecer al señor Herbert Morote el manuscrito que me envió desde España, titulado ‘Pero… ¿tiene el Perú salvación?’, en que se aborda extensamente el tema de la educación, y que me fue de gran utilidad en la redacción de mi artículo».

La explicación no dejó satisfecho a Morote, quien decidió entablar un juicio por plagio a Bryce, pues, según dijo, había «copiado textualmente extractos del manuscrito».

Menos de un año después, el miércoles 21 de marzo de 2007 el periódico peruano El Comercio publicó la columna “Potencias sin Poder” bajo la firma del embajador  Oswaldo de Rivero, la misma que  días antes, el domingo 18 de marzo,  había sido publicado bajo el crédito de Alfredo Bryce Echenique.

Sin embargo, el texto firmado por De Rivero estaba esta vez precedido por la explicación de Bryce en la que él reconocía que no era el autor de la nota, y afirmaba que su secretaria -por error- la había cogido de su bibliografía y remitido al diario en que él colaboraba habitualmente.

Para entonces, ya existían antecedentes de esa natural tendencia al plagio por parte del autor de “Un Mundo para Julius”, y como su aclaración no era creíble, el periódico finalmente forzó su renuncia y Bryce dejó de escribir para El Comercio.

El 5 de julio de ese mismo año  y cuando  sumaba ya 11 denuncias  por haberse apropiado de literatura ajena, la que más encima había publicado en distintos medios con su firma, Bryce dio una entrevista a la revista Caretas. En esa ocasión reconoció: “Para darme un poquito de importancia dije que fue mi secretaria… mi secretaria era yo”, con esto reconoció que lo que había dicho a El Comercio era una nueva mentira.

Nadie reparó en esos meses del 2007 que en la revista española Jano N° 1646 del día 6 de abril en la página 66, en la sección Ocio y Cultura, Alfredo Bryce Echenique nuevamente aparecía como autor de la columna “Potencias sin poder”. Es decir, “saltando el charco”, el señor Bryce volvió a publicar como suya la misma columna plagiada que le había significado renunciar a El Comercio.

Lo que tampoco sabía Oswaldo de Rivero es que Bryce ya lo tenía de “casero” y que con total desparpajo, lo volvería a plagiar. Fue así como la columna de opinión “La nueva amenaza nuclear” que se publicó en la revista peruana Quehacer N°160, mayo-junio 2006, Bryce la publicaría como suya con el título  “La amenaza sin fin” en la revista española Jano el 18 de mayo de 2007.

El plagiador plagiado y el tema de la estupidez

Los autores Jordi Cebrià y Víctor Cabré escribieron para Jano el  artículo “La estupidez perjudica seriamente la salud” que se publicó el  7 de octubre de 2005. Bryce sin siquiera cambiar el título la hizo pasar como suya en el diario El Comercio el 30 de abril de 2006. ¿Habrá pensado que bastaba cambiar de continente para pasar desapercibido?

Siempre hay historias notables, como ésta del ya fallecido periodista mexicano Salvador Barros, que plagió a Bryce el plagiador  y el 30 de noviembre de 2006 salió bajo su firma la columna “La estupidez perjudica gravemente la salud” en el diario El Siglo de Durango, México. Un plagio de un plagio.

Este  “plagio” a Bryce fue denunciado en la  revista Careta por Carlos Cabanillas. Y después de posteriores investigaciones se pudo comprobar que Salvador Barros era también un profesional del “copy-paste”.

El verdadero lucro sobre el trabajo de otros

Un autor de la talla de Bryce recibe alrededor de US$500 por columna. Cada columna suya se publica al menos en tres medios. Adicionalmente Bryce ha sacado al menos dos libros con la recopilación de ellas, que han figurado entre los libros más vendidos. Estos mismos temas han sido tratados por él en conferencias y charlas que ha dictado tanto en España como en diferentes países de América Latina. Ese dinero, por lo tanto,  no le pertenece y su postura respecto a la piratería de libros es, por decir lo menos, contradictoria con su propia conducta.

Usando mejores expresiones que las mías ya lo manifestó el columnista español Manuel Vilas el 6 de mayo de 2007:

“¿Tan mal de dinero va Bryce que necesita cobrar artículos que no ha escrito? El problema está en que hay prensa y medios literarios dispuestos a pagar artículos de Bryce aunque no sean de Bryce con tal de que Bryce los firme. Imagínense ustedes los casos que habrán pasado desapercibidos. Seguro que ningún periodista ni crítico literario se ha tomado la molestia de leer al plagiado, de leer a José María Pérez Álvarez. Sólo importaba la rentabilidad noticiosa. Y todo ha quedado en una gracia más de Bryce, en una curiosidad, en una anécdota de la que Bryce sale absuelto porque es Bryce. Sin embargo, Bryce cometió un error grave en este caso: plagió a un escritor tan grande como él. Desconocido, sí, pero no insignificante, como pensó Bryce al robarle. No hubiera robado Bryce a un señor de la literatura, no. Robó a un príncipe disfrazado de mendigo. Al menos, Bryce debería invertir una modesta parte del cobro del artículo que no escribió en comprarse los libros de José María Pérez Álvarez, y, por supuesto, leerlos. Si Bryce hace eso, ese mínimo gesto de leer a Pérez Álvarez, comprenderá la razón de este artículo”.

Vilas tenía mucha razón pues José María Pérez Alvarez ganó el 11 de febrero de  2008 el III Premio Bruguera de novela por su obra “La soledad de las vocales”.

Al igual que Sady Zañartu que, por allá por 1933 se quejaba de la piratería, Bryce también ha manifestado su molestia por este delito. En octubre de 2005 solicitaba a las autoridades que desarrollarán  en el Perú campañas de educación ciudadana, se divulgase a lo largo del país la protección de las obras de la reprografía no autorizada y  que se estableciera un régimen de remuneración por copia privada para los autores afectados. Seguramente los autores a los que él plagió también esperan que de una vez por todas él también reconozca su error, y reembolse a los autores originales los fondos que indebidamente obtuvo.

Por esto, resulta a lo menos sorprendente que sea el mismo Bryce Echenique el invitado a la Feria Internacional del Libro de Santiago y que una de sus obligaciones en nuestro país haya sido conversar con jóvenes.

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